Entrevista
Objetivo Goya 2026. 'Llámame Sinsorga', un documental de obra "feminista" que lucha contra la "invisibilización" desde el humor
Charlamos con las responsables de un filme que retrata la restauración de un edificio para albergar el espacio La Sinsorga y la invisibilización de las mujeres obreras

“La habitación propia de Virginia [Woolf] se queda pequeña. Ahora ya necesitamos un edificio entero de cuatro plantas”. Una frase de Irantzu Varela dentro del documental ‘Llámame Sinsorga’, una obra en la que la propia Varela y Andrea Momoitio reconstruyen La Sinsorga, una antigua tienda de novias reconvertida en centro cultural gestionado por mujeres. Dirigido por Marta Gómez y Paula Iglesias y producido por Al Borde Films, construye un relato sobre la necesidad de ocupar los espacios, reivindica el papel de las mujeres en profesiones donde se encuentran invisibilizadas y demuestra la necesidad de fortalecer los lazos comunitarios. Hablamos hoy con Andrea Momoitio, una de sus protagonistas, con sus dos directoras y con Sara Blanco Pérez, productora, sobre un proyecto "feminista", "performático" y "comprometido socialmente" que buscará un hueco entre los nominados al Mejor Documental en los Premios Goya 2026.
‘Llámame Sinsorga’ se estrenó internacionalmente en el Festival Internacional de Cine de Varsovia y tuvo su debut nacional en el ZINEBI. Un proyecto, tanto de restauración como documental, que nace de “pura casualidad”. Varela y Momoito se encontraron con un cartel de 'Se alquila' y empezó la aventura. “Cuando vimos el edificio y sus particularidades y decidimos que queríamos hacer una obra solo con mujeres… entendimos que había una historia que contar y que el mejor lenguaje sería el cine”. Momento en el que Al Borde Films entra en el proyecto, una productora con la que Sara Blanco, Marta Gómez y Paula Iglesias han buscado la forma de contar sus historias construyendo su propio altavoz. Como reconoce Blanco, el interés en el proyecto recae en “cómo se iban a hacer las cosas, el hecho de que lo quisieran hacer solo con mujeres” de una forma que mostrara “que se puede hacer todo de manera distinta a como se ha venido haciendo hasta ahora”.
¿Hacer una obra solo con mujeres? ¿Es posible? ¿Hay suficientes profesionales formadas para reconstruir y remodelar un edificio entero? El proyecto se encontró pronto con la realidad: se trataba de un ideal difícil de materializar, pero lejos de desanimarlas desató la creatividad de las responsables del documental. “Era un reto a muchos niveles. Una película sobre una obra en un espacio cerrado, pequeño y poco atractivo. Hablando de temas que no siempre son fáciles de recibir como el feminismo y la reivindicación de la mujer en sectores masculinizados”, reconoce Gómez, “No pintaba bien para ser una película que entretuviese. Y además pensamos que lo más honesto era asumir también el hacer la película solo con mujeres”.

Un reto asumido por voluntad propia que derivó en muchas conversaciones sobre el lenguaje cinematográfico y “sobre posibles licencias poéticas, simbólicas, cinematográficas...” durante el año y medio que duró el proceso. Paula Iglesias definió la experiencia de la película como “una 'road movie' dentro del edificio” que permitiera al espectador disfrutar. Para la codirectora ha sido “muy bonito poder vivir esto de cerca también con las obreras y sentirse como unas más dentro de lo que era el equipo”, poniendo además los “cuidados en el centro a la hora de ir a grabar” y “con el reto constante de mostrar la colectividad”. Partiendo de la base de que todo rodaje debe plantearse desde el respeto... en este caso era fundamental. "Estábamos grabando a un grupo de mujeres que iban a pasar muchísimo tiempo juntas, solas, bajo presión, en un espacio cerrado, en el que la entrada de hombres generalmente iba a suponer algo hostil, precisamente por lo que significaba, por no haber logrado ese objetivo de hacerlo solo ellas y podía hacer quizá que se cuestionases a sí mismas", destaca Gómez.
El documental integra la mirada directa de la cámara a los avances de la obra y las conversaciones en torno a la viabilidad del proyecto con actuaciones musicales, maquetas y cierta performance que adelanta el futuro de lo que será La Sinsorga como centro cultural. Andrea Momoitio e Irantzu Varela, periodistas ambas, vertebran con sus conversaciones y humor parte del documental. “Teníamos la cabeza tan en la obra que había días que se me olvidaba que íbamos a grabar”, admite Momoitio, “Nos lo pusieron muy fácil. Recuerdo a Adriana con especial cariño, encargada del sonido. Yo siempre me ponía ropa que la molestaba mucho para hacer su trabajo y nunca me puso ni una mala cara. El clima era tan bueno y el ambiente era tan bonito que surgió con bastante facilidad”.
Para las directoras la parte performática sale de forma natural. “Nos movemos en la frontera que separa la ficción y el documental. Hemos encontrado un sitio en el que estamos muy cómodas, que es la no ficción, porque nos permite también explorar esa parte más emocional”, señala Paula Iglesias. En este caso, la performance conecta con el humor y con el carisma de las protagonistas, por lo que buscaron la forma de ser “un poco más transgresoras” jugando con lo performático a su favor. “En una obra pasan cosas todo el rato y no siempre puedes estar ahí”, apunta Gómez, “Ese universo performativo, simbólico y metafórico que solemos utilizar nosotras, aquí nos servía no solo para dar rienda suelta a nuestra imaginación y para permitirnos ciertas licencias; sino que también nos ayudaba a contar cosas en las que no pudimos estar cuando sucedieron”.
Convertir los obstáculos en oportunidades convierte a ‘Llámame Sinsorga’ en la película que es hoy. Desde la rotura de una impresionante lámpara a los ruidos habituales de una construcción, todo alimenta el relato. “Ya que la obra va a ser banda sonora involuntaria, pues vamos a hacer que lo sea de verdad y vamos a hacer que sea un elemento sobre el que nosotras tengamos control", recuerda Gómez sobre como decidieron convertir el ruido en banda sonora, “Pedimos a las músicas que ellas utilizasen su herramienta, que en este caso era un instrumento y que a través de ese instrumento nos contasen cómo sonaría un chelo si fuese un taladro, por ejemplo, o cómo sonaría una batería si fuese un martillo”. Un esfuerzo colectivo que se trasladó también al proceso de rodaje. Como señala Sara Blanco, han pasado “mucho tiempo en la obra” pero era “inviable saber cuando iban a suceder ciertas cosas”, por lo que la parte performativa de la película ayudó a vertebrar en cierta manera a “construir una logística más compleja a nivel de producción y a concentrar a un equipo más amplio para llevar a cabo esas grabaciones con calidad”.

