Entrevista

Agustín Díaz Yanes: "No me gusta hablar de películas necesarias y que hay que hacer, pero España tiene un déficit con su historia"

El ilustre veterano del cine español explora la operación que provocó el principio del fin para ETA en su esperado regreso a la dirección, 'Un fantasma en la batalla'

Madrid·
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Agustín Díaz Yanes y Susana Abaitua, detrás de las cámaras de 'Un fantasma en la batalla'
Agustín Díaz Yanes y Susana Abaitua, detrás de las cámaras de 'Un fantasma en la batalla' · Fotografía: Lánder Larrañaga

Pese a su experiencia, Agustín Díaz Yanes no estaba seguro de volver a sentarse en la silla de director después de que su anterior película, ‘Oro’, una ambiciosa historia de aventuras ambientada en la conquista de América en el siglo XVI, se estrenara en 2017. "Más o menos había asumido que a lo mejor había llegado el momento de no pensar en dirigir, porque costaba mucho levantar una película y físicamente era muy exigente", reconoce a Kinótico en uno de los autores con una de las filmografías más atípicas y selectivas del cine español. Tras casi 10 años trabajando como guionista, en 1995 se estrenó como director a los 45 años con ‘Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto’ (una película con la que ganó todos los premios de la industria, incluyendo el Goya a Mejor Película, Dirección novel y Guion original). A partir de su triunfal debut, el madrileño solo volvió a rodar cuatro largometrajes más. Y entonces, cuando ni siquiera él la esperaba, llegó el sexto. “Fue Belén Atienza la que me sacó del agujero y me preguntó que por qué no hacía otra película. Dudé sobre si debía dirigirla. Me encontraba un poco mayor. El cine ha cambiado mucho desde que yo empecé, pero nos pusimos a ello. ¿Qué quieres que te diga? Ahora estoy encantado de haberla hecho”, confiesa afablemente antes de empezar a recordar el viaje a la pantalla de ‘Un fantasma en la batalla’.

Díaz Yanes ya había jugado anteriormente con una de sus grandes pasiones, la historia de su país, en sus adaptaciones de la obra de Arturo Pérez Reverte. Sin embargo, había llegado la hora de explorar el pasado reciente de España a través de su mayor trauma, un episodio inabarcable de nuestra existencia que todavía no ha cerrado del todo sus heridas. “Soy muy mayor, así que he conocido de cerca muchas historias relacionadas con el terrorismo. Cuando estuve en la cárcel conocí a varios etarras”, relata un antiguo miembro del Partido Comunista Español que entró en prisión como castigo a su militancia contra el régimen en los últimos años del franquismo. “Siempre pensé que ETA iba a dejar las armas cuando llegó la democracia, pero no fue así. Todos los acontecimientos que hay en la película los he vivido. Te metes en un tema que crees que dominas y después resulta que sabes mucho menos de lo que creías. No me gusta hablar de películas necesarias o de películas que hay que hacer. Cada uno hace las películas que quiere y que puede, pero es verdad que España tiene cierto déficit con su historia”, a diferencia, apunta, de países como Francia, Italia, Inglaterra y Estados Unidos.

Hay numerosas películas españolas que han explorado el terrorismo, pero ninguna de ellas había abordado la operación que precipitó el final de una organización que estuvo activa, de una forma u otra, desde 1958 hasta 2018. “Llegué a la Operación Santuario como he llegado a todo en mi vida, leyendo. No se habló demasiado de ella en los periódicos para lo importante que fue. Conocía el operativo, pero al documentarme sobre ella me di cuenta de que, si se contaba bien, la búsqueda de los zulos de ETA en el sur de Francia podía ser una historia muy cinematográfica”. Díaz Yanes decidió poner al espectador en el punto de vista de Amaia, una joven guardia civil que se pasa más de una década como agente encubierta dentro de ETA. “Siempre me ha gustado escribir protagonistas femeninas. Lo he hecho cada vez que ha sido posible”, explica. La hemeroteca no miente. A su aclamada ópera prima, le siguieron ‘Sin noticias de Dios’ y ‘Solo quiero caminar’. “Creo que le dan un plus a las películas porque las mujeres siempre han estado infrarrepresentadas en el cine. Nunca hubo dudas sobre el personaje protagonista. Era la mejor forma de contar esta historia”.

