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Crítica

'Super/Man': elegía de acero fundido por Christopher Reeve

Ian Bonhôte y Peter Ettedgui dirigen uno de los documentales más esperados del año, centrado en la figura del actor Christopher Reeve y su lesión de médula espinal

Madrid·Actualizado: 11.10.2024 - 04:00
Fotograma de 'Super/Man: The Christopher Reeve Story', documental dirigido por Ian Bonhôte y Peter Ettedgui
Fotograma de 'Super/Man: The Christopher Reeve Story', documental dirigido por Ian Bonhôte y Peter Ettedgui · Fotografía: WARNER BROS.

Entre quienes saben, de la vida y de juntar letras, la forma de la endecha es casi un tabú, un antiguo recuerdo popular y llanto público por los que ya no están. En lo estrictamente léxico, lo feo y frío de lo matemático, esta forma de despedirse de los muertos está definida por una métrica de cuatro versos de seis o siete sílabas. En lo estrictamente sentimental, la sensación que deja es la misma que la de ver llorar por primera vez a un padre, a esa figura de hierro que jamás se pensó efímera. Por eso, enfrentarse a la fundición del hombre de acero que plantea un documental como 'Super/Man: la historia de Christopher Reeve' (desde hoy en cines) no solo resarce a la endecha del olvido semiótico, sino que la eleva para bailar una balada triste con ella y mojar en salado hasta las mejillas del espectador más duro.

Querubín meloso del último Festival de Sundance, en principio joya para cafeteros de Warner Bros. y, tras los aplausos unánimes del público, un documental candidato al Oscar, el filme dirigido por Ian Bonhôte y Peter Ettedgui discurre por la pantalla como camino y como díptico. Por un lado recorremos la vida del actor Christopher Reeve desde y hasta el accidente de hípica que le ató a una silla de ruedas y, por otro, nos hace entender que lo trascendental en su vida no fue vestir la capa de Superman ni lesionarse la médula espinal, sino lidiar con su propio espíritu: el del hombre luminoso que jamás se rindió, ni cuando intentaba salir de la sombra de un padre horroroso ni cuando parecía haberlo perdido todo; pero también el de un sujeto lujurioso y magnético, que repitió los errores de su progenitor y que tuvo que aprender, a palos públicos, que ser discapacitado no es necesariamente una condición a trascender.

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