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Crítica

'Road House. De profesión: duro' triunfa en los tortazos tanto como fracasa como remake

La nueva película de Doug Liman, protagonizada por Jake Gyllenhaal para Amazon, es una refrescante película de acción que se olvida del subtexto social de la original

Madrid·Actualizado: 23.03.2024 - 05:28
Fotografía promocional de la película de Amazon Studios ‘De profesión: duro', protagonizada por Jake Gyllenhaal
Fotografía promocional de la película de Amazon Studios ‘De profesión: duro', protagonizada por Jake Gyllenhaal · Fotografía: Amazon Studios

Tras estrenarse en el festival South by Southwest sin la presencia de su director, 'Road House. De profesión: duro' llega a Amazon Prime con la intención de acallar todo el ruido que ha acompañado su producción a base de tortazos. Y lo cierto es que la contundencia visual de la acción de esta nueva versión de la película de 1989 bien puede hacernos olvidar la tormenta que la acompañaba. Aquí las hostias duelen, pues la fisicidad y la crudeza con la que rueda la cámara de Doug Liman, a veces desde ángulos imposibles pero certeros, consigue el ímprobo mérito de sorprender gratamente, incluso al ojo del espectador avezado.

'Road House. De profesión: duro' tiene sin duda la virtud del buen espectáculo: embelesar a la platea con la proeza y dejar detrás del telón, bien escondidos, los trapos sucios. Pero no olvidemos que su director Doug Liman no acudió al popular certamen de Austin porque no estaba de acuerdo con los términos en los que Amazon iba a distribuir la película, sin pasar por cines. Que su protagonista Jake Gyllenhaal desacreditó el enfado del realizador con su practicadísima media sonrisa y un 'bueno, en estas cosas ya se sabe' de manual. Que su productor Joel Silver fue despedido entre acusaciones de abuso ni que su guionista David Lee Henry –al menos de la original–, había denunciado a Amazon por infringir derechos de autor. Mi compañera Mariajo Arias lo explica estupendamente todo en este artículo.

Pero incluso si nos abstraemos de las miserias que esconde Hollywood, la nueva película del director de 'El caso Bourne' cuenta con suficientes virtudes como para defenderse por sí sola. Liman nos recuerda por qué sorprendía tanto el espía de Matt Damon gracias a peleas que, como en aquella, son coreografía brutas, realismo sucio condimentado con la capacidad de convertir cualquier elemento de atrezzo en un arma blanca. Y también ofrece una escalada de violencia tan improbable como la premisa de 'Al filo del mañana' con la intención de sorprender, más que de ser creíble. Las escenas de acción y las peleas funcionan, y Jake Gyllenhaal se luce en un rol que parece venirle como anillo al dedo: alguien de mirada amable, de gesto calculado y cierta timidez, capaz de cosas ciertamente horribles. Pero en su papel, quizás la mayor virtud de la película, 'De profesión: duro' encuentra la horma de su zapato, por contradictorio que resulte. Lo que ocurre con la última película de Liman es que se construye en torno al trauma de su protagonista. Es de un individualismo voraz. Y desecha por completo el componente social y político que latía en la película original.

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