Avelina Prat viaja a lo adulto en 'Una quinta portuguesa': "Es porque he empezado como autora en el cine bastante tarde"

"El germen del proyecto fue una noticia que leí en el periódico en la que se leía que un señor declaraba estar vivo. Se trataba de la historia de un hombre que lo había dejado todo atrás, se había marchado a Venezuela y, cuando quiso volver, no podía hacerlo porque su familia lo había dado por muerto. No constaba. Eso me hizo pensar en qué podía pasar por la cabeza de alguien que decide dejarlo todo atrás, y así se me ocurrió esta historia", explica elocuente la directora Avelina Prat, que estos días compite por la Biznaga de Oro con 'Una quinta portuguesa' en el Festival de Málaga. Arropada por sus dos protagonistas, Manolo Solo y María de Medeiros, la realizadora visitó el set audiovisual de Kinótico en el certamen andaluz y tuvo tiempo de discutir lo desvestido de un guion (que es el gran punto fuerte de la película), lo específicamente adulto de su cine e incluso las habilidades jardineras del ganador del Goya por 'Tarde para la ira'.

En el filme, Prat no pierde el tiempo: una mujer rubia y decidida, sale de casa y coge un bus para no volver jamás. Justo después descubrimos que se trata de la esposa balcánica del personaje al que interpreta Manolo Solo, un profesor universitario de andar triste que no sabe por dónde le van a venir. Esa desaparición voluntaria sirve de acicate, en la trama y en la vida del personaje, para empujarle a salir de su zona de confort. A la sazón, un viaje a Portugal, una suplantación y también una plantación, literal reconvirtiéndose en jardinero y metafórica insertándose en la villa lusa del título. Así es como el protagonista se cruza en la vida de Amélia (Medeiros) y puede comenzar el viaje hacia el reencuentro con las esencias de uno mismo. "Cuando estaba escribiendo, estaba pensando en Manolo [Solo] todo el rato", explica Prat, que ya trabajó con el actor en un cortometraje previo.

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"En el guion", responde lacónico el protagonista, preguntado acerca de dónde busca realmente los manierismos de su personaje. Para luego seguir: "Intento tirar las conexiones conmigo mismo, imaginarme que estoy ahí y que me pasan esas cosas. Ya sé cómo reacciona, porque lo pone en el guion, pero intento rellenar esas acciones con algo que a mí me parezca verosímil y emocionalmente creíble (...). La historia no es realista, tiene un toque literario, de cuento y de mitología, de personaje al que los dioses castigan y luego le ponen delante un elemento de redención", apunta Solo. A su lado, una Medeiros que ni mucho menos debuta en nuestro audiovisual (participó en 'Cuéntame'), explica qué le atraía del proyecto: "Me quedé muy feliz cuando Luis Urbano, el director portugués, me abordó. La idea de la coproducción entre nuestros países me llamó mucho la atención, y luego se sumó el guion, maravilloso, de Avelina [Prat]. Descubrí una directora con un mundo muy personal, muy suyo y un lenguaje muy original. Todo eso me atrajo mucho (...). Me gusta mucho lo de hacer la lectura clásica de la película, como una odisea", concreta.

Prat, que durante décadas ha trabajado como asesora de guion para autores como Fernando Trueba, Cesc Gay o Javier Rebollo, desviste aquí su propio texto para convertir el filme en uno de mínimos: "En la primera escritura, siempre escribes de más. Y luego vas quitando, vas quitando, y ese proceso llega hasta el montaje. Ahí han caído cosas que escritas parecía que se iban a quedar seguro y luego descubres que sobran. Cuanto más austera, mejor", opina la realizadora, que también responde a Kinótico sobre la edad adulta como elemento común en sus dos primeros largometrajes. "Cualquier edad es buena para contar una película, obviamente, pero a mí me interesa particularmente este momento concreto de la vida. También porque yo he empezado como autora en cine bastante tarde. Son las historias que me interesan", completa antes de despedirse y de congratularse de lo relativamente fácil que ha sido levantar su segunda película después del proceso de varios años que le costó la primera.