ENTREVISTA
Santi Trullenque: "Te postulas a todos los festivales del mundo y todo lo que llegan son negativas, es un reality check brutal"
El director catalán estrena el viernes 20 de enero su primer largometraje de ficción, un western y drama familiar que huye del género bélico
A unos días del estreno de 'El frío que quema', Kinótico charla con su director Santi Trullenque (Barcelona, 1974). Con una nominación a Mejor película en los Premios Gaudí bajo el brazo, al director le espera una semana intensa de promoción entre Madrid y Barcelona. La película, después de verse retrasada por el COVID-19, afronta el verdadero desafío: la taquilla. Santi espera que el público acuda a ver este western de alta montaña, ambientado en la Andorra de la Segunda Mundial, y sobre una figura poco explorada en nuestra cinematografía, los pasadores.
Greta Fernández, Roger Casamajor, Pedro Casablanc, Adriá Collado y Daniel Horvath, entro otros, protagonizan esta producción histórica; y su director nos habla de los desafíos a los que se ha enfrentado para dar vida a esta comunidad, a la vez que nos da su visión sobre el estado de la industria cinematográfica española.
Te encuentras en plena campaña promocional de 'El frío que quema', tu primer largometraje de ficción. Has hecho cortos, televisión, documentales… ¿Cómo ha sido rodar este proyecto y qué diferencias has encontrado frente a tus anteriores proyectos?
Aquí podríamos hacer un seminario, sabes? La verdad es que rodar un largo no debería ser muy diferente a rodar cualquier otra cosa pero lo es desde un punto de vista económico, el cine es una cuestión también industrial, no solo artística, y requiere de muchísimos esfuerzos, hay un esfuerzo económico, hay un esfuerzo de talento y hay un esfuerzo de logística. Se rueda siempre de la misma forma y con las mismas preocupaciones, con las mismas incertidumbres. Una cosa es la película que tienes en la cabeza y otra película es la película que estás rodando, o la que quieres rodar y otra es la película que puedes rodar. Y cualquiera de ellas hay que defenderla. Uno de los trabajos del director es el de convivir un poco con la renuncias.
El hecho de que sea una adaptación de una obra teatral, escribir mano a mano esta adaptación con Agustín Franch, autor de la obra original, ¿supone admitir más renuncias en el proceso de construcción de la película
Mira, es una pregunta súper interesante que solo se puede responder de forma sincera, o sea, todo lo demás es postureo. Que tengas buena relación con el guionista es fundamental, porque ahí va a haber un montón de discusiones, se van a imponer ideas. Hay una negociación permanente pero ,al final del día, la película es del director. Yo soy de esos que siguen creyendo que la película pertenece al director. Yo creo, que, para bien o para mal, las decisiones son del director. Yo no soy de los que cree que esto es transversal y que todos todo lo negociamos o lo consensuamos. Hay una cosa para mí muy importante en el cine, y que realmente me cuesta encontrar hoy en día, que son películas con carácter y personalidad. Yo si te voy a vender algo, es carácter y personalidad.
Hay tanta renuncia, tantos sacrificios que respecto a la ambición original si al final del proceso, una vez la película está en la pantalla, has sido capaz de guardar algo de esa ambición, ostia, es un éxito, ¿sabes? Pero hace falta personalidad, carácter y determinación, y eso solo es del director. Luego los otros, por supuesto, te siguen, creen en tu visión o no, y vas a tener que pelearte no solo con el guionista sino con todo el mundo.
"El frío que quema" trata sobre la figura de los pasadores en Andorra. Existe en España una concepción sobre un sobreexceso de películas que abordan cuestiones relacionadas con la guerra civil y la dictadura. En este caso, viajamos al país vecino en el contexto de la Segunda Guerra Mundial pero ¿crees que caerá la película en ese mismo cajón? ¿Y qué te atrajo de esta historia para llevarla al cine?
Esta cosa de los géneros… Es cierta esta idea asentada de las películas de la guerra civil que deviene en un su propio género, o falsamente llamado género. Luego tenemos que añadir que en las películas de la Segunda Guerra Mundial hay un subgénero que son las películas de judíos y alemanes.Y así te lo cuentan los distribuidores, es decir, hay un nicho de mercado especializado dedicado a las películas en las que aparecen judíos y alemanes. Había una como una discusión a la hora de vender la película con Filmax: ellos querían la esvástica en el cartel, yo no la quería. La Segunda Guerra Mundial es la excusa que nos da pie para desarrollar un drama familiar y un western ¿no?
