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Critica | Festival de Sitges

‘Rich Flu’ no es la película que querríamos haber visto, pero tampoco es una buena película

En 2019, Galder Gaztelu-Urrutia arrasó en Sitges y Toronto con ‘El hoyo’. Cinco años después, regresa con una superproducción más ambiciosa, pero desnortada

Madrid·Actualizado: 07.10.2024 - 03:55
Fotograma de la película 'Rich flu', protagonizada por Mary Elizabeth Winstead
Fotograma de la película 'Rich flu', protagonizada por Mary Elizabeth Winstead · Fotografía: Festival de Sitges

‘Rich flu’ acumula en Letterboxd una considerable cantidad de reproches, frustrados por la oportunidad perdida tras el magnífico concepto alto de su premisa: un apocalipsis que ataca sólo a la clase alta, comiéndose a la humanidad de arriba para abajo. Efectivamente, esta suculenta idea (para el virus, ¿dónde empieza y acaba el concepto de riqueza? ¿en qué condiciones es una persona rica?) apenas se explota en una película mucho más enfocada en emplear la caída como arquetípica forma de redención personal para su simpática protagonista, llamada en un ribete ocurrente Laura Palmer e interpretada por una correcta Mary Elizabeth Winstead.

El público puede haberse enfadado por la oportunidad perdida, o puede aprovecharla para hacer otra película muy distinta, una que no sea tan disgustosamente empática con una millonaria. Mientras tanto, empleemos esto que llamamos crítica para ver cómo funciona la obra que sí tenemos entre manos… Un análisis algo más complicado, ya que ‘Rich flu’ crece en equilibrio entre la gravedad de su carácter y su propia negación. En su primer acto, cuando el virus contra la clase alta aún no ha estallado, la película de Galder Gaztelu-Urrutia reparte juego entre la sátira sobre las excentricidades de la riqueza hiperbólica y el ascenso excitado de Laura, esta joven millonaria que monopolizará la voz narrativa de forma que sus alegrías sean también, un poco, las nuestras.

Resulta curioso que el director de ‘El hoyo’ ironice poniendo en palabras de un cineasta pomposo y fracasado aquello tan entusiasta como impostado de vender tu proyecto como “una montaña rusa de entretenimiento y provocación mental”. Al mismo tiempo, la gran ambición del bilbaíno será justamente resolver dicha fórmula: acercarnos lo suficiente al personaje de Mary Elizabeth Winstead para que exceda la condición bidimensional que conlleva la etiqueta de millonaria y nos importe como ser humano, sin perder nunca el carácter de fábula del cuento que protagoniza. Esto no es una apuesta humilde.

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