La Mostra de Venecia le da a Almodóvar el León de Oro… que le debía el Festival de Cannes

Después de competir 12 veces en festivales internacionales de categoría A y a punto de cumplir los 75 años. Pedro Almodóvar ha tenido que esperar muchísimo tiempo para conseguir la gloria del León de Oro de Venecia, el certamen más antiguo del mundo y también el que le dio su primera oportunidad fuera de España con ‘Mujeres al borde de un ataque de nervios’ (aunque la primera vez fue con 'Entre tinieblas' en Orizzonti). El manchego siempre habla con ternura del Lido, siempre recuerda que fue desde aquí desde donde se lanzó hacia los Oscar: Venecia es, por tanto, precursora de su relación con la Academia de Hollywood, coronada con ‘Todo sobre mi madre’ y ‘Hable con ella’. Pero algo pasaba con los sacrosantos templos del cine europeo. Tanto en Venecia como en Cannes lo había conseguido “casi” todo. Había sido Mejor Director, había recogido galardones para sus guiones, y sus actores habían alcanzado la gloria con sus películas: Antonio Banderas, Penélope Cruz y el conjunto del reparto de ‘Volver’ son buena prueba de ello.

Pero faltaba algo. El artífice de ‘Matador’ y ‘Átame’ tenía en su vitrina el León de Oro honorífico y había presidido el jurado de la sección oficial del Festival de Cannes, pero su currículo estaba incomprensiblemente incompleto. Una filmografía como la suya -de ‘Pepi, Luci, Bom… y otras chicas del montón’ a ‘Dolor y gloria’- merecía un gran premio competitivo (digamos, por comparación, que Ken Loach, Francis Ford Coppola, Michael Haneke o Ruben Östlund tienen dos Palmas de Oro cada uno) y no lo tenía. La mala suerte, la concurrencia de otras cintas incontestables o la mecánica interna de los jurados, que tiene su miga, habían impedido siempre que en El deseo se celebrase una victoria incontestable en la Croisette, que -es vox populi- ha sido siempre la gran aspiración del cineasta. Esta noche se ha roto la maldición, y la Vieja Dama del Adriático se ha arrodillado ante el maestro al que contribuyó a ensalzar. Ha sido Isabelle Huppert, como presidenta del jurado la que ha disipado la negra sombra.

¿Es ‘La habitación de al lado’, su primer largometraje en inglés, la mejor película de su carrera… y por tanto aquella con la que tenía que conseguir el premio? Probablemente no. Pero sí es mágicamente simbólico que se trate de su cinta más internacional, de la que más le ha costado concebir y construir. El galardón tiene un enorme significado en varios sentidos. La película, que sí se encuentra entre las mejores de su última etapa, oscura e introspectiva, se lanza directamente a las quinielas de los Oscar; sus actrices, Julianne Moore y Tilda Swinton (especialmente esta última), figuran ya en los rankings de las mejores interpretaciones del año; y no olvidemos la taquilla, concretamente la española: más allá de la parroquia fiel que va al cine de forma militante para ver todo lo que estrena Pedro Almodóvar… el premio manda el mensaje contundente de que “esta es de las buenas”.

Y es que sí es de las buenas. Cinematográficamente e ideológicamente. Es reconfortante que gane en Venecia una película de Almodóvar que habla de un mundo en el que nos acompañamos para morir tranquila y plácidamente, y en la que los personajes hablan abiertamente del ascenso de la extrema derecha y de la amenaza del cambio climático como factores de inestabilidad vital. El león alado y dorado que hoy vuela hasta Madrid tiene, así, un doble significado: es un homenaje al maestro en la última parte de su vida que la comunidad fílmica tenía pendiente… y es también un toque de atención al mundo, al que se le dice que es posible un cine luminoso y esperanzado (‘La habitación de al lado’ es ambas cosas) desde la sobriedad estilosa. El comienzo de lacarrera de premios no podía ser mejor para Almodóvar. Veremos si corona los circuitos español y americano. Eso significará que el autor libre seguirá hablando. Y que podremos seguirlo escuchando.