El cineasta reconoce que lo que más le importaba “era tener el máximo respeto hacia los muertos”, a pesar de que “tenía claro que estaba haciendo una película y no un documental”. Agustín, Tano para todo aquel que haya pasado un rato a su lado, quería que todo lo que saliera en pantalla fuera real. “Hay licencias, por supuesto. No se llega a los zulos como pasó en la vida real, porque el cine es otra cosa, pero todo lo que rodea al personaje y a la operación tenía que ser lo más riguroso posible”. Nada más terminar el montaje, decidió enseñarla a la audiencia más delicada de todas. “Las primeras personas que la vieron fueron las familias de las víctimas que salen en la película. No puedo contar lo que me dijeron, pero se quedaron contentos con el tratamiento de la violencia contra sus familias. Creo que les gustó mucho la película y la prueba es que muchos de ellos vinieron al estreno en San Sebastián, que creo que es significativo. Se lo debíamos y así lo hicimos”. ‘Un fantasma en la batalla’ celebró su premiere mundial a tan solo unos metros de distancia de algunos de los lugares que habían inspirado esta historia. “Estar en San Sebastián era importante para la película”, admite meses después. “Llegué al festival algo preocupado por ver cómo sería la respuesta del público, pero fue extraordinaria”.

Susana Abaitua, en un fotograma de 'Un fantasma en la batalla', de Agustín Díaz Yanes
Susana Abaitua, en un fotograma de 'Un fantasma en la batalla', de Agustín Díaz Yanes · Fotografía: Lander Larrañaga

El cómo antes del qué

Uno de los elementos más celebrados de la propuesta desde su estreno, primero en cines y después en Netflix, es el retrato histórico que hace la película del conflicto armado de forma paralela, aunque siempre interrelacionada, al viaje interno de Amaia. Desde la didáctica introducción de la película a su final, el espectador es testigo de los momentos clave en la historia de ETA. “Fue un proceso largo y que no estaba en el proyecto desde el principio, la verdad”. El cineasta reconoce que, a raíz del maratón de entrevistas en el que se ha visto inmerso ocho años después de su última película, decidió revisar las primeras versiones que había escrito de una historia que nació con otro nombre: ‘Santuario’. Cuando ya estaba avanzada la producción, su equipo descubrió una enorme cantidad de material preexistente que lo cambió todo.

Fue Bernat Vilaplana el que estaba seguro de que podían convivir el las imágenes de archivo y la historia de ficción”, dice en referencia al montador, ganador del Goya por ‘El laberinto del fauno’, ‘Lo imposible’ y ‘Un monstruo viene a verme’. “Me resultó muy elegante y convincente como jugaba con el archivo histórico mientras estábamos rodando el asesinato de Ordoñez. A partir de ahí fue un proceso lento y trabajoso, pero hay momentos donde ha logrado que no distingas bien la imagen real de la imagen cinematográfica que hemos hecho nosotros. Ese era, entre comillas, el truco que buscábamos y que Bernat trabajó fotograma a fotograma para lograrlo”.

A pesar de que han pasado ocho años desde su pérdida, hay otro gran referente del cine español presente en cada escena de ‘Un fantasma en la batalla’: José Salcedo, el montador de sus cuatro primeras películas. “Pepe me cortaba mucho siempre. Como yo empecé en esto como escritor, siempre he confiado en el poder de la palabra, pero la palabra muchas veces te retrasa mucho y acaba aburriendo al espectador. Pepe me enseñó mucho de lo que hoy sé sobre hacer cine”, reconoce, con cariño. En un momento en el que el público se queja de que las película son demasiado largas, Amaia se despide del espectador después de solo 108 minutos en pantalla. Créditos incluidos. “Bernat, siendo de una escuela diferente a la de Pepe, comparte esa concepción casi musical de lo que es hacer una película y de cómo tiene que ser el ritmo. Me iba quitando cosas que yo veía que tenía que sacar, pero que me dolía. Si no, nos hubiéramos alejado de la protagonista y la Operación Santuario, que eran el corazón de la película. Hubo decisiones difíciles, pero Bernat es un genio a la hora de saber qué hay que cortar y por qué”.

