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De mala tinta

La policía agradece a Kinótico la resolución del robo de un Feroz

En realidad, los agentes policiales me han dado A MÍ la enhorabuena por haber descubierto con sorprendente destreza quién robó anoche un premio Feroz en la (embriagada) fiesta posterior a la gala. Exijo un sobresueldo por mis habilidades detectivescas… y por mi inmensa humildad

Zaragoza·Actualizado: 29.01.2023 - 05:00
Bibiana Fernández y Rossy de Palma no se perdieron la noche (y la fiesta) de Pedro Almodóvar
Bibiana Fernández y Rossy de Palma no se perdieron la noche (y la fiesta) de Pedro Almodóvar · Fotografía: Alberto R. Roldán / Premios Feroz

Los Premios Feroz son, sintiéndolo mucho por los Goya, los preferidos de la industria por una razón superprofesional, cultural y cinematográfica: el bebercio. La gala es la más divertida del año (y decir eso cuando estamos en el mes de enero es decir mucho): mezclar en el Auditorio de Zaragoza a personajes políticos como Yolanda Díaz y Miquel Iceta con algunos de los jovenzuelos (palabra que vuelve a denotar mi avanzada edad) de ‘Élite’ supone un choque generacional y cultural semejante a llevar a Leticia Sabater a la NASA a cantar ‘Lléname el tanque’. Por cierto: exijo un Grammy para esa canción. En resumidas cuentas, y tirando de coletillas cansinas: los Feroz son la antesala de los Goya, pero ante todo, son un maravilloso descenso a los infiernos dionisíacos que por supuesto, no me perdí. ¿Qué culpa tengo yo de que me inviten a todos los eventos? Soy una víctima de mi popularidad.

En la alfombra roja previa a la gala le rogué a David Martos que me dejara hacer alguna preguntita a los asistentes para aderezar la crónica con declaraciones AV (Antes del Vino), pero se negó rotundamente. Al parecer, tras la crónica de los premios Gaudí, algún personaje del cine le ha pedido que no me deje ni ir a las fiestas, ni hablar con nadie para evitar que sus travesuras nocturnas terminen sobre el papel. ¡Qué expresión tan analógica!

Martos se encargó de que no pudiera “molestar” a los invitados en la alfombra roja, alegando que en otra época de mi vida hice de ella mi Tinder, por lo que me resigné a esperar en la sala a los invitados. En cuanto comenzó la gala, sucedió lo habitual: el Ribera del Duero empezó a empañar la noche y los discursos de los premiados. Más de uno recogió su premio, como bien sabéis ya, con una dicción tan difusa que habría hecho de la de Mariano Rajoy un ejemplo de perfección, y me encantaría decir que la causa fueron los nervios, pero a estas alturas bien sabemos que la culpa, lejos de ser del chachachá (otra prueba de mi edad), fue del vino.

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