Entrevista
Valentina Maurel: "Con 'Tengo sueños eléctricos' quise resistir la tentación de hacer un cine exotizador o ejemplar"
Hablamos con la directora de 'Tengo sueños eléctricos', la premiada apuesta tica a los Oscar que también es candidata en los Goya a Mejor Película Iberoamericana
Valentina Maurel (San José, Costa Rica, 1988) se dispuso a armar ‘Tengo sueños eléctricos’ a contracorriente. Desde que se estrenara en el Festival de Locarno, el primer largometraje de esta realizadora radicada en Bélgica no ha parado de cosechar buenas críticas y de acopiar premios.
Este coming-of-age, quizás el más libre, desafiante y rompedor del cine latinoamericano actual, parte de la exploración de Eva (Daniela Marín Navarro) en medio de un turbulento y violento entorno familiar. La apuesta tica para la carrera de los Oscar es candidata a los Premios Goya a Mejor Película Iberoamericana. En esta entrevista con Kinótico la directora y guionista Valentina Maurel, fogueada en el cortometraje (‘Paul est là’, ‘Lucía en el limbo’), narra la incomodidad que despierta su película, y su resistencia a no cumplir con la consabida check list que supuestamente debería cumplir el cine latinoamericano.
Después de un recorrido internacional tan fructífero, ¿qué sensaciones tuviste ante el estreno de ‘Tengo sueños eléctricos’ en salas comerciales de Costa Rica?
Fue el estreno al que le tenía más miedo (se ríe) a pesar de que la película ya había viajado y ganado varios premios. Yo cargo con la culpabilidad de ser una costarricense que vive afuera, además soy medio francesa. Entonces, que me haya validado "Europa" [agrega ella las comillas] no era tan bueno para mí porque yo más bien quería pensar que había hecho un filme muy costarricense para el público costarricense. Por otra parte, la película no es una feel good movie, por lo que pensé que produciría un shock. Pero generó mucho debate, mucha conversación, la gente también se sintió muy reflejada en la historia, aunque sea un reflejo oscuro y amargo. La película estuvo en salas casi dos meses, tuvo mucho público y sé que también la gente sintió que era la primera vez que veía ciertas cosas de la ciudad de San José que no habían visto antes en el cine. Entonces ahí cobró sentido para mí el por qué había hecho la película.
¿La prolongada permanencia en cartelera se puede ver como un gran éxito frente al típico desinterés y maltrato hacia el cine nacional?
Efectivamente, el cine nacional siempre es el más maltratado, pero creo que también son las películas las que reconcilian al público con nuestro cine. En Costa Rica ya somos una generación de cineastas, casi todas mujeres, cuyas películas han generado cierto interés y que han creado público, en ese sentido no soy pesimista. Hay un interés de la audiencia hacia el cine nacional, nada más queda pelearse para encontrar un espacio en las salas y competir con la maquinaria de Hollywood que es la que toma todo el espacio mediático en general. Creo mucho en la particularidad de los mercados locales y sus singularidades, como también creo en el público.
En Europa siempre hay ciertas expectativas hacia cómo debería ser una película latinoamericana. ‘Tengo sueños eléctricos’ se escapa de esa check list. ¿Fue difícil romper con esas expectativas?
Por ser una latinoamericana con culpabilidad entendía muy bien el equilibrio que quería encontrar para no caer en una universalización, como de querer copiar esquemas de cine extranjero, ni tampoco en una exotización, el de una película miserabilista o que explote los códigos del realismo mágico y de la cosa tropical. Sabía de la tentación de usar algo de eso para captar atención o para poder existir en el mundo.
Me concentré pues en un deseo muy simple y personal de querer hacer una película sobre lo que conozco, del mundo en el que crecí, y de forma quizás naíf confiando en que lo singular es lo que permite alcanzar algo universal. Creo que si uno hace las películas con cierta honestidad, no queriendo halagar al espectador ni haciéndole el baile del vientre, pues crea una conexión más real. También es cierto que desde hace mucho tiempo el cine latinoamericano se percibe también un cine de clichés, por lo que a veces pienso que quizás es un paradigma del que va a ser difícil o casi imposible salir.
¿Cómo te planteaste el no ser complaciente, desechar la corrección política para mostrar el viaje de una chica que está mutando y se está dando cuenta de muchas cosas?
