El final de ‘The crown’ devuelve el foco a Isabel II, pero eso no evita que se le atragante el siglo XXI

La última temporada de ‘The crown’ deja una sensación extraña en el espectador. Isabel II murió cuando el rodaje de los episodios finales aún no había terminado, por lo que es raro ver a Imelda Staunton interpretando a la reina mientras prepara su funeral, obligada por un príncipe Felipe que está encantado de organizar el suyo. Pero, además, al terminar en la boda de Carlos y Camilla, el 9 de abril de 2005, se acrecienta la impresión de que, cuanto más se ha acercado al presente, menos interesante ha sido la serie, impresión que perfectamente puede ser tanto culpa de Peter Morgan y su equipo de guionistas como de los propios espectadores.

Las temporadas iniciales, las que mostraban cómo Isabel iba adaptándose a lo que significaba llevar la corona de Reino Unido siendo aún veinteañera, transcurrían tan atrás en el tiempo que podían disfrutarse como un drama de época y, además, lo que mostraban de los jóvenes monarcas era prácticamente una novedad para los espectadores. Las dificultades de Felipe para adaptarse a un rol secundario o cómo Isabel empieza a comprender las consecuencias de la lealtad que siempre debe profesar a la institución se habían contado muy poco en televisión y eran una ventana a un mundo incluso un poco exótico para el público. Sin embargo, con la entrada en escena de Diana Spencer, la situación se complicaba porque su vida y sus desventuras en palacio se habían contado por activa y por pasiva en los medios.

Se acabó el misterio en 'The crown'