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Diseño de vestuario
'El triángulo de la tristeza' y el reto de vestir en pantalla al 1%
La sátira de Ruben Östlund pone su mirada en los más privilegiados. ¿Captura la Palma de Oro la verdadera forma de vestir de los pijos?

Pijo/ja: “Dicho de una persona: Que en su vestuario, modales, lenguaje, etc., manifiesta afectadamente gustos propios de una clase social adinerada”. Al menos esta es la definición del Diccionario de la lengua española, obra lexicográfica académica por excelencia. El pijerío siempre ha sido complicado de definir. Antiguamente era un nimbo pintado de azur y gules, un pasado heráldico y genealógico, un cierto estancamiento genético, una espina dorsal algo torcida, una dentadura no del todo perfecta. Oh, aquel cutis fino, tenso, brillante como un cirio de las Salesas Reales de Madrid o del Sagrado Corazón de Barcelona. Y la cabellera lustrosa. Y la boca llena de dientes. Palas grandes, enormes, exageradas. Palas amarillentas, de un color verduzco: al fin y al cabo, la nobleza siempre ha tenido dentaduras muy precarias -no es ningún secreto que, a causa del tabaco, Jorge V, Gustavo de Suecia o nuestro Alfonso XIII tenían la boca hecha una pena-.
El pijerío de nuestro tiempo ha cambiado un poco. El azul de la sangre dejó paso al azul de los billetes. Los bailes de gala fueron sustituidos por una danza de excavadoras y camiones, un ir y venir de furgonetas de tiendas de muebles y fontanerías -venga cerramientos metálicos, terrazo, cocinas a medida y gotelé; pa’ arriba y pa’ abajo palés cargados de tela asfáltica y de sacos hormigón, de ladrillos y de tubos de riego-.
‘El triángulo de la tristeza’ va más de lo segundo que de lo primero, claro. No aparecen marquesas ni terratenientes. En esta ocasión, los pasajeros del yate de lujo son un oligarca ruso y su peculiar familia, un matrimonio británico que ha hecho fortuna con la fabricación de armas o una pareja de jóvenes y guapos influencers. Eché en falta la presencia de un jeque petrolero para completar el plantel, pero creo que el dibujo de los parroquianos a bordo es muy elocuente.

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