Crítica

'How to Have Sex': un retrato certero de la cara B de la construcción social del deseo

El debut en el largo de la Molly Manning Walker, Mejor película en Un Certain Regard durante la pasada edición de Cannes, se reivindica en el Festival de Sevilla como una potentísima película juvenil sobre la percepción del sexo en la adolescencia

Sevilla·Actualizado: 28.11.2023 - 05:57
Mia McKenna-Bruce da vida a Tara, la protagonista de 'How to have sex'
Mia McKenna-Bruce da vida a Tara, la protagonista de 'How to have sex' · Fotografía: Avalon

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Tara y sus amigas acaban de aterrizar en una ciudad costera de aquellas con paseos marítimos llenos de pubs y complejos turísticos en los que se alienta la fiesta sin fin y la borrachera desenfrenada como ocio legítimo y deseable para la clase obrera británica. Podría ser Málaga, Ibiza o Magaluf, poco importa porque durante unos días estará lejos de sus padres y de su vida. Durante unos días solo quiere pasárselo bien con sus amigas, conocer gente y perder la virginidad.

Lo decía la realizadora costarricense Valentina Maurel en este mismo medio: no tenemos palabras para poder describir determinadas situaciones en torno a la sexualidad, el deseo y el sexo. Ni tampoco "tenemos las herramientas para poder juzgar lo que está bien o lo que está mal, en el momento en que lo vivimos como adolescentes". Es necesario prestar especial atención a la conjunción subordinada porque ahí reside una de las principales virtudes de 'How to Have Sex', el primer largometraje de la directora de fotografía y realizadora londinense Molly Manning Walker. Hablo de ese 'como' y de ese 'adolescentes', también.

A menudo, cuando leemos novelas sobre menores de edad o vemos ficciones audiovisuales protagonizadas por adolescentes, pasamos por alto un detalle no menor: la mirada suele ser adulta. Creadores que echan la vista atrás o proyectan sobre la adolescencia determinadas experiencias y discursos pasados por el filtro de una vida que ha dejado esa etapa atrás. Es difícil deshacerse del privilegio del camino recorrido, del haber pasado por ahí, del conocimiento adquirido.

'How to Have Sex' tiene cualidad de 'verdad' porque no parece rodada desde la mirada adulta sino desde el mar de dudas adolescentes

Sin embargo, en 'How to Have Sex' encontramos esa fascinante cualidad de 'verdad' tan escasa en pantalla, precisamente, porque no parece rodada desde la mirada adulta sino desde el mar de dudas, ansiedades y miedos adolescentes. No vemos a una persona adulta que ha pasado por situaciones similares a las que vive Tara –brutalmente honesta Mia McKenna-Bruce– , y ha construido a posteriori un discurso claro sobre las presiones y micromachismos que llenan las relaciones sexoafectivas en el patriarcado desde muy tempranas edades.

Lara Peake (Skye), Enva Lewis (Em) y Mia McKenna-Bruce (Tara) en una escena de 'How to have Sex'
Lara Peake (Skye), Enva Lewis (Em) y Mia McKenna-Bruce (Tara) en una escena de 'How to have Sex' · Fotografía: Avalon

Lo que vemos es a una joven que desea algo, y un proceso de descubrimiento inteligentemente planteado sobre la construcción colectiva del deseo y su romantización. Un estudio fascinante y naturalista, casi escrito mediante la caligrafía del 'free cinema', sobre la percepción social del sexo durante la adolescencia, que va desde el ascenso reputacional –tanto en hombres como en mujeres– asociado a la pérdida de la virginidad, hasta las pequeñas coacciones entre amigas o las estrategias de control y sumisión del machismo.

Su virtud es política en tanto que formal, puesto que las decisiones artísticas de peso solo reman a favor de la mirada empática y nada juiciosa de Molly Manning Walker. Una realizadora con una larga trayectoria detrás de las cámaras de, sin ir más lejos, la recién estrenada 'Scrapper' de Charlotte Regan, que al pasarse a la dirección delega el trabajo en Nicolas Canniccioni, responsable visual de otro brillante debut adolescente: 'Yo maté a mi madre' de Xavier Dolan. Ambos aportan al retrato de Tara, envolvente en su aproximación al turismo de borrachera, pero tan pegado a su piel que somos capaces de sentir con ella hasta el estado de embriaguez.

"La existencia generalizada de la violencia de género y la violencia sexual sirve para reducir la libertad y la confianza de aquellos que deben navegar por un mundo donde las amenazas se convierten en un trasfondo de sus vidas, en una nota al pie de cada página, en una nube en cada cielo", escribía Rebecca Solnit en 'La madre de todas las preguntas'. El gran acierto de Molly Manning es, pues, construir un relato que no fabrica miedos ni tiene un discurso paternalista sobre el sexo, sino que afronta la construcción social del deseo de forma crítica. Su película busca esas palabras que mencionaba Valentina Maurel, aunque sean nuevas, aunque aún estén por inventar.

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