Quise resistirme a la exotización, pero también ante la tentación de hacer un cine ejemplar. Creo que a veces se espera de una mujer cineasta que haga un cine con personajes femeninos heroicos o mártires, que sean un modelo a seguir. Pero yo como espectadora y mujer estoy harta de ver este tipo de personajes que lo que hacen es reforzar mi sentimiento de culpabilidad o hacerme sentir sola, porque yo no soy ni heroína ni mártir, soy una persona con muchas ambivalencias como todo el mundo. Quería que a todos los personajes de la película se les pudiera amar o detestar. Aunque creo que lo que más incomoda de la película es la presencia del cuerpo de esta adolescente que está descubriendo su sexualidad, que está descubriendo la violencia y que mezcla esas dos cosas. Aunque sea incómodo, quería ser fiel a la manera en que uno descubre el mundo, y lo descubrimos no de manera intelectual, sino de forma física. Con esta película descubrí que existe una gran resistencia al cuerpo, y que la gente está siempre en esa dualidad, entre la repugnancia y la fascinación.
¿De dónde surge esta adolescente, Eva?
En ciertas cosas me inspiro en mi propia vida, pero no es estrictamente autobiográfica. Es una mezcla de las historias de muchas mujeres que conozco, y de personajes femeninos del cine de Lucrecia Martel o de Catherine Breillat. Todas estas cosas me alimentaron inconscientemente y se concentraron en el personaje de Eva; creo que así serán todos los personajes que desarrollaré si sigo haciendo películas.
Uno de los temas que abordas en ‘Tengo sueños eléctricos’ es el del consentimiento en las relaciones sexuales, algo que sobre todo en relación a las mujeres, la sociedad y la justicia lo ven como una línea casi impalpable, que se diluye.
Es un tema fascinante y terrible, del que uno quisiera no tener tanto que hablar. A veces hubiese querido hacer una película sobre otra cosa, pero está la complejidad del asunto y es tal la confusión vinculada a esas situaciones, que es un tema que se impone en la vida de todos, no solo en las mujeres. Precisamente quería contar la historia de una adolescente que en cierto modo sí quiere, o piensa que quiere, porque tiene la impresión de tener las riendas del asunto y de consentir para tener una relación con un hombre mayor que ella. Lo doloroso para uno como espectador es que sabes que en realidad hay una disparidad en la relación de poder, que en cierta medida es violenta y que ella quizás lo entenderá después o muchos años más tarde. La dificultad está en determinar qué palabra usar para describir esa escena, es decir, ¿es una escena de abuso o no?, ¿es una escena en la que hay consentimiento o no?
En realidad no tengo la respuesta, pero sé que ahí está el corazón del problema. No tenemos las palabras para poder describir una situación así, no tenemos las herramientas para poder juzgar lo que está bien o lo que está mal, como adultos quizás sí, pero no en el momento en que lo vivimos como adolescentes. Yo quería serle fiel a esa confusión y no darle respuesta al espectador, sino que sienta toda la complejidad del asunto. En todo caso en ‘Tengo sueños eléctricos’ está claro que el personaje responsable ahí es el adulto, pero ella no tiene por qué saberlo en este momento; la sexualidad no funciona así, el deseo no funciona así, no deseas lo que es bueno para uno. Además ella desea reconocimiento, atención del Padre, desea "ser mujer", esa cosa abstracta que significa ser mujer, y piensa que ese es el camino para lograrlo.
Después del recorrido que ha tenido ‘Tengo sueños eléctricos’, ¿qué se mueve dentro de ti cada vez que vuelves a hablar de la película?
A veces me da miedo tener una forma un poco automática de hablar de la película. Siempre he sido alguien que duda mucho, de hecho creo mucho en la duda, en ser alguien que no tiene certezas. Pero ahora siento que tengo algunas certezas sobre mi película, y creo que se debe a que ya no es mía sino del público, de los votantes de la Academia, ¡qué sé yo! A veces pasan cosas como que me entero que algún ex compañero del colegio vio la película, la comenta y de pronto vuelvo a sentir todo de nuevo, eso es lindo, y siento que sigue viva la emoción con la que la hice. Ya pienso en las ganas de hacer la próxima, cuando volveré a estar en pánico de no saber qué decir, sintiendo un vértigo terrible y un peso sobre los hombros. Pero para eso hago cine.
Al ser candidata al Goya, ¿por qué crees que los académicos tienen que valorar tu película, por qué crees que ‘Tengo sueños eléctricos’ tendría que estar en el cuadro final?
Es una pregunta difícil porque soy mala para el autopromoción, pero es importante que el cine centroamericano sea puesto en valor. Creo que ha sido mala o poca la representación que ha habido de esta región y que se está produciendo un cine extremadamente interesante en Centroamérica, y eso hay que valorarlo, hay que verlo, hay que celebrarlo y hay que salir de los clichés de una cierta visión de América Latina; se trata de una nueva generación de cineastas y sobre todo es cine nuevo que está saliendo de esos esquemas. También puedo decir que ‘Tengo sueños eléctricos’ habla de forma bastante frontal y cruda de la dificultad de la adolescencia, algo que es universal; no conozco a nadie que haya atravesado la adolescencia sin salir indemne. Así que espero que eso les hable a los académicos.
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