Entrevista
Antonella Sudasassi: "Si los académicos votan por 'Memorias de un cuerpo que arde', están votando por toda una industria"
Convertida en un fenómeno de público, ‘Memorias de un cuerpo que arde’ aspira al Goya a Mejor Película iberoamericana y llega a las salas españolas el 21 de febrero
En pocos años Antonella Sudasassi Furniss ha hecho historia por partida doble. Por un lado, ha derribado tabúes con sus historias centradas en mujeres. Por otro, ha sido la primera directora costarricense nominada dos veces al Goya. El nombre de la directora costarricense vuelve a figurar entre los cinco largometrajes nominados a Mejor Película iberoamericana con su segundo filme, ‘Memorias de un cuerpo que arde’, una extraordinaria docuficción que entabla un diálogo intergeneracional y retrato sobre el amor, la sexualidad, los deseos, las violencias, la vejez.
Desde Costa Rica, la reconocida directora y guionista tica, representante de una de las cinematografías más sobresalientes y únicas de Centroamérica, despliega la artillería de cara a los Goya, así como al estreno en salas comerciales españolas el próximo 21 de febrero de este fenómeno de público. Hablamos con ella de los retos del formato elegido para abordar esta historia, del público intergeneracional que ha llevado a las salas, de coproducir y de sus valores como aspirante al Goya, entre otros muchos temas.
¿Cómo ves el hecho de que ‘Memorias de un cuerpo que arde’ dialogue con dos filmes que están teniendo un revuelo internacional y que han abierto muchos debates como lo son ‘Babygirl’ (Halina Reijn) y ‘La Sustancia’ (Coralie Fargeat)?
Definitivamente, hay una búsqueda por retratar o tratar esos temas, esos cánones de belleza tan absurdos que se imponen a los cuerpos femeninos y esa sexualidad en la madurez que se abordan desde distintos lados. La inquietud que surge es la misma: tener protagonistas femeninas, tener visibilidad y personajes más complejos y en una búsqueda. No en vano, esas películas están hechas por directoras. Ahí hay una cuestión de vernos, de ver nuestras inquietudes reflejadas y respondidas en pantalla, y creo que precisamente por eso hacemos cine, porque estamos con muchas preguntas sin responder. A través de las historias abordamos esos temas que quizás se nos escapan. Y es a través de la exploración artística que vamos respondiendo y encontrando respuestas.
Otro de los grandes riesgos que asumiste fue decantarte por la docuficción. ¿Se puede hablar de ventajas y desventajas de ese género?
Obviamente la película tuvo un reto formal importante porque parte de una investigación documental. Al empezar a hablar con ellas [Ana, Patricia y Mayela, quienes dieron sus testimonios] y solicitarme el anonimato, ya de por sí se presentaba un reto que había que resolver. La idea de trabajar con actrices [fantástica Sol Carballo en el rol principal] pues se debe a eso, para mostrar esos cuerpos, esas historias y sentirlas en la piel. Definitivamente, fue desafiante el desarrollo de la película porque muchas veces lo que nos preguntaban era qué se iba a ver en pantalla, y costaba entenderlo. También creo que hay una cuestión de las etiquetas que la industria ha ido abandonando un poco, ya esa delimitación entre documental y ficción está bastante borrada porque es entender que no hay nada veraz. Es una exploración artística de un hecho real como lo puede ser también una ficción, por lo que hay que ir borrando esas líneas y más bien disfrutar las películas por lo que son.
¿Dónde encuentras la valentía para decidir hacer una película diferente, hablar de lo que a te mueve y conmueve, y así lanzarte al vacío tal como lo has hecho tanto con ‘El despertar de las hormigas’ como con ‘Memorias de un cuerpo que arde’?
Hago cine porque había otras mujeres que lo hicieron antes que yo, tener esos referentes fue fundamental porque me hizo creer que yo podía. Siempre hay un camino antes, que abrieron otras colegas en Costa Rica, lo he seguido y es lindo también ser camino para otras que vendrán. Por otra parte, creo que de alguna forma tanto ‘Memorias de un cuerpo que arde’ como ‘El despertar de las hormigas’ surgen de confrontarse con la realidad de que Costa Rica es sumamente conservadora, donde hablar sobre la sexualidad femenina sigue siendo un gran tabú. Salen pues desde un lugar muy visceral que era el querer poner en pantalla estas cosas de las que no hablamos. También el retratar esas violencias que acompañan estos temas, porque cuando no se hablan las cosas, se generan muchas violencias alrededor. No sé si es valiente o no, pero es continuar esa búsqueda, de responder también a todas esas preguntas e inquietudes que yo tenía y seguir el instinto creativo de la relevancia de esos temas a los que hay que darles voz, un espacio. Y, ¿qué mejor lugar que la pantalla que pone una lupa y los magnifica? Entonces es también aprovechar la oportunidad que brinda el cine para generar un diálogo.
