Daniel Guzmán y el préstamo de 800.000 euros que hizo posible ‘La deuda’: “Al poner el título no sabía que sería premonitorio”

Solo quedaban unos minutos para que Daniel Guzmán suba otra vez al escenario del Teatro Cervantes. El motivo es muy diferente al de hace ahora diez años, cuando ‘A cambio de nada’ iniciaba en el Festival de Málaga un triunfal recorrido que terminó con el Goya a la Mejor Dirección novel. Ahora el actor de ‘Aquí no hay quien viva’, un fenómeno irrepetible de la serie española por el que reconocen cada vez que sale a la calle, regresa al lugar donde empezó su carrera como cineasta para inaugurar la 28 edición del certamen andaluz con 'La deuda', su tercera película como director. “Un periodista que me preguntaba esta mañana si me daba reparo estar aquí después de haber ganado”, confiesa el director y actor en el set de Kinótico. “La verdad es que estoy contento de estar aquí porque la película va a tener la comunicación que necesita. Estar en la Sección Oficial e inaugurar el festival me parece que es tener mucha suerte”.

Guzmán interpreta a Lucas, un hombre de 47 años que convive con Antonia, una anciana que supera los 90, en un piso céntrico de la ciudad. Su vida transcurre de forma cotidiana hasta que el proceso de gentrificación les obliga a abandonar su vivienda. Una decisión de Lucas cambiará el resto de sus vidas. “A mi me gustaría no dirigir y actuar a la vez. Empecé a hacer pruebas a compañeros a los que admiro, quiero y respeto como actores. Justo cuando iba a comunicar quién creía que iba a poder ser el candidato para hacer esto, Charo se cayó en la residencia, se sacó la clavícula y tuvo muchos problemas”, explica el cineasta en referencia a Charo García, una actriz no profesional de 92 años que conoció durante un casting en una residencia de ancianos. “Necesitábamos rodar en tres semanas y ahí tuve la necesidad de sustituirla o de quedarme yo con el personaje. ¿A quién llamo con dos semanas de preparación? Es una falta de respeto y al final no va a salir bien. Hablando con RTVE, Movistar Plus+ y la gente que la había enseñado al guion, me dijeron que tenía que hacerlo yo. Tomé esa decisión, pero no es lo que me gustaría hacer”.

A pesar de estar participada por televisión públicas y privadas, ‘La deuda’ ha salido adelante gracias a que sus productores pidieron un préstamo personal de 800.00 euros para poder hacer la película en sus propios términos, una apuesta poco habitual en el cine español. “Cuando escribí el título no me di cuenta de que era premonitorio, la verdad. He caído después”, bromea, antes de explicar el por qué de su decisión. El cineasta prefiere producir él mismo para mantener el control de su línea editorial. Guzmán pone ejemplos de algunas de las decisiones logísticas que hubieran puesto en jaque su tercera película: 68 localizaciones, el doble de lo habitual. Una actriz de peso en la trama de 92 años. Un rodaje en el centro de Madrid (“Y no puede ser, porque la gentrificación está en el centro, aunque a los barrios vaya a llegar poco a poco”, matiza). Una factura que rompe con los códigos actuales del cine social. “Cuando te quieres dar cuenta, para terminar la película tienes a un coproductor que tiene que pedir 350.000 euros para terminarla y a otro productor que pide 400.000 más. La bola se hace muy grande, pero es como cuando metías la cabeza en una valla, ¿te acuerdas? Para fuera ya no sales y ya tienes que seguir para adelante. Eso es lo que nos ha pasado”.

Publicidad

Guzmán ha llegado ‘in extremis’ a su premiere en el Festival de Málaga. “Proyectaremos la película con un Quicktime. Es una película desnuda, sin etalonaje, sin mezclas, pero es que cuando tienes la necesidad de contar una historia, te metes y todo te sobrepasa”, reconoce el director de una película que, en otro movimiento poco habitual en una producción española de tamaño medio, todavía no tiene una distribuidora nacional. “Estamos en conversaciones, pero creemos en la película”. El director tiene de su lado a reclamos como Itziar Ituño, Susana Abaitua o Luis Tosar, alguno de los actores que completan el reparto de una película inspirada por una anécdota que vivió junto a su querida abuela, una de las protagonistas de su ópera prima: Antonia Guzmán, la actriz de más edad en ser nominada a un Goya a los 93 años de edad.

“‘La deuda’ empieza por una experiencia que vivo con mi abuela. En los últimos meses de su vida tuvo un problema cardíaco y pulmonar, así que por las tardes tenía que ir con ella a que recibiera oxígeno. En esos 15 -20 minutos que le daban el oxígeno, no podíamos hablar y estamos todo el rato mirándonos y en silencio. Recuerdo fijarme en el mobiliario y en el instrumental que había. Me fijé en un desfibrilador y empecé a imaginar qué pasaría si yo por necesidad robo un desfibrilador, provocando un resultado negativo para la vida de una persona, y qué pasaría si nosotros no fuéramos abuela y nieto, sino que tuviéramos una necesidad de convivir juntos”, relata más de seis años después del fallecimiento de su abuela abuela. Esa idea llevó a Guzmán a experimentar con un género que no le interesa particularmente como espectador: el thriller. “Al final me salió una película con un trasfondo social, pero que en el fondo es una historia de amor que habla de muchas cosas, como la gentrificación o la dependencia de la gente mayor, que es algo que el cine mira muchas veces a otro lado”.

La relación del cine español con las historias de corte social ha cambiado drásticamente desde que Guzmán empezó en la industria, algo que achaca a la entrada de las televisiones en la financiación y la producción de las películas. “Ahí fue cuando los ejecutivos empezaron a decir que las películas con un corte social no invitaban a la gente”. El madrileño pone como ejemplos títulos como ‘Krampack’ y directores como Fernando León de Aranoa y Achero Mañas.

“En los 90 había muchas películas de tema social que llenaban las salas. Creo que esto ha pasado en parte porque parece que las películas sociales tienen que ser oscuras, tristes o feístas, pero creo que lo social está en ti, está en mí, está en el individuo que pertenece a la sociedad y pertenece al colectivo. ¿Por qué no podemos hacer películas de factura elegante o atractiva o luminosa para contar narrativas sociales, aunque a veces sean duras? En los barrios también hay color. La gente con más necesidad no pierde la ilusión ni las ganas de salir adelante con alegría y sobre todo con sentido del humor”, zanja antes de celebrar la propuesta del Cine Senior, que ha devuelto en los dos últimos años a los mayores a los cines. “Cuando estoy centrado en sacar un proyecto adelante, me olvido del mundo, pero ahora hay una iniciativa centrada en los mayores de 60 años que ha llenado las salas otra vez. Esta película es para ese público también”.