Amy Adams, una maravillosa loba en el armario en 'Canina'

La maternidad es brutal, y lo sabemos. Pero si fuera necesario un recordatorio con un poco de gracia, porque no hay nada peor que sentirse sole en este lodazal, Amy Adams y la cineasta Marielle Heller ('Un amigo extraordinario') están ahí para nosotres. En 'Canina', viñetero de dramedia desencadenado por la transformación progresiva en un perro de una madre sin nombre, el colmo no es la “perrunización” de ella sino el estoicismo absoluto con el que la encara. Pero si la barriga de esta Karen ha creado un ser sintiente de carne y huesos, para luego “estrujarlo al mundo por la vagina”, ¿por qué debería extrañarle que le aparezca también una cola en el coxis, o que se le agudice el olfato? Nada nuevo bajo el sol de las embarazadas.

“Soy yo literal”, reza el meme. Si la novela de Rachel Yoder capturaba en las palabras exactas el desquicie compartido entre madres y perras, la adaptación de Marielle Heller –bastante fidedigna, según quien mejor sabe– las enriquece con todo aquello que sólo necesita de una imagen: las ojeras insondables y los ojos rojos, las manos agarradas a una copa de vino (por clavo ardiendo) o la ligera estupefacción del marido de ella (Scoot McNairy, Gordon en 'Halt and Catch Fire'), entre curioso y algo ofendido por la duda. La “normalidad” sabrosa del 'stand-up' viene concentrada en dos horas de 'savoir faire'.