Robin Campillo (‘La isla roja’): "Nunca pensé que mi infancia se convertiría en una película"

Robin Campillo nunca se había planteado que su infancia pudiera convertirse en una película, ‘La isla roja’, que acaba de llegar a los cines españoles tras su paso por la competición de la Sección Oficial del Festival de San Sebastián. “Todo empezó cuando enseñé mi anterior película en Cannes”, dice en referencia a ‘120 pulsaciones por minuto’, elegida como Gran Premio del Jurado que presidía un Pedro Almodóvar que se emocionó en la rueda de prensa al reconocer que él hubiera dado la Palma de Oro al francés. “Estando allí le conté a Gilles Marchand, el coguionista de algunas de mis películas, que cuando era un niño tenía el traje de una superheroína llamada Fantômette. Durante mi estancia en Madagascar, salía disfrazado a la calle y a la base militar. Lo recuerdo como la mejor experiencia de mi vida”. Fue entonces cuando su colega, impactado por la anécdota, le preguntó si creía que había una historia detrás. “Hasta entonces, nunca pensé que esto sería una película”.

El director y guionista de ‘Chicos del este’ ha tardado cinco años en materializar este viaje a su infancia y a sus recuerdos en un momento donde esta clase de relatos se ha convertido en tendencia gracias a las películas autobiográficas de pesos pesados como Alfonso Cuarón (‘Roma’), Steven Spielberg (‘Los Fabelman’), James Gray (‘Armageddon Time’) o Paolo Sorrentino (‘Fue la mano de Dios’). En ‘La isla roja’ el francés nos lleva hasta el Madagascar de principios de los 70 para mostrarnos cómo es la vida en una de las últimas bases aéreas del ejército francés. Las familias de los militares viven los últimos coletazos del colonialismo y Thomas observa con fascinación a sus 10 años todo cuanto le rodea mientras su mundo se abre gradualmente a otra realidad: la dinámica del matrimonio entre sus padres y la tensa relación entre ocupante y ocupado.

Reconoce que para el personaje del padre de Thomas vio “a todos los actores franceses”, aunque no terminaba de encontrar al intérprete adecuado. Aprovechando los orígenes españoles de su progenitor, el director empezó a buscar actores al otro lado de los Pirineos. “Me gusta trabajar con actores extranjeros”, relata quien llevó al César al argentino Nahuel Pérez Biscayart con ‘120 pulsaciones por minuto’. “Vi muchas películas en Internet y encontré a Quim Gutiérrez. Es un actor muy técnico. Es un actor de comedia, por lo que tiene sentido del ritmo. Creo que que Quim es alguien que podría estar al mismo tiempo en una película de Passolini y en un peplum. Para mí tenía algo que me llevaba a los años 70”, dice de un actor que había debutado en el cine francés en 2013 con ‘Los ojos amarillos de los cocodrilos’, de Cécile Telerman. “Al elegir un actor español, el guion mejoró”, continúa el realizador. “Como el personaje tampoco es del todo francés, subraya el elemento del colonialismo y la dominación en la historia, incluso en la relación con la esposa”.