Crítica

'La chimera' de Alice Rohrwacher: una fábula política sobre buscavidas unidos por el más allá

La sección EFA del Festival de Sevilla, que reúne las producciones europeas más destacadas de la temporada, brilla con la proyección de la nueva película de Alice Rohrwacher sobre un particular ladrón de tumbas

Sevilla·Actualizado: 25.11.2023 - 05:55
Fotograma de 'La chimera' de Alice Rohrwacher
Fotograma de 'La chimera' de Alice Rohrwacher · Fotografía: Elástica Films

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Decía la Premio Nacional de Poesía, Berta García Faet, en 'El arte de encender las palabras' que la poesía no lo es todo pero sí "puede ser cualquier cosa si tratas tan bien a esas cualquieras cosas como si cada una de ellas fuera todo un todo". Al cine, a determinado cine en manos de determinadas cineastas, le ocurre lo mismo. Es algo que se ve en el cuidado por las imágenes y el cariño por los personajes que anida en cada una de las películas de Alice Rohrwacher. Que se desprende de la pulsión por que cada historia, cada imagen, esté cargada de todo un todo. Sentido narrativo y del tempo, significado simbólico, reinterpretación del mito, discurso político y, por supuesto, emoción.

'La chimera', su nuevo largometraje un lustro después de la fabulosa 'Lazzaro feliz', se puede ver estos días en el Festival de Sevilla como parte de la sección EFA de los premios del cine europeo, menos abultada que otros años pero con algunos de los títulos más esenciales del año. El resultado es un viaje por el subsuelo de una Italia que tiene sus propios problemas para relacionarse con su pasado, que ha explotado y turistificado hasta la saciedad su vinculación a la historia del arte, hasta convertirla en una atracción de feria sin sentido, un escaparate que facilita el flujo de capitales.

'La chimera' es un viaje por el subsuelo de una Italia que ha explotado hasta la saciedad su vinculación a la historia del arte

Un viaje, además, planteado en sentido estricto: 'La chimera' arranca con el protagonista, Arthur -maravillosamente y suciamente interpretado por Josh O'Connor–, profundamente dormido en el vagón de un tren cuyo destino desconocemos, pero cuyo origen sabemos que es la cárcel. El hombre sueña plácidamente con el rostro de una mujer, con su piel y su pelo rubio bañado por unos agradables rayos de sol, hasta que es despertado bruscamente por el revisor del tren, que le exige el billete. La transacción económica, la mundanidad del dinero, la obligatoriedad de las leyes, enfrentada al inefable mundo de los sueños.

Arthur tiene un don especial, que él describe como su propia quimera: es capaz de encontrar cualquier tumba, templo, monumento y sepulcro que esté bajo tierra. Así que él y su banda se dedica a saquear tumbas repletas de tesoros, enterrados durante siglos bajo nuestros pies. Se gana la vida malvendiendo objetos que debieran estar en un museo, o bien acompañar el descanso eterno de unos muertos sin nombre, pero que son, en cierto modo, el pasado común de una nación.

La banda de Arthur asiste anonadada a una subasta de arte
La banda de Arthur asiste anonadada a una subasta de arte · Fotografía: Seminci Prensa

Rohrwacher no solo es sobradamente capaz, es habilidosamente ágil en la construcción de un discurso político en torno a nuestra relación con lo que consideramos 'la historia', sin juzgar a sus personajes. De hecho, muestra empatía y cariño –cuidando, que decíamos antes–, hacia estos ladrones de tumbas cuyo respeto por los muertos y por el arte llega hasta donde llega el poderse pagar el pan y el vino. El hambre característica de la época que recrea 'La chimera' no se preocupa por cuidar las cosas que son bellas si no tiene con qué llenar las cosas que son inmediatas: el estómago, la nevera.

Como los resurreccionistas, aquellos ladrones de cadáveres del siglo XVIII, que exhumaban cuerpos de los cementerios, a veces recién fallecidos, para vendérselos ilegalmente a anatomistas y cirujanos sin cuyas investigaciones hoy no podríamos ser operados a corazón abierto. Muertos que no habitan tumbas, que no gozan de ningún descanso eterno, y sin los que no sería posible la vida tal y como la conocemos. En ese sentido, Rohrwacher construye con 'La chimera' una particular y fascinante fábula de resurreccionistas del arte.

Si acaso, lo más interesante de 'La chimera' es cómo consigue que el retrato coral y el discurso político no se aparte ni un centímetro de la historia individual, de la búsqueda íntima de redención de Arthur. Josh O'Connor interpreta fabulosamente a una especie de vagabundo sentimental, profundamente dolido por una pérdida que no consigue superar. 'La chimera' es también la historia de su constante fascinación por un mundo de ultratumba, más cerca del más allá que del más acá, el retrato de un hombre perdido en la búsqueda de algo que le acerque a esa mujer que ya solo es capaz de ver en sueños.

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