Fotograma de 'Un fantasma en la batalla', de Agustín Díaz Yanes
Fotograma de 'Un fantasma en la batalla', de Agustín Díaz Yanes · Fotografía: Netflix

Aunque el madrileño pertenezca a esa reducida corriente de cineastas que atribuyen la mayoría de hallazgos a sus compañeros de viaje, hay otras ideas que salieron directamente de su cabeza. “Las canciones italianas como forma de contacto y protagonistas del clímax de la película fue algo que surgió casi por accidente. Empecé a investigar cómo podían gestionar las comunicaciones entre la infiltrada y la guardia civil. En aquella época no había teléfonos móviles, tenías que irte a una cabina… si lo hacías de forma realista, se lastraba el ritmo de la historia. Un día se me ocurrió lo de las canciones italianas y lo escribí en el guion, pero no se lo dije a nadie más. Tenía miedo de que no funcionara, pero mis productoras creyeron en mí y compraron unas canciones que no eran nada baratas”.

"Tano es exigente a la vez que relajado, sabe mucho de la historia del cine de autor, pero nunca va de director intelectual, dándose aires de gran autor. Es mucho más de hacer que de hablar" (Ariadna Gil)

Agustín Díaz Yanes tenía de su lado a alguien con el que ya había trabajado veinte años antes en ‘Alatriste’, una de las producciones españolas más caras y taquilleras de todos los tiempos, una 'rara avis' en una industria que todavía estaba aprendiendo a perder el miedo al riesgo y la ambición. “Tano es uno de los grandes maestros de nuestro cine. La exquisita calidad de su mirada como guionista y como director es una maravillosa rareza que tenemos que celebrar”, reivindica Belén Atienza, entonces productora delegada a través de Telecinco Cinema de la película protagonizada por Viggo Mortensen y hoy uno de los grandes referentes de la producción en España junto a Sandra Hermida, con la que ha hecho realidad la visión de J.A. Bayona, ya sea la tragedia del vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya o el tsunami que asoló el océano Índico en 2004.

Recién salidos del fenómeno de ‘La sociedad de la nieve’, los tres volvieron a unir fuerzas para hacer posible el regreso al cine de un veterano. “Me han ayudado muchísimo. Me han dado mucha libertad para que yo hiciera lo que quería, pero al mismo tiempo han estado muy encima ayudándome a corregir los problemas que surgían en el camino. No decían las cosas por decir. Estudiaban y reflexionaban las cosas antes de plantearte opciones que, además, eran muy creativas. Y solían tener razón. Belén también estaba muy presente en el montaje, por ejemplo. A veces me iba y dejaba que ella estuviera al cargo. Tenía un criterio y una claridad enormes, y yo sabía que la película estaba en las mejores manos”.

El amor de Díaz Yanes por el espionaje se palpa en cada fotograma de ‘Un fantasma en la batalla’, incluyendo dos escenas que suceden a bordo de un coche y donde la tensión se puede cortar con un cuchillo. “Cuando hay una persona infiltrada siempre hay dos miedos: que tenga el síndrome de Estocolmo y empiece a pensar que los malos no son tan malos como se dice, o que para salvar vidas tenga que matar o utilizar la violencia. Esos dos momentos están en la película, pero yo no quería que contarlos de una forma que resultara tan obvia. Por eso sale la escena del coche, que era inventada, en la que capturan a otro topo y lo matan delante de ella. O la escena en la que el teniente coronel no le dice lo que va a ocurrir porque quiere pasarla a Francia y ella está a punto de morir o, incluso, de matar a un compañero”. La espera era otro de los conceptos que más interesaban al cineasta en su regreso al thriller. “Me pareció muy complicado. Me empapé de muchas películas que jugaban con la espera. Por ejemplo, vi mucho Melville, revisé el Polanski de ‘El escritor’ y hay una película que me hizo reflexionar mucho sobre esto: ‘El puente de los espías’, de Spielberg. Él es un narrador extraordinario y me interesaba mucho cómo contaba una historia en la que efectivamente hay momentos en que solo estás esperando y no está pasando nada aparentemente, pero esa nada tiene que servir para algo. Fue muy útil”.

