‘Memorias de un cuerpo que arde’, a veces la mujer se vuelve invisible y le llega la libertad

"Esta película es la conversación que nunca tuve con mis abuelas". Con esta introducción Antonella Sudasassi pica la curiosidad del espectador hacia su segundo largometraje ‘Memorias de un cuerpo que arde’, que forma parte de la sección Panorama de la Berlinale. Para estas conversaciones la directora y guionista costarricense se sirve de tres mujeres entre 68 y 71 años. "Mejor que no se nos vea", se le escucha decir a una de ellas, "así podemos hablar con libertad", iniciando así un extraordinario recorrido por el significado del sujeto mujer, desde la sexualidad hasta el amor pasando por los tabúes, la educación, los deseos, la vejez, el placer, la violencia, la maternidad, la represión, la liberación y la (negada) plenitud como personas.

En películas recientes como ‘Buena suerte, Leo Grande’ (Sophie Hyde, 2022) o ‘La vida era eso’ (David Martín de los Santos, 2020), hemos visto cómo se abordaba en la ficción la muy estigmatizada sexualidad femenina con personajes de mujeres sesentonas y setentonas como protagonistas. Sin embargo ‘Memorias de un cuerpo que arde’ se enmarca más en la docuficción. En esta coproducción tica y española, Sudassasi se decanta por una arriesgada estructura compuesta de voces en off y una suerte de puesta en escena que nos sitúa en un set de rodaje, dejando ver lo que hay detrás de bambalinas, donde una mujer sin nombre (sublime y convincente Sol Carballo) funge como el hilo conductor de la historia.