A mi me interesa fijarme en la comunidad y en los aspectos antropológicos, en esas canciones, esa cosa más intangible, incluso anímica de la pequeña comunidad que estamos describiendo. Y luego evidentemente ahí hay un drama familiar en el que los secretos y las cosas que no se dicen o se han impuesto tiene más fuerza que las cosas que se dicen.
Los personajes de tu película se mueven constantemente en una zona de grises, ellos son víctimas de las circunstancias que les rodean, pero son a la vez también en parte verdugos y ejecutores de decisiones que podríamos calificar incluso de malignas...
Creo que los personajes tienen razones para hacer lo que hacen en un medio en el que se impone la supervivencia. Punto y pelota. La moral es mucho más básica, es atávica. Es algo antropológico y si añades esos odios familiares, que de alguna forma se heredan, que es capaz de saltar de generaciones incomprensiblemente, y de renovarse y de encarnarse en las siguientes generaciones; eso se convierte en una maldición que acabará destruyendo la familia. Me interesa que los personajes no sean de una sola pieza, que no sean buenos ni malos. Es una cosa muy ‘southern gothic’, muy de literatura americana del Sur. Esta cosa de Flannery O'Connor que me encanta. Personajes que están hechos por una parte de voluntad pero también de mal.
Es llamativo el personaje de Daniel Horvath, un villano con una estética absolutamente imponente, incluso sexualizado en cierta medida… ¿Funciona como baremo extremo para que el resto de personajes se muevan dentro de una escala moral más aceptable?
Sí, seguramente. Si hay una anomalía en la película, o un elemento exótico respecto al conjunto, es este capitán alemán. Yo no quería hacer un retrato fidedigno de un criminal nazi. Yo lo utilizo como un arquetipo, me interesa el personaje que llega a una comunidad y la revienta. Sirve de motor. Te puedes imaginar cómo llega aquí aunque no se cuenta, ha cometido algún tipo de abuso o insubordinación y lo han castigado.
En la película escuchamos hasta cuatro o cinco idiomas (español, polaco, hebreo, catalán). Es muy habitual que en las producciones de habla inglesa se pierda esta riqueza y lo que supone la barrera idiomática. ¿Cómo se plantea un guión y un rodaje con esta variación de idiomas, que además dan carácter a cada personaje?
Desde el guión con la voluntad muy firme de que cada uno va a hablar su lengua; y en el rodaje justamente intentando crear este tipo de lost in translation, una situación en la que nadie sabe quién es el otro ni sus intenciones ni lo que piensa. La verdad es que a la hora de rodar incluso con los actores polacos era mantenerlos un poco despistados, un poco en un lugar de nadie. Acostumbrarlos un poco a esa incertidumbre, a joderlos en el buen sentido para conseguir reacciones. Había muchas otras secuencias justamente en las que desarrollamos esta sensación pero no pudimos mantenerlas. O le añadíamos una hora más a la película o no había término medio.
Es llamativa la abundancia de canciones en la película que eran algo muy común en esa época y en otras generaciones: Hemos perdido el festejar con canciones e incluso el purgar el dolor y el luto… ¿Cómo ha sido la elección de las canciones, con qué intencionalidad las has incluido
Es exactamente lo que apuntas. Todas son canciones tradicionales que nos sirven para construir lo que a mí me gusta decir como lo intangible, ese mundo anímico, darle presencia y darle credibilidad a esa comunidad. Uno de mis referentes más importantes es Michael Cimino con ‘El cazador’. Es un director que a mí me encanta por su extremada sensibilidad y porque justamente utiliza esas estrategias. Y me gusta especialmente porque nos hemos vuelto morosos, no le dedicamos suficiente tiempo en pantalla a esas dinámicas, a ver a esta gente cantando o tocar o bailar… En esta película dedica 55 minutos a una boda, a darle poso a esos personajes, para que en el tercer acto el peso de lo que ha ido construyendo caiga como una losa. Esa comunidad no puede beber solo de rostros de extras y de vestuario.