Una buena parte de los premios que ha ganado tu película en diferentes países son otorgados por el público, como el primero en la Berlinale. Esa una prueba de que este tipo de historias sí interesan y venden.
Cuando estrenamos en Costa Rica se dio un fenómeno muy hermoso, mujeres jóvenes llevaron al cine a sus madres y sus abuelas. Iba casi toda la familia, de tres o cuatro generaciones, a las salas de cine. También hubo grupos de mujeres adultas que iban incluso hasta en buses desde zonas rurales a las ciudades para poder ver juntas la película. Ese fenómeno hermosísimo me reafirma la búsqueda que tuve por hacer esta película y por seguir contando este tipo de historias. No se trata de tener la razón. Los premios del público representan esa cercanía que tenemos a pesar de las distintos contextos culturales y sociales. Cuando uno piensa que jamás esta película iba a resonar en Alemania o en Corea del Sur, pero sí lo hace, es porque nuestra vivencia es más similar de lo que creemos. Sinceramente, me agarró por sorpresa que resonara tanto en el público porque cuando uno está haciendo la película no hay tanta claridad de cómo va a ser percibida por la audiencia; esperás que empaticen con la historia y demás, pero no tenés certeza, todo es una gran sorpresa desde que la liberás, por decirlo así, al mundo. Pero también hay una ambigüedad, ya que quiere decir que las vivencias de las mujeres en los distintos países han sido similares, para bien y para mal. La película retrata el espectro de la vida que tiene sus cosas buenas, no tan buenas y sus cosas malas. Entonces, ahí hay un hilo conductor de esa experiencia vital de las mujeres en el mundo que conecta mucho con esta película.
A lo largo de todo el proceso del desarrollo del proyecto, ¿cómo lograste mantenerte tan clara en tus propósitos?
El proceso me atravesó desde la incertidumbre; era algo distinto, no estaba haciendo una película de ficción como tal, ni un documental, eso suponía retos que incluso perméan el proceso creativo. Recuerdo que me paralicé a la semana de rodaje, sentía que no era la película que teníamos que hacer. O cuando entré a edición diciéndole al montador: ‘Tenemos que inventarnos una película de acá’. Y al final terminó siendo lo que estaba escrito en guion. En ocasiones se duda durante el proceso, pero si te acompañás de un equipo que cree en la idea, va contigo en esa búsqueda, y eso es lo más hermoso de hacer cine.
¿Cómo fue la conexión con la productora catalana Estephania Bonnett (Playlab Films) y cuáles son los beneficios de la doble nacionalidad de la película?
La industria cinematográfica en Costa Rica sigue siendo incipiente, y a la película le aporta muchísimo valor postproducirla fuera. Conocía a Estephania a través de la directora colombiana Laura Otálora; nos fuimos reuniendo poco a poco, quería asegurarme de entrar en confianza porque una coproducción es prácticamente un matrimonio, vas a estar involucrada por años hasta que se termine el proyecto y después en la distribución. Entonces tenés que saber con quién estás trabajando. Tomamos la decisión de trabajar juntas, y la verdad es que aportó muchísimo a la película. De hecho, el primer fondo que nos dieron fue del Instituto Catalán de Empresas Culturales (ICEC), que nos dio un empujón para poder solicitar luego El Fauno [fondo de Costa Rica] e Ibermedia. Ha sido una gran colaboración y sigue siéndolo, estamos superfelices, y tanto es así que el próximo proyecto también será con Estephania Bonnett. ‘El despertar de las hormigas’ también había sido una coproducción con España, es muy natural que ese país coproduzca con Latinoamérica por la facilidad del idioma, y esa colaboración nos permite alimentar los proyectos y engrandecerlos. Para hacer cine, sobre todo en Costa Rica, sí o sí tenés que coproducir, encontrar aliados o aliadas para poder desarrollar tus proyectos de la mejor manera posible.
‘Memorias de un cuerpo que arde’ costó unos 380 mil de euros, ¿qué tan difícil es sacar adelante un proyecto como este?