Poner cara y ojos

Iraia Elias, Agustín Díaz Yanes y Susana Abaitua, detrás de las cámaras de 'Un fantasma en la batalla'
Iraia Elias, Agustín Díaz Yanes y Susana Abaitua, detrás de las cámaras de 'Un fantasma en la batalla' · Fotografía: Lander Larrañaga

Después de seis nominaciones frustradas, Victoria Abril ganó el primer y único Goya de su carrera gracias a su icónica interpretación en ‘Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto’, una película que también le dio el ‘cabezón’ a Pilar Bardem. Ellas fueron las encargadas de inaugurar la galería de grandes personajes femeninos creados por Díaz Yanes. Después llegarían Penélope Cruz, Ariadna Gil, Elena Anaya, Pilar López de Ayala y Blanca Portillo. Ninguna de ellas era la opción adecuada para convertirse en Amaia. “Como ‘Oro’ era mi última película, yo no había trabajado con la nueva hornada de actrices. Tuve la suerte de encontrar a Susana Abaitua”. Lo primero que le llamó la atención de ella fue su cara (“tenía una simpatía natural en la expresión y parecía alguien que podía caer bien desde el principio y encajar en el rol de una infiltrada”) y era importante que fuera vasca, pero había algo que capturó su interés inesperadamente. “Gracias a su experiencia como bailarina, tenía una forma muy particular de moverse. Era muy sofisticada en sus movimientos”.

"Trabajar con Agustín ha sido mi experiencia más cercana a entender lo que es el cine. El respeto y el cuidado de todo. Cada plano, cada decisión, todo tiene un por qué" (Susana Abaitua)

El director tenía una indicación para su protagonista. “Le dije: 'Susana, me tienes que hacer un personaje desde dentro, no desde fuera'. Lo que se ve en pantalla finalmente es gracias a su talento, no el mío. Tanto Paco Femenía, el director de fotografía, como yo habíamos pensado en hacer una película con muchos primeros planos de ella, pero es que es una apuesta que creció mucho en rodaje al ver a Susana en la pantalla”. En un mundo lleno de incertidumbre, Díaz Yanes tiene una cosa clara. “Objetivamente, era la actriz adecuada. Luego entra lo subjetivo, donde alguien coge un personaje que has pensado y soñado, como Susana. Ella ha llegado mucho más lejos de lo que jamás hubiera esperado con Amaia”. Nominada al Feroz por su trabajo en televisión en series tan diferentes como ‘Sé quién eres’ y ‘Patria’, la actriz vasca seguía esperando su gran oportunidad en la gran pantalla. Y entonces llegó Amaia. “Trabajar con Agustín ha sido mi experiencia más cercana a entender lo que es el cine. El respeto y el cuidado de todo. Cada plano, cada decisión, todo tiene un por qué. El respeto por cada departamento y en mi caso, el viaje ha sido un regalo. Querría trabajar con él siempre. Me gusta su manera de crear, de sentir y de plasmar. Agustín es un grande con el que quiero volver a trabajar y que a nivel personal se ha vuelto mi amigo. Siempre le estaré agradecida”, apunta Abaitua.

