'Deadpool y Lobezno', la excesiva, cómica y emocionante plegaria de Disney para salvar el MCU

"Aunque el resplandor que en otro tiempo fue tan brillante hoy esté por siempre oculto a mis miradas. Aunque mis ojos ya no puedan ver ese puro destello que en mi juventud me deslumbraba. Aunque nada pueda hacer volver la hora del esplendor en la hierba, de la gloria en las flores, no debemos afligirnos, porque la belleza subsiste siempre en el recuerdo". Disney, y en concreto Shawn Levy, parece haberse inspirado en la 'Oda a la inmortalidad' de William Wordsworth para construir 'Deadpool y Lobezno', la mejor entrega del ¿superhéroe? más irreverente. La mejor propuesta que, a la vez, muestra también la cara más débil del Universo Cinematográfico de Marvel: la incapacidad (o declarada obstinación) a dar el relevo a nuevas generaciones.

Como en el poema de Wordsworth, los mejores días del MCU han pasado, momentáneamente -aunque la travesía por el desierto ha sido más larga de lo esperado-, pero siempre les quedará un salvavidas: el recuerdo, la nostalgia, la añoranza por un pasado que aún no ha sido posible olvidar. 'Deadpool y Lobezno' es un blockbluster ejemplar. Una cinta ágil, divertida, con un guion mejor trabajado que en sus anteriores entregas y un coprotagonista, Lobezno, que se vuelve la mejor baza de la obra de Shawn Levy. No solo juega con la añoranza por ese Lobezno, al que creíamos muerto tras la impecable 'Logan', sino con la romantización incesante de los últimos 20 años. Los innumerables cameos, bien jugados y autoconscientes, e infinitos guiños al propio MCU, a Disney o a 20th Century Fox, aderezan la película con humor y una ingenua emoción pero a la vez impiden mirar hacia el futuro. El MCU se mira su propio ombligo y esta nueva entrega no puede escapar de la trampa.