No ha sido un viaje fácil hasta el estreno de ‘Llámame Sinsorga’, la realidad, habitualmente, se adelanta a la ficción. “El reto era que La Sinsorga estuviera abierta cuando acabasen la película”, admite Andrea Momoitio, “Ha habido meses muy complicados en los que había una posibilidad muy real de que se estrenara con La Sinsorga cerrada. Lo que me parecía demoledor”. Pero a Varela y Momoitio todavía les queda energía para mantener el centro a flote y el documental está ayudando a que se acerquen nuevas personas a conocer el espacio. Un espacio de conversación y reunión del que es espejo el propio documental. En el esfuerzo desde la producción de crear un equipo liderado por mujeres también ha habido dificultades. “Cada vez hay más mujeres, pero históricamente hay departamentos con mayor presencia masculina”, recuerda Blanco, “Lo que ocurre actualmente es que a lo mejor una mujer sonidista hay dos de cada diez. Por lo que va a ser mucho más difícil acceder a ella que si fueran ocho de cada diez”. Gómez e Iglesias, con años de experiencia a sus espaldas, están “acostumbradas a trabajar con mayoría de mujeres” e intentan priorizar esa presencia porque les gusta “el clima que se genera” y porque creen “que también hay que dar esos espacios de poder y oportunidad a las personas que puedan tener menos experiencia”. Paula Iglesias cree que con equipos mixtos o no mixtos lo esencial es “que haya un cambio de modelo y que haya otra forma de entender el trabajo y en ningún caso se permitan ni gritos ni faltas de respeto”.
Un viaje y proyecto complejo pero único que resulta en una exaltación de la colectividad. ‘Llámame Sinsorga’ es tan "inspirador" como, en última instancia, aspiracional. “Sin caer en el rollo de ‘si quieres, puedes’; si un grupo de mujeres miramos en la misma dirección es muy posible que logremos aquello que imaginamos”, celebra Andrea Momoitio. Una historia feminista, de sororidad y acompañamiento pero que no delimita su público. “Siempre hemos pensado en como intentar llegar a un público más amplio, no estrictamente vinculado con el feminismo. El humor era una herramienta para esto y quitarle cierto peso”, indica Paula Iglesias, “Me gustaría que la película fuera un mensaje de confianza, de que al final, para que las cosas cambien, hay que confiar y dar espacio. Y eso es un trabajo que tenemos que hacer todas las personas, mujeres y hombres. Es fundamental también que los hombres vean esta película”.
En unos meses, o ya años, en los que el feminismo ha pasado a ser un tema de nuevo incómodo, Marta Gómez espera que ‘Llámame Sinsorga’ empuje al visionado de “audiovisual que haga reflexionar y que promueva una mirada crítica ante lo que está pasando en la sociedad y que consumir este tipo de temáticas deje de dar pereza. Porque cuanta más pereza nos siga dando ir a ver algo que tiene un discurso político detrás, pues menos mirada crítica vamos a generar en la sociedad”. El cine como herramienta de transformación, el documental como espejo de la sociedad, pero un cine con el que “te puedes reír y puedes conocer a unas tías que no solo inspiran, sino que te hacen pasar también un buen rato”. Una obra que “se va construyendo con el guion que ofrece el día a día de una obra”, como bien señala Sara Blanco, y que crea una historia y un contenido “mágico” que supone, además, un "regalo a nivel sonoro y visual" para el espectador: “Esta película entra por todos los sentidos y se te mete debajo de la piel”.
***Este artículo es posible gracias la película ‘Llámame Sinsorga’, dirigida por Paula Iglesias y Marta Gómez, producida producido por Al Borde Films, y cuenta con el apoyo del ICAA (Instituto de la Cinematografía y de las Artes Audiovisuales), EITB, el Gobierno Vasco y el Ayuntamiento de Bilbao
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