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VIDEOCOLUMNA

'La homilía' de Vallín. La Bruja Escarlata quiere instalarse en tu casa para negar el mundo

El hogar es patria de la certeza y antítesis de la libertad, por eso los nostálgicos quieren hacer del mundo una sitcom mientras el cine español solo habla de casas

Madrid·Actualizado: 25.10.2024 - 06:00
El periodista Pedro Vallín, durante una de las ediciones de su video semanal 'La homilía'
El periodista Pedro Vallín, durante una de las ediciones de su video semanal 'La homilía' · Fotografía: Kinótico

La casa familiar se ha convertido en nuevo tema predilecto, casi obsesivo, del audiovisual. Hablábamos la semana pasada del famoso poema de Gabriel Aresti 'La casa de mi padre' cuyos versos finales, en castellano, dicen: "Me quitarán las armas y con las manos defenderé la casa de mi padre; me cortarán las manos y con los brazos defenderé la casa de mi padre; me dejarán sin brazos, sin hombros y sin pechos, y con el alma defenderé la casa de mi padre. Me moriré, se perderá mi alma, se perderá mi prole, pero la casa de mi padre seguirá en pie". Es fácil deducir por qué estos versos son piedra angular del nacionalismo vasco, pero podrían serlo también del nuevo cine español.

No hay tanta distancia entre el éxito de 'Alcarrás', de Carla Simón, la notable adaptación del cómic 'La casa', de Paco Roca, firmada por Álex Montoya, o el taquillazo logrado por 'Casa en flames', de Dani de la Orden, y la temática de Aresti, pero es notable que estos títulos se sumen a otros muchos recientes con el asunto del hogar y el paraíso perdido o maldito como tema, tales como 'Las niñas', de Pilar Palomero, 'Viaje al cuarto de una madre', de Celia Rico Clavellino, o 'Creatura', de Elena Martín Gimeno. Decíamos hace unos días que el hogar es espacio y el mundo es tiempo, que la casa es certeza y la intemperie es incertidumbre. Por eso es notable que 'La virgen roja', de Paula Ortiz, proponga esa dialéctica familia/mundo u hogar/intemperie en sus justos términos de prisión/libertad. Como se ve en esa madre, Aurora, fascinante creación de Najwa Nimri, no solo el tradicionalismo rancio es caldo primordial de la batalla contra los libres.

Una de las películas que mejor recoge esta tensión interior/exterior, entre el refugio y los meteoros, es el anime 'Maboroshi', de Mari Okada (disponible en Netflix), historia de la ciudad y el valle de Mifuse que, tras un accidente en la planta siderúrgica que domina la economía local, quedan aislados del exterior y detenidos en un eterno invierno. Desde entonces nadie envejece. Uno de los trabajadores de la acería, convertido en líder local, convence al resto del pueblo de que la maldición es castigo de los dioses de la montaña por la extracción mineral y que el valle no regresará al curso del tiempo ni saldrá del aislamiento en tanto los dioses no los perdonen. Pero la condición para ese regreso al mundo real es que hasta entonces nadie cambie, nadie evolucione. Por eso se obliga a la población a rellenar periódicos test de autoanálisis para verificar que cada ciudadano es, en sus gustos, sus anhelos y su forma de pensar sobre el mundo y sobre los otros, idéntico a sí mismo indefinidamente.

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