Crítica
Halina Reijn y Nicole Kidman hacen estallar a ‘Babygirl’, el primer bombazo de Venecia
Nicole Kidman, Harris Dickinson y Antonio Banderas protagonizan la sugerente 'Babygirl', de Halina Reijn y en la que se explora el deseo femenino desde la madurez
Una bomba cayó en el Lido y se llama ‘Babygirl’. Escrita y dirigida por Halina Reijn, es hasta ahora la única película que ha generado en la sección oficial de la Mostra de Venecia ampollas, exclamaciones, sudores, taquicardias y admiración. La holandesa Reijn (‘Instinto’) se ha hecho de un elenco de lujo encabezado por Nicole Kidman y Antonio Banderas para contar la historia de Romy (Kidman), una exitosa y poderosa mujer directiva, madre de dos adolescentes y esposa del director de teatro Jacob (Banderas). Todo parece ir muy bien en esa familia de clase alta; entre la pareja hay amor, pero también insatisfacción sexual por parte de Romy. Cuando el jovenzuelo Samuel (Harris Dickinson) entra de becario en su empresa, comienzan una relación en la que por fin Romy puede dar rienda suelta a sus apetencias sexuales.
Estamos frente a una historia contada por una directora que toca muchos temas de los que no se suele hablar en el cine –poco o no de esta manera ni mucho menos con estrellas de Hollywood- ni en la vida que transcurre ahí afuera. Las razones son múltiples, pero sobre todo porque nos puede la pacatería, la moralina y nos aplasta el machismo. Con una pasmosa destreza, Halina Reijn se agarra de la infame herencia del cine de los 90 de ‘Instintos Básicos’ o ‘Atracción Fatal’ para darle la vuelta a la tortilla. Y no, señores, aquí a la mujer, para variar y de una vez por todas, no se le castiga por desear, masturbarse, por mantener relaciones sexuales de sumisión con un hombre mucho más joven que ella, ni mucho menos por serle "infiel" a su marido. ¡Justicia!
A nivel de temática la propuesta de Halina Reijn está construida como una cebolla de múltiples capas, pero en lugar de sólo descubrirlas, las enfrenta: la ambición profesional femenina (vilipendiada por tradición patriarcal) frente a la moralidad (muy presente en las nuevas generaciones), o la sexualidad femenina (esa arma de destrucción masiva para mantener a raya a las mujeres) frente a una posición de poder ostentada por una mujer.
En ‘Babygirl’ nada está puesto a la ligera ni por capricho. A nivel cinematográfico puede que Halina Reijn no sea la más osada pero eso es lo de menos. La estética pudo haber sido una cortina de humo para que se viera el relato. Reij le fortalece la historia a través de diferentes elementos como los colores del vestuario de Romy, el hábitat familiar –donde todo está en su santo lugar- o el ámbito laboral donde ella es la jefa: una empresa de tecnología, con una cultura empresarial horizontal, de oficinas con paredes de vidrio como símbolo de la transparencia, con trabajadores jóvenes, féminas en su mayoría y además racializadas.
Nicole Kidman asume un riesgo mayúsculo en este rol complejo y espinoso. Viéndola en ‘Babygirl’, no se puede dejar de pensar en la icónica Demi Moore que vimos recientemente en ‘La sustancia’ (Coraline Fargeat). Kidman se entrega sin reservas y con valentía, impresiona la manera como se balancea entre la absoluta seguridad de la mujer poderosa y la mujer que teme -por fin- explorar sus reprimidas apetencias sexuales. Esto no va de amor, ni de destruir hogares, ni del consabido juego de seducción, sino de instinto animal, de satisfacción, siendo las escenas de sexo nada explícitas, aunque resulta perturbador ver la lucha de Romy con ella misma hasta caer de rodillas.
El elenco es también un gran acierto. Antonio Banderas, el Latin Lover por excelencia, encarnando a un hombre –guapo, tierno– pero en la completa ignorancia de que no puede satisfacer a su mujer; Harris Dickinson (‘El triángulo de la tristeza’) como un hombre que hasta cierto punto le teme a su alta capacidad de empatía; o Sophie Wilde (‘Prisa por vivir’) preguntándose cómo pueden las mujeres en posiciones de poder tender puentes a las que están por debajo.
‘Babygirl’, que comienza con un orgasmo simulado y termina con uno largo e intenso con una voz gutural, que es una bomba de alto calibre, inteligente, copiosa y atronadora, tiene todas las papeletas para dejar una huella, para incitar debates y conversaciones, pero también para que se reconozca la valentía de su directora y sus protagonistas.
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