Toda protagonista necesita un antagonista. El director la encontró en Iraia Elias, una actriz que el cine español no había terminado de aprovechar después de su nominación al Goya a la Mejor Actriz revelación por ‘Amama’ hace diez años. “Es la gran sorpresa de la película. Begoña era un personaje que, físicamente, era muy complicado de encontrar. En el País Vasco hay actrices maravillosas de esa edad, pero yo estaba buscando a Iraia sin saber quién era Iraia todavía”, recuerda hoy el director. “Me gustaban mucho sus ojos y su forma de mirar. Me la descubrió Juana Martínez, nuestra jefa de casting. Me llamó la atención inmediatamente. Vino a verme a la oficina y nada más entrar lo supe. No me equivoqué”. Elias recuerda hoy como el director "confió casi ciegamente en mí,. a lo largo de todo el proceso pude expresarme, debatir, proponer, negociar... de una manera libre y sincera y eso es tan generoso que no te queda otra que dar lo mejor de ti”. La actriz vasca cree que, sobre el papel, Begoña tenía todos los ingredientes para ser un personaje complejo. “En rodaje él fue escribiendo su estilo a través de mi y en montaje decidió finalmente qué mostrar o no de este personaje, qué colores remarcar, esconder... Y es ahí donde se fija, se revela ese personaje. Ahí está su firma personal, su visión”.

Ariadna Gil y Susana Abaitua, en un fotograma de 'Un fantasma en la batalla'
Ariadna Gil y Susana Abaitua, en un fotograma de 'Un fantasma en la batalla' · Fotografía: Netflix

En una película llena de nuevos colaboradores para su director, muchos de ellos provenientes del círculo de confianza de Atienza, Hermida y Bayona, había dos viejos aliados que se aseguraron de que el set de ‘Un fantasma en la batalla’ se sintiera como un hogar para su director: Paco Femenía y Ariadna Gil. “Ari para mí es como de la familia. Me encanta trabajar con ella, pero no está en la película por eso. Era un personaje importante, inspirado en una persona real, pero no aparecía demasiado en pantalla. La película necesitaba alguien con una presencia imponente que capturara el poder que tenía en la organización”, detalla Díaz Yanes. “Para eso Ari es excepcional, porque es capaz de transmitir muy naturalmente una sensación de frialdad. Según aparece en pantalla, te crees inmediatamente cuál es su lugar. Cuando tienes muy poco tiempo para contar tanto en tan poco tiempo, necesitas a alguien que sea capaz de transmitir todo eso con muy poco”.

“He tenido la suerte de trabajar con Tano por tercera vez”, cuenta a Kinótico la actriz catalana, finalista al Goya por sus trabajos en ‘Alatriste’ y ‘Solo quiero caminar’. “Es un director que confía en los actores que elige, que es capaz de ‘verte’ en un personaje antes de que logres estar completamente convencida tú misma. Tano es exigente pero a la vez relajado. Sus rodajes son divertidos y te inspiran a hacer el mejor trabajo posible. Sabe mucho de la historia del cine de autor, y entiende el lugar que ocupan en esa tradición estilísticamente y en cuánto a sus hilos narrativos las películas que escribe y dirige. Pero nunca va de director intelectual, dándose aires de gran autor. Es mucho más de hacer que de hablar”.

Sí Díaz Yanes es más de hacer, que de hablar, la pregunta es inevitable. “Este proyecto me ha dado ganas de seguir haciendo películas, pero también me he dado cuenta de que tienes que estar muy preparado físicamente para hacer cine. Voy a intentar hacer otra película. Si llego bien al momento de hacerla, la haré, porque me ha gustado mucho volver a dirigir. No te diré que lo he pasado bien, porque es una palabra estúpida, pero hacer ‘Un fantasma en la batalla’ ha sido una experiencia muy buena. Estoy orgulloso de lo que hemos hecho y de que haya salido bien. Hacen falta muchas cosas para hacer una buena película: tener un buen equipo, trabajar mucho y tener suerte. Y yo las he tenido todas”.

***Este artículo es posible gracias a la película 'Un fantasma en la batalla', dirigida por Agustín Díaz Yanes y producida por J.A. Bayona, Belén Atienza, Sandra Hermida y Basoilarraren Filmak en colaboración con Netflix

Agustín Díaz Yanes y Susana Abaitua, en el rodaje de 'Un fantasma en la batalla'
Agustín Díaz Yanes y Susana Abaitua, en el rodaje de 'Un fantasma en la batalla' · Fotografía: Lánder Larrañaga

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