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Crítica

Festival de Locarno: ‘Negu Hurbilak’ acompaña a una joven perseguida tras el cese de ETA

El colectivo Negu ha presentado su debut en Cineasti del Presente en Locarno. Se trata de una oda de tiempos suspendidos pero políticamente muy cargada

Madrid·Actualizado: 09.08.2023 - 06:34
Jone Laspiur protagoniza la primera película del colectivo Negu
Jone Laspiur protagoniza la primera película del colectivo Negu · Fotografía: Cornelius Films

El primer atisbo de argumento en ‘Negu Hurbilak’ llega después de largos minutos contemplando a un operario cortar abstraído un enorme tronco, con sólo el zumbido tranquilo de la motosierra por compañía. Luego una cordillera profunda, caída en las últimas horas de la tarde, y finalmente ya sí: de noche, en un pueblo de alta montaña, la figura recortada en negro de una joven baja de un camión y vigilante entra en una casa. Ni una palabra musitada. Los días pasan y en Zubieta, en el Alto Bidasoa, la gente sigue con sus quehaceres. Los abuelos juegan a las cartas, traen verduras del huerto, los fines de semana hay gente en la plaza del pueblo... Pero algo no va bien. En la calle un grupo de acordeonistas toca una melodía que no llegamos nunca a oír, una niña juega cerca y se gira, mirándonos, al intuir el paso de la cámara. El todoterreno que una noche recoge al personaje de Jone Laspiur (ganadora del Goya a actriz revelación por ‘Ane’) para llevarla a otro escondrijo da la vuelta sin más explicaciones y la deja en un caserío perdido en medio de la nada. Allí deberá esperar largo tiempo, hasta hartarse.

La película del colectivo Negu, formado por los vascos Mikel Ibarguren y Ekain Albite junto con los catalanes Nicolau Mallofré y Adrià Roca, seguirá mirando de cerca la gestualidad minimalista de las rutinas, barriendo las paredes del caserío de Beñardo (Beñardo Mutuberria) mientras este esparce heno y prepara queso. A través del fulgor extrañado de una cámara de 16mm, la cotidianidad lenta del ramadero se desarrolla como invitándonos a contener la respiración y la cámara mora por las casas, como si hubiera dado andares al secreto compartido por las gentes de valle. Las escenas que observamos en este pesebre particular, impolutamente dispuestas en claroscuros (encomiamos el trabajo de Javi Seva, debutante), se cuidan sin embargo de caer en el paisajismo de postalita. Nunca veremos el queso de Beñardo, Jone Laspiur viste sólo chaquetones enormes y casi no suena una nota de música en todo el film.

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