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Crítica

'La bestia en mí', un juego del gato y el ratón anclado en el duelo de caras descompuestas entre Matthew Rhys y Claire Danes

Matthew Rhys y Claire Danes protagonizan esta miniserie de ocho episodios ya disponible en Netflix y que plantea un thriller de personajes cuestionables

Madrid·
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Claire Danes y Matthew Rhys en un fotograma de la miniserie 'La bestia en mí'
Claire Danes y Matthew Rhys en un fotograma de la miniserie 'La bestia en mí' · Fotografía: Netflix

A un lado del ring el ganador de un Premio Emmy (y nominado cuatro veces más) Matthew Rhys. Al otro, la ganadora de tres premios de la Academia de la Televisión (y nominada en otras siete ocaciones), Claire Danes. Sobre la lona, en juego, quién logra sellar la cara más descompuesta, un arte no al alcance de todo el mundo y del que se vale ‘La bestia en mí’ para sembrar de tensión, rivalidad, amenaza y miedo unidireccional a un thriller que desembarcaba este jueves en Netflix con Gabe Rotter como creador y Howard Gordon (‘Homeland’, ‘24’, ‘Expediente X’) como showrunner. Un nombre, el de Howard Gordon, muy ligado a la historia de las series y que capitanea una ficción de ocho episodios de la que se puede afirmar, vista la mitad de la temporada, que se la juegan con los giros de guion bien colocados, está muy pensada para enganchar y cuenta con un dúo protagonista entregado sin remilgos ni contención alguna al espectáculo. Un todo a favor que, sin embargo, se puede volver en su contra a medida que se suceden los asaltos (léase capítulos) por agotamiento del rival. Es decir, del espectador.

La comparación del duelo interpretativo que ofrece esta serie con un combate de boxeo no es gratuita, porque no es solo que Rhys y Danes rivalicen en ese tira y afloja interpretativo continuo, es que sus personajes, Angie Wiggs y Nile Jarvis, también se suscriben a esa dinámica. Ella es una escritora de éxito divorciada que no tiene casi relación con su exmujer y que, tras la muerte del hijo de ambas en un accidente, vive atrapada en el dolor y la ira. Sentimientos que la mantienen bloqueada en una sequía creativa que la coloca en una posición idónea para dejar entrar en su vida a Nile Jarvis, un egocéntrico y excéntrico magnate de la construcción sospechoso de la desaparición de su anterior mujer. Casado en segundas nupcias con una galerista, acaba de mudarse a un vecindario del extrarradio de Nueva York huyendo de las miradas y los chismorreos.

Su mudanza conecta a la autora con los Jarvis y, por cuestiones que se van descubriendo, ambos acaban entablando una relación tan enfermiza como adictiva y de dependencia en la que, se sobrentiende, solo uno puede prevalecer. Niles Jarvis se obsesiona con llevarse a la escritora a su terreno (quiere que le firme la autorización vecinal para construir una senda asfaltada en el bosque que rodea el vecindario) y Angie Wiggs quiere desenmascararle, aunque para ello ponga en riesgo su propia integridad física.

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