Esa comunidad que rodea al personaje de Greta Fernández es la que la empuja a una transformación radical en la película…
Totalmente. Bueno, eso me encanta, como en este personaje básicamente se acaba imponiendo su instinto de conservación, el suyo y el de la niña que espera. Esta película la empezamos a rodar con Aida Folch, con ella el registro era otro, más maduro; con Greta hemos conseguido una mezcla diferente, es un perfil más joven en una época en la que se te obligaba a ser adulto. Hay una caracterización muy potente de Greta, muy curtida, y, a pesar de todo, consigue sobresalir la belleza. Y creo que hace un trabajo muy instintivo, le sale de dentro. Creo que en nuestro país, a veces, hay un problema de contención con los actores. Se van a un exceso. Como director siempre favorezco que un actor pueda decirme esa frase del guion con una mirada o un gesto antes que verbalmente, para mí es fundamental.
Comentabas el cambio de actriz de Aida Folch por Greta Fernández, pero no es esta la única circunstancia excepcional por la que pasó la película…¿Cómo afectó a la producción el confinamiento?
Egoístamente tengo que decirte que es posible que, a pesar de del drama y la tragedia del COVID, es posible que a nosotros nos beneficiara, pero esto no lo sabíamos. Empezamos a rodar el 9 de marzo del 2020, 4 días más tarde nos íbamos cagando leches de Andorra. Huíamos porque nos cerraban la frontera. Lo dejamos todo atrás: dejamos los decorados montados, los camiones cargados con material… porque creíamos que íbamos a regresar al cabo de 15 días. !Y tardamos siete meses! Eso si, no fuimos estúpidos y lo aprovechamos para rehacer, repensar, y mejorar muchas cosas o algunas dudas que teníamos, cosas de la fotografía, cosas de la dirección de arte…
Entrando en la última etapa de este proyecto, solo falta entregarla al público, ¿Cómo se vive ese proceso?
Después de tantos años, lo importante es este maratón que nos queda. Esto de hacer una película es una cosa muy difícil y muy compleja, pero venderla y promocionarla, comunicarla, es tan difícil o más. Ahora no puedo abandonar. Hay que ganar la simpatía del público. Y ser muy consciente de cómo es nuestra película. Tienes a Greta y una película vistosilla pero somos lo que somos y tenemos mucha competencia.
Yo respeto muchísimo la gente que todavía va al cine y paga 8 euros o 10 euros por una entrada, eso es una cosa muy importante que a veces en nuestro sector no se le da mucha importancia. Hay que ser considerados, hay que darle importancia a que las películas puedan funcionar económicamente, y que la gente vaya al cine, y pague entrada, y haya una recaudación. Si queremos hablar algún día de Industria tenemos que darle importancia a estas cuestiones. Competimos con Netflix, con Amazon, con Whatsapp, con Tinder… con tantas opciones de ocio que el hecho de que alguien decida ver nuestra u otra película es casi un milagro.
Y ha sido duro llegar hasta aquí. La gente parece que disfruta cuando la hemos proyectado, pero a lo largo del año te postulas a todos los festivales del mundo, de nivel A, B y Z… y todo lo que llegan son negativas, pues es un reality check brutal.
Y una vez estrenada… ¿Necesitas un tiempo para ubicarte o estás ya pensando en cuál va a ser el siguiente paso, cuál va a ser el siguiente proyecto?
Yo soy de los que cree que hay que tener diferentes proyectos abiertos, nunca sabes el que va a salir adelante. Y si, tengo varios proyectos en marcha, especialmente uno para rodar en Andalucía sobre un verdugo en la década de los 50, pero veremos donde va a parar.
Por tus palabras en las respuestas anteriores, deduzco que ves complicado hablar de una industria del cine en España robusta al menos…
Sí claro, es un debate. Yo creo que es el debate sempiterno de nuestro cine. Y hasta creo que más en Cataluña. Yo creo que no podemos hablar de una industria plenamente desarrollada. Si todavía dependes en buena parte de un sistema de subvenciones, estás dependiendo también de la sensibilidad cultural de un gobierno. Eso es muy importante. Por supuesto debemos tener unos políticos o unas políticas culturales que sepan o que determinen que este sector puede ser estratégico.
Hay que tener la capacidad de hacer películas que lleven a la gente al cine y que ese dinero de alguna forma también se pueda revertir en nuevos proyectos. También seria clave una Ley de Mecenazgo como Dios manda. Werner Herzog me transmitía que como director tienes derecho a hacer tu película pero tienes la obligación de no arruinar a tus productores. Ese es el secreto de una carrera larga.
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