CRÍTICA

'Cerrar los ojos', cerrar a Erice, cerrar la herida que provoca en la piel el filo del celuloide

Los sonoros aplausos que han inundado la Sala Debussy del Festival de Cannes han suplido este lunes la ausencia de Victor Erice en el mayor festival del mundo

Cannes·Actualizado: 22.05.2023 - 22:18
Imagen promocional de la película 'Cerrar los ojos', de Víctor Erice, con Manolo Solo y José Coronado
Imagen promocional de la película 'Cerrar los ojos', de Víctor Erice, con Manolo Solo y José Coronado · Fotografía: Avalon

No conozco de nada a Víctor Erice. Nunca lo he podido entrevistar. He especulado, como todos, con los rumores sobre su personalidad. Desde hace días veníamos escuchando los periodistas españoles presentes en el Festival de Cannes que no concedería entrevistas, primero; que no pasaría por la alfombra roja, después; que no acudiría al festival, finalmente. Y sin conocer de nada al maestro, al autor de al menos dos obras maestras -entre sus cuatro largometrajes diseminados por el último medio siglo-, puedo asegurar sin miedo a equivocarme que le habría gustado estar presente esta pasada noche en la Sala Debussy de Cannes, donde un torrente emocionado de aplausos suturaba el abismo entre el glamour de la Croisette y la sequedad monacal del cineasta.

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Las casi tres horas de metraje de 'Cerrar los ojos' continuaban fuera de la pantalla, con los abrazos de Manolo Solo y Ana Torrent, de Jose Coronado con María León, con los aplausos liberadores de la productora Cristina Zumárraga. Con la presencia en la sala de directores como Hirokazu Kore-eda o Amat Escalante, con el aval de buena parte de la industria española presente en Cannes, que se había peleado con uñas y dientes para conseguir un ticket de esta proyección. Todo estaba allí, como si de la resolución de un buen tercer acto se tratase, para avalar lo que ya podemos considerar como el testamento fílmico de un artista singularísimo que, a través de su protagonista, quiere desprenderse del cine pero no quiere desprenderse de la vida.

Ese trasunto de Erice es Manolo Solo en su primera gran oportunidad como protagonista -fantásticamente aprovechada-, que está sutil, emocionante y emocionado en su papel de Miguel Garay, un director que no pudo terminar su segunda película por culpa de la repentina desaparición de Julio Arenas [Jose Coronado], su actor protagonista. Ese rodaje frustrado frustró también el resto de su carrera. Y no le ha ido mejor en la vida personal. Separado de su mujer, ha perdido a su hijo en un accidente de tráfico y vive retirado, haciendo traducciones de cine para una pequeña editorial, en un pueblito pesquero de Almería, entre charlas nocturnas con los vecinos, el cuidado de su huerto y caricias a su perro.

Pero Garay decide aceptar la llamada de un programa de televisión -una especie de 'Quién sabe dónde' del año 2012- y recuperar para esa entrevista las dos escenas que sobrevivieron a aquella película maldita. Un sí a la exposición pública llevado, quizá, por el burbujeo del pasado en el estómago. Eso le lleva a reconectar con dos amigos del tiempo del cine [Mario Pardo, tierno montador y guardián de las esencias cinematográficas... y Soledad Villamil, una antigua novia compartida con Arenas], y también con la hija de su amigo, una Ana Torrent que trabaja en el Museo del Prado, y que cierra el círculo del cine de Erice con su presencia en la cinta -plano homenaje casi final a 'El espíritu de la colmena' incluido- mediante una interpretación naturalísima que ya se puede clasificar entre lo mejor de su carrera.

Víctor Erice regresa a Cannes con 'Cerrar los ojos', su primera película en más de treinta años
Víctor Erice regresa a Cannes con 'Cerrar los ojos', su primera película en más de treinta años · Fotografía: RTVE

Un grito desde el pasado

La vida del personaje de Manolo Solo ha quedado vacía sin el brillo del actor ausente. Ese hueco ha quedado ensanchado, además, por su alejamiento del cine. Cada vez que Garay acaricia la claqueta, el vestuario o el guión de la película malograda, que acumulan polvo en su almacén, traspasa la pantalla el hedor melancólico de la tumba que se abre. Cuando los ojos de Manolo-Solo-Erice se humedecen, lloramos con él por ese tiempo que se fue y ya no volverá. Cuando repasamos en la moviola las bobinas rodadas que quedaron sin montar... nos corta la piel un celuloide que estalla de vida, con Jose Coronado mirando fijamente a la pantalla. 'Cerrar los ojos' es un grito fílmico desde el pasado que solo tiene eco en el presente a través de otro celuloide. El proyectado hoy en Cannes.

Hay retazos del Garci de 'Volver a empezar' en esta historia-camino, en este reguero de conversaciones que van componiendo un retrato mortecino del rodaje de 1990. Porque como si del nobel Albajara se tratase, el Garay de Erice va ajustando cuentas con el pasado antes de la muerte; solo que en este caso no se trata de la muerte, sino de la vida. La separación definitiva del cine le llevará a la vida plena. Con el huerto, el perro, y la pesca en Almería como salvadores. La propia metapelícula, la escena protagonizada por Coronado y un teatral José María Pou, sirven como recordatorio del cine de Erice que pudo ser y no fue. No fue la continuación de 'El sur', no fue 'El embrujo de Shanghai'. Tampoco fue 'La mirada del adiós', película dentro de la película.

El contrapunto temporal de 'El espíritu de la colmena' [1973] es también contrapunto estructural de 'El sol del membrillo' [1992]. Aquí el metraje se echa en brazos de los diálogos y huye de la contemplación escénica. La banda sonora de Federico Jusid salpica en ocasiones muy contadas las escenas. 'Cerrar los ojos' nos invita a contemplar el viaje de Garay a través de un filtro, como si colocásemos ante nuestra mirada un abanico chino hecho de negativo, que matiza todo lo que vemos. Quizá por eso creemos ver a Victor Erice despidiéndose del cine... pero si retiramos el abanico, lo que podemos ver en esta película que abraza la nostalgia sin caer en la desesperanza, es a Victor Erice saludando a la vida... con los zapatos llenos de agua.

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