'Matria', el poderoso descenso a los infiernos de una María Vázquez en estado de gracia

Salir del visionado de una película teniendo la sensación de haber viajado a los escenarios que propone el guión... es uno de los grandes triunfos del cine en nuestro tiempo. Vivimos en la era de la rapidez y de la muerte de la ingenuidad, cuando creemos haberlo visto todo, haber estado en todas partes gracias a la multipantalla. De 'Matria' sale uno habiendo olido el mar, el salitre incrustado en el casco de los barcos, y el desinfectante de esas mujeres -actrices naturales- que se afanan por limpiar cada rincón de su fábrica; también el alcohol -y quizá una meada- en la puerta del bar de un pequeño pueblo de las Rías Baixas.

Porque 'Matria', el debut en la dirección de largometrajes de Álvaro Gago, es una película sensorial y de acompañamiento. Somos cómplices del viaje descarnado de Ramona [María Vázquez] entre dos puntos: el de la inestabilidad total, en lo laboral y lo emocional, y el de la falta de herramientas para expresar la ansiedad que siente. Hasta que estalla, claro. El personaje, inspirado en una mujer real llamada Francisca, es ya una de las grandes interpretaciones del año, que María Vázquez -en estado de gracia- convierte en un poderoso descenso a los infiernos con acento gallego.

El pulso tras la cámara de Álvaro Gago es también notable -por eso la película debuta en Panorama de la Berlinale-, y si quizá la historia de 'Matria' es pequeña en sus ambiciones materiales... es profunda en la conexión que establece entre el personaje principal -que ya vertebraba el corto previo, premiado en Sundance- y el espectador, que no puede dejar de mirar con compasión y temor a esa Ramona que se equivoca [en las reacciones con su hija, en la indulgencia a veces con su marido, interpretado por Santi Prego]. Pero al equivocarse nos arrolla con su fuerza. Le auguramos largo camino en la temporada de premios.