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Crítica

'The history of sound': Paul Mescal y Josh O'Connor dejan al desnudo nuestra propia concepción de lo homoerótico

Oliver Hermanus se estrena en la Sección Oficial de Cannes, donde ya ganó la Queer Palm en 2011, con un drama de época con Paul Mescal y Josh O'Connor

Cannes·Actualizado: 22.05.2025 - 19:00
Paul Mescal en un fotograma de 'The history of sound', de Oliver Hermanus
Paul Mescal en un fotograma de 'The history of sound', de Oliver Hermanus · Fotografía: Film Four

Hay que empezar a asumirlo: la relación de los grandes públicos con la ficción homosexual romántica ha devenido en una galería de la toxicidad. Y qué no, se podría responder. La gravedad de este problema, uno cultural y holístico, se vuelve relevante y paradigmático del ahora porque causas y consecuencias se entrelazan a la vez que se empapan de posmodernidad. Por un lado están los de toda la vida, aquellos que se excusan en el decoro para seguir censurando y, por otro, aquellos que por ansia melosa, acaban haciendo fetiche de lo orgánico. Amplificada por el anonimato de la dialéctica para ineptos que domina la conversación cinematográfica global, esta tendencia no ha hecho más que crecer gracias al vicio a la viralidad del cine que es industria: desde la campaña publicitaria de 'Rivales', a la más reciente de 'Materialistas', pasando por toda la carrera de Harry Styles, el 'queerbaiting' es un arma de doble filo tan golosa como peligrosa. Por eso, cuando dos estrellas de talla mundial como Paul Mescal y Josh O'Connor se lanzan a un drama gay, los unos y los otros evocan sin mucha reflexión a 'Brokeback mountain. En terreno vedado'; por eso, cuando las virtudes sin excesos carnales de un triunfo como 'The history of sound' se despliegan en todo un Festival de Cannes saltan las alarmas; y, por eso, a la hora de enfrentarse a su análisis, hay que bucear, con cuidado, más allá de lo estrictamente cinematográfico.

Basada en un relato corto de Ben Shattuck, la nueva película de Oliver Hermanus (director de 'Living' o 'Belleza') es, ante y sobre todo, una reflexión pausada y cerebral sobre el sentido de la pertenencia. Lionel (Mescal) es un hijo de la tierra dura y fría al norte de Boston que, recién llegado a la ciudad para estudiar música, conoce a David (O'Connor). Ambos comenzarán entonces, tras una preciosa secuencia musical con una pianola de bar como protagonista, una historia de amor que contraviene al canon de la homosexualidad de época. Su relación, privada, pactada y siempre consentida, es descrita por parte de Hermanus como un idilio consciente, una revisión idealista de un pasado desde un futuro -descubriremos que en sentido literal- nostálgico. No hay aquí entonces trauma privado, puesto que ambos personajes han delimitado los términos de su romance; y no hay tampoco catarsis, puesto que lo efímero de su nexo es parte también del respeto que se profesan. A Hermanus, de elegancia arrebatadora, le importa poco dejarse emoción por el camino en favor de una visión intelectual y adulta -que no pacata ni contenida- de lo sexoafectivo.

"La nueva película de Oliver Hermanus es una reflexión pausada y cerebral sobre el sentido de pertenencia"

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