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Críticas | Cannes

'Black flies': Sean Penn “da que pensar” con un film pomposo y reaccionario hecho a medida

El actor es el gran protagonista de la película de Jean-Stéphane Sauvaire, que sigue a dos paramédicos durante una noche de trabajo en Nueva York

Cannes·Actualizado: 19.05.2023 - 04:00
Fotograma de 'Black flies' con Sean Penn y Tye Sheridan
Fotograma de 'Black flies' con Sean Penn y Tye Sheridan · Fotografía: Open Road Films

Aunque 'Black flies' esté dirigida por Jean-Stéphane Sauvaire, ganador de un puñado de galardones por 'Johnny Mad Dog' y constante en su interés por la juventud caída en desgracia ('Una oración antes del amanecer', 'Punk'), esta es, por su consonancia con la figura pública de su protagonista, claramente la película de Sean Penn. En 'Black flies' el actor tiene el “SUPERPOWER” (así se llamaba la oda-panfleto que presentó en la Berlinale sobre el presidente Zelenski) del ímpetu, del hacer algo porque toca y sin pensarlo dos veces. El suyo es un cine de opiniones superlativas y acción rápida.

Son cualidades perfectas para el oficio de paramédico, tipo de héroe sin capa que patrulla las calles pantanosas de la Nueva York nocturna… En el kit de formación laboral de Gene Rutkovsky (Penn en la película) venían un enorme palillo para volver la comisura de la boca una mueca permanente de socarronería simpática y un rociador de deseo homoerótico que, de vez en cuando, provoca que la cámara se relama en los músculos del agente. En el Penn-quete también había una buena sarta de frases molonas por defecto, del estilo “si tienes alguna chica por la que rezar, mejor hazlo”, con una oferta inacabable de pullas más o menos simpáticas (pero muy de tío) y la absoluta desconfianza en la institución pública, cuyos protocolos “solo nos ralentizan”…

Sean Penn tiene el ímpetu del hacer algo porque toca y sin pensarlo dos veces

Y no, nadie da más de media vuelta a la idea de que la superambulancia de Rutkovsky lleva a sus pacientes a un hospital privado. Este sería un buen punto de conflicto para el verdadero protagonista de la historia, Ollie (Tye Sheridan, siempre taciturno), una suerte de Travis Bickle que ha cambiado el taxi por los aparatos de reanimación. Pero Penn y Sheridan están solos ante el peligro. Por su parte, Ollie deberá hacer las paces con una ciudad que prometía cielos más abiertos pero que ha acabado tragándoselo entre la suciedad humana y material: el Nueva York de Sauvaire, repleto de yonquis y abusadores, de desviades practicantes de BDSM y fans del heavy metal, resulta lo más parecido que veremos nunca al infierno de un padre conservador, perro viejo que espera con las manos cogidas detrás de la espalda, pensando en lo mal que está todo.

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