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CRÍTICA

‘Teresa’. Y el verbo se hizo Blanca.

Paula Ortiz alcanza una nueva cumbre en su carrera con la adaptación de ‘La lengua en pedazos’, que explora las contradicciones de Teresa de Jesús

Valladolid·Actualizado: 24.10.2023 - 04:19
La actriz Blanca Portillo caracterizada como 'Teresa' en una imagen promocional de la película
La actriz Blanca Portillo caracterizada como 'Teresa' en una imagen promocional de la película · Fotografía: Manuel Fernández-Valdés Calderón / BTeam

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La palabra “teatral” genera miedo. Porque cuando decimos que una película es “teatral”, ya sea porque procede directamente de un texto dramático o porque, involuntariamente, suena impostada… lo hacemos con una intención, al menos, neutra; cuando no directamente peyorativa. Lo “teatral” queda inmediatamente vinculado a lo rancio, a lo antiguo, a lo polvoriento. A eso que nos parece raro por falso, a poses estiradas y afectadas, a un soniquete pasado de moda que quién sabe si nos refiere al No-Do o a alguna comedieta trasnochada. Es muy curioso que no se califique como “teatral” a la obra cinematográfica volcada en la palabra, en las emociones de los personajes puros, la que cuenta con un potentísimo canal de comunicación que vierte directamente en la cabeza del espectador.

Toda esa teatralidad, la segunda, la buena, digamos que la correcta, la derrocha a raudales ‘Teresa’, el cuarto largometraje de Paula Ortiz, que bebe de la obra dramática de Juan Mayorga ‘La lengua en pedazos’. De ese texto hereda su aproximación a la vida y sabiduría de Teresa Sánchez de Cepeda Dávila y Ahumada, que ni en la cinta ni en su discurso es ni parece santa, pero a la que podemos resumir el trato como Teresa de Jesús. Ortiz le entrega a Blanca Portillo y a Asier Etxeandia los papeles de la religiosa y de su juez para que escenifiquen el duelo actoral más electrizante del año, un ejercicio brutal de reconstrucción del verbo del Siglo de Oro que ambos emprenden con brillantez y sin piedad. Y particularmente lo hace la “teatral”, y esencial, y verdadera Portillo. En ella Teresa y su verbo se hacen carne. Se hacen Blanca.

Y todo esto con la mano segurísima y finísima de Paula Ortiz en la dirección, que alcanza una madurez técnica y creativa impresionante en su recreación del mundo de Teresa, que son muchos mundos, incluidos los pasados, los futuros y los imaginados. Los dedos en llamas, el infierno en los espejos… y la lengua, claro, en pedazos. En un panorama cinematográfico como el español, en el que el naturalismo ha tomado posesión del convento -y el liderado por mujeres bien tiene el derecho de hacerlo- la fotografía limpia y emocionante de Rafa García nos recuerda en 'Teresa' que hay otros caminos por los que discurrir; así también la música de Juanma Latorre, puntual y punzante, o el vestuario de Arantxa Ezquerro, sutil y a favor de obra. Cabe destacar el montaje de Pablo Gómez Pan y Estel Román, que dota del ritmo necesario a las conversaciones entre los protagonistas.

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