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Crítica

'28 años después': Danny Boyle se mancha las manos de sangre y cine para retorcer el relato zombi

El realizador inglés regresa a la dirección de la franquicia con una nueva y frenética entrega que nos descubre al joven Alfie Williams en pleno apocalipsis isleño

Madrid·Actualizado: 18.06.2025 - 05:30
Aaron Taylor-Johnson y Alfie Williams en un fotograma de '28 años después'
Aaron Taylor-Johnson y Alfie Williams en un fotograma de '28 años después' · Fotografía: SONY PICTURES

Romper el cine en períodos históricos, además de academicista, es tremendamente aburrido. Y machista, y colonial, y todas esas cosas por las que uno se alegra de vestir los colores de lo 'woke', ser un 'sojas', como dicen los tontos. Pero si podemos distinguir tendencias, al menos desde un estudio un poco más laico de la forma, parece claro que las grandes producciones de nuestra era se regodean en lo aséptico. El sueño del séptimo arte como acicate produce monstruos, bien sean quimeras de lo pacato por puro empeño de los planos generados por ordenador, bien sea por la cobardía de no atreverse a quebrar lo que espera el espectador, el algoritmo o la plataforma de turno. En definitiva, es complicado encontrar gran cine que perturbe, que incomode por el cómo más que por el qué. El género, bendito remedio, se ha convertido en refugio y películas tan henchidas de sí mismas pero brillantes en lo visual como 'El brillo de la televisión' o 'Smile 2' han intentado salirse de una curva de doma que ahora, a sus 68 años, ha llegado Danny Boyle a reventar. El director inglés, a dos décadas de la primera entrega, vuelve a narrar en clave zombi con '28 años después', tercera película de la saga y una 'recuela' que debería estar considerada entre lo mejor del año sin demasiados problemas.

Casi criogenizado desde 2019, cuando firmó la fallida -y ñoña, en el peor sentido posible- 'Yesterday', el director de 'Trainspotting' y 'Sunshine' había dado señales de reencontrarse consigo mismo en la excelente miniserie 'Pistol', haciendo añicos el mito de Sid Vicious y gozando en la suciedad de la Inglaterra que vino Margaret Thatcher a limpiar con fascismo. Ahora, de la mano de la hombría ridícula que representa Aaron Taylor-Johnson, la desidia aletargada que encarna el personaje de Jodie Comer y la esperanza, tan británica como pícara, con la que pinta al joven Alfie Williams, podemos decir que '28 años después' es la canibalización, el proceso mismo de digestión, de la pandemia y del Brexit en una de las mentes más privilegiadas de nuestro tiempo. El mérito, compartido con un Alex Garland que regresa a sus labores originarias de guion, pasa por deconstruir el nacionalismo inglés, reírse de las dinámicas tóxicas de lo gregario y comprobar hasta qué punto la disociación se ha convertido en nuestro mecanismo de defensa por defecto. Todo ello, claro, firmando además una excelente película de terror y del entretenimiento más puro.

"Lo que vemos, más allá de un cuento corto sobre aprender a ser adulto en un contexto salvaje, es un maestro llegando a la cumbre de su arte: lo feo"

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