Siempre es complejo especialmente porque el fondo El Fauno, que nació como una voluntad directamente del Instituto de Cine, da poca plata en términos de industria en comparación con fondos de Colombia o República Dominicana. Además, te obliga a ser coproducción mayoritaria, lo cual definitivamente limita el presupuesto. Tampoco te permite llevar proyectos paralelos, y de alguna forma restringe el crecimiento profesional. Definitivamente, tenemos que seguir trabajando para que ese fondo crezca pero hay poca voluntad política. Sin embargo, El Fauno se agradece infinitamente porque ha hecho que la cinematografía costarricense crezca de forma cuantitativa y cualitativa, de 10 o 12 películas que existían cuando yo estaba estudiando se ha pasado a 10 o 12 proyectos anuales. Coproducir es absolutamente necesario porque si no te quedás con un fondo muy pequeño y eso limita incluso hasta el tamaño de la producción. En ese sentido es superrelevante e importante para nuestra industria lograr que una película como ‘Memorias de un cuerpo que arde’ se cuele en espacios tan importantes como los Goya, a sabiendas de que estamos compitiendo con cinematografías mucho más consolidadas y con grandes presupuestos como la de Brasil, Chile o Argentina, algunas respaldadas por incluso Netflix. Que estemos entre las nominadas abre camino, hace que otras crean que es posible y apunten hacia eso; tenemos que seguir abriendo brechas y, como decimos vulgarmente, continuar pellejándola.
Has hecho historia al ser la primera directora costarricense nominada dos veces al Goya, ¿cómo se traduce eso en términos de carrera artística y en impulso de nuevos proyectos?
Me plantea una necesidad de seguir creciendo, y obviamente es un gran honor. Me enorgullece muchísimo, gracias al trabajo del equipo que lo dio todo para que esta película haya logrado lo que ha logrado. Mi objetivo es continuar creando, a pesar de ir constantemente a contracorriente.
¿Cómo se construye una campaña en temporada de premios apuntando al Goya y cuál es la importancia de hacer ese trabajo?
El simple hecho de estar nominados ya te da una plataforma para que se hable de la película, así como para generar prensa y promoción de cara al estreno en salas españolas el 21 de febrero. Por otro lado, honra y valida el trabajo que se ha hecho. Y sí, es muy importante hacer un esfuerzo para promocionarla con los recursos que tenemos, que son limitados. Una nominación sirve para que más gente escuche de la película, y para darle voz y visibilidad a este tipo de cine. Estamos muy emocionadas de que se vea dentro de la lógica de los Goya, y que también más público regular vaya a las salas y se dé la oportunidad de conocer una película de Costa Rica que trata sobre estos temas complejos que no se suelen ver en el cine.
¿Por qué los académicos deberían votar por ‘Memorias de un cuerpo que arde?
Porque es una película arriesgada, distinta, que trata temas poco convencionales y con un formato osado, no es una película tradicional como las otras. Y de última somos la película 'underdog', chiquitita, y dar valor a otras cinematografías permite que esa industria [la tica] siga creciendo. Así que si votan por ‘Memorias de un cuerpo que arde’, están votando por toda una industria; eso le da cierto valor y relevancia al voto. Así mismo, al votarla se dan la oportunidad de conocer una cinematografía distinta y emergente que también es interesante e importante.
Actualmente son las mujeres cineastas quienes están poniendo en alto la industria cinematográfica de Costa Rica. ¿Qué están haciendo bien las directoras ticas para sobresalir no solamente dentro, sino también fuera de Costa Rica?
Estamos haciendo cine más arriesgado, más intuitivo, estamos contando historias que no se habían contado antes. Creo que pasa también por esa mirada femenina que aborda temas desde un lugar distinto al que hemos estado acostumbradas y acostumbrados porque hegemónicamente el cine ha estado contado por hombres blancos. Aparte de sensibilidad e instinto, también hay mucha fuerza detrás de estas historias, así como de quienes estamos trabajando en cine. Al ser una industria tan incipiente, no pasa por jerarquías que existen en otras industrias; su permeabilidad permitió que nosotras la fuéramos construyendo, y de hecho desde los inicios de la industria cinematográfica costarricense, en las décadas de los 50, 60 o 70 muchas directoras fueron pioneras en el documental, y nosotras seguimos detrás ya más haciendo ficción. Pocos países tienen tanta representación femenina, por lo que la cinematografía costarricense es única.
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