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Críticas desde Venecia

Ryūsuke Hamaguchi se supera en Venecia con ‘Evil does not exist’

El japonés afila la pluma con un sencillísimo retrato humano que es, al mismo tiempo, un ensayo riguroso y valiente sobre la condición moral del turista

Venecia·Actualizado: 04.09.2023 - 15:00
Ryūsuke Hamaguchi compite en Venecia con su nueva película 'Evil does not exist'
Ryūsuke Hamaguchi compite en Venecia con su nueva película 'Evil does not exist' · Fotografía: Festival de Venecia

Las copas de los árboles van pasando suaves, recortadas contra el cielo abierto, durante los primeros cinco, diez minutos de la nueva película de Ryūsuke Hamaguchi (‘Drive my car’). Las contemplamos abrazades por una tupida composición orquestal de Eiko Ishibashi, también detrás de ‘Drive my car’. La música vira de los vientos vivaces del jazz al dramatismo sentido de las cuerdas, que negocian a pinceladas entre la tristeza y la dulzura, y finalmente la inquietud. Mientras, de fondo, solo los árboles cayendo sobre el cielo estático.

La tradición del cine japonés nos ha enseñado a no esperar grandes estallidos melodramáticos tras esta apertura. Digno continuador, Hamaguchi apuesta por la escucha atenta antes que el habla, y dibuja el retablo que continúa como un juego delicadísimo de intensidades de silencio. Veremos a la pequeña Hana caminar por el bosque, mientras su padre Takumi (Hitoshi Omika) corta leña, metódico, respondido solo por el eco lejano de sus golpes en la montaña de enfrente.

Sin aún trama a la que aferrarnos, todo el arranque de la película de Hamaguchi se lee como un gran ensayo sobre las presiones del vacío (sonoro, narrativo) y las puertas que abren nuestras propias expectativas, muy contaminadas de ficción. Takumi y su compañero (Ryuji Kosaka) recogen agua en un riachuelo, encuentran algo de wasabi silvestre y se separan cuando Takumi se marcha para recoger a su hija del colegio. Oímos un tiro: ¿la niña estará bien?

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