‘El sol del futuro’, la entusiasta y encantadora visión de Nanni Moretti del circo que es hacer cine

Giovanni es un director de cine que rueda una película cada cinco años. Se toma su tiempo. Demasiado, considera él mismo. Es meticuloso, obsesivo, maniático, mandón, también un poco agonías. En pantalla Giovanni es Nanni Moretti. Lo divertido de ‘El sol del futuro’ es no saber dónde acaba el personaje y empieza el cineasta italiano, quien dirige, coescribe –junto a Francesca Marciano y Federica Pontremoli– y protagoniza una película que en el Festival de Cannes dejó para el recuerdo un flashmob al ritmo de ‘Voglio vederti danzare’, de Franco Battiato. De hecho, esta crítica hay que leerla con la canción de fondo. El baile, mejor dejarlo para otro momento. Leer y bailar al mismo tiempo provoca molestos efectos secundarios.

Banda sonora pegadiza a un lado –algo que, dada la habilidad de Moretti para crear escenas musicales memorables, no debe extrañar y que en ‘El sol del futuro’ no solo es capital, también hilo conductor–, lo último de Moretti, que no se toma tanto tiempo entre película y película como su protagonista, es una aventura cinéfila cargada de romanticismo, humor, ternura y consciencia de reinvención.

‘El sol del futuro’ es una de esas películas con muchas capas, tantas casi como espectadores. Porque habrá quien quiera quedarse con la parte más política y social –la película que rueda Giovanni tiene como argumento la llegada a un barrio romano de un circo húngaro apadrinado por el Partido Comunista local cuando a más de 1.200 kilómetros de allí los tanques soviéticos invaden Hungría–; pero también quien, como la rebelde protagonista del film, Vera (Barbora Bobulova), vean una historia de amor. Ella, díscola y sin filtro a la hora de enfrentarse a su director, está empeñada en que lo que ruedan es el nacimiento de un romance entre su personaje y su compañero de partido –interpretado por el siempre certero Silvio Orlando–.