Entrevista
Oriol Cardús y el viaje artístico y emocional de 'Entre mareas': "Hubo un tiempo difícil en el que no sabíamos cómo acabaría"
Hablamos con el director catalán sobre el viaje personal, artístico y emocional de una pareja fuera de lo común que se enfrenta con optimismo a un futuro incierto

Oriol Cardús se aproxima al ecuador del rodaje de su primer largometraje de ficción, ‘Una pistola, una bala y un oso panda’. El protagonista de esta comedia negra es un director de cine en crisis porque a sus 45 años aún no ha conseguido hacer ninguna película. Casualmente o no, esa es la trayectoria (y la edad) de un cineasta curtido en el terreno del cortometraje y la publicidad tras pasar por la ESCAC de Barcelona. Los caminos entre la ficción y la realidad se separan a partir de ahí. En la película es una pistola la que tiene la culpa de que el director se atreva por fin a hacer realidad su sueño de rodar un largometraje. En la vida fueron dos viejos amigos de Oriol Cardús los que insistieron en que solo él podía hacer justicia al gran proyecto de sus vidas, ‘Entre mareas’, un documental producido por Sin Parpadear y Quirze Codina que llega a los cines tras pasar por MAFIZ, el área de industria del Festival de Málaga.
‘Entre mareas’ retrata en imágenes y palabras el viaje físico, artístico y emocional de una pareja fuera de lo común que emprende un recorrido por algunas de las playas más hermosas de España para realizar obras de arte efímeras, conocer a otros artistas, trabajar con activistas medioambientales y reflexionar acerca del sentido del arte y la vida en el s. XXI. Él es Quirze Codina, un empresario hostelero catalán que dejó sus inquietudes artísticas en un segundo plano durante años. Ella es Alejandra Guillén, una mujer mexicana que se enfrenta sin miedo a la enfermedad y que se convierte en el origen de un proyecto que nace con la idea de transmitir un mensaje de amor y esperanza mientras conciencia al espectador sobre la necesidad de proteger el medio ambiente y aprovechar cada momento.
Las playas de Santander (Mataleñas y Langre), Ballota (Llanes, Asturias), Playa Torre de la higuera (Matalascañas, Huelva) y la Playa de Sotavento (Fuerteventura) son los espectaculares escenarios en los que se rodó la primera incursión en el terreno de la no ficción de Oriol Cardús. Sobre eso, el propio viaje que vivió él con los proyectos o los retos de trabajar en una película con un final incierto habló el cineasta con Kinótico a horas del estreno de la película.

Conoces a Quirze y Ale desde hace años. ¿Cuándo comparten contigo la idea de hacer una película sobre este experimento personal y cómo lo recibes tú?
Quirze y yo somos amigos desde los 5 años, desde la Primaria. A Ale la conocí después, cuando empezaron a salir. Me propusieron hacer la película el año antes de empezar a rodar. A priori me sonaba bien, pero no quería hacerlo. Me gusta mucho el documental como espectador, pero nunca había trabajado en ninguno. Me daba un poco de miedo no hacerlo bien y estropear el proyecto. Accedí a irme un fin de semana con ellos a grabar un teaser con la idea de ayudarles a conseguir financiación, pero les pedí que buscaran otro director. Fueron pasando los meses y ellos insistieron. Como era algo muy personal, querían que lo hiciera yo por la confianza que había entre nosotros. Al final acepté y estoy muy contento. Ha sido una experiencia genial.
La película plantea una contradicción muy hermosa. ‘Entre mareas’ habla del arte y la vida como algo efímero, pero al inmortalizar el proceso en un documental, de alguna forma queda para siempre. ¿Cómo se trabaja alrededor de esa idea?
Es verdad lo que dices, pero no me lo había planteado de una forma tan filosófica. Quirze y Ale tenían claro que querían compartir su mensaje y su experiencia, todo ese aprendizaje que han vivido estos años. Para ser coherentes en ese sentido, lo que teníamos claro es que no habría ningún tipo de trampa en el proceso de rodaje. No hay ningún dibujo que se haya repetido. Quirze tenía unas horas para dibujar antes de que llegue la marea y lo borre todo. Fueron horas muy intensas de rodaje, porque no se podía repetir ni largar. Si algún día la marea llegaba antes y borraba su trabajo, lo aceptábamos y lo incorporábamos al documental.
¿Cómo ha sido el reto a nivel de producción de esta película en comparación con los otros trabajos de tu carrera?
‘Entre mareas’ ha sido uno de los mejores rodajes de mi vida. Ahora estoy rodando otra película, ‘Una pistola, una bala y un oso panda’, y vengo de hacer mucha publicidad. Ahí por ejemplo trabajas con grandes equipos y tienes una agencia y un cliente detrás. Hay muchas personas que participan en la toma de decisiones. Aquí nuestro planteamiento fue mucho más intimista, al principio porque empezamos un poco a salto de mata y en plan guerrilla, y después porque Ale y Quirze no querían que hubiera mucha gente involucrada para poder hablar de estos temas más íntimos. Éramos un equipo muy pequeño y nos movíamos muy ligeros. Cada vez que pasábamos de un dibujo al siguiente era muy orgánico. Todos nos conocíamos bien y entendíamos cuál era nuestro lugar en el proceso y qué era lo que teníamos que hacer. El director de fotografía podía estar haciendo unos planos solo mientras yo hablaba con Ale cosas de la entrevista, por poner un ejemplo.

‘Entre mareas’ plantea un viaje artístico, emocional y físico para Quirze y Ale. ¿Cuál ha sido tu viaje con esta película?
Hay una parte muy bonita en esta aventura, que es la de acompañar a un amigo al que conozco desde que tenemos cinco años. Quirze es alguien que ya de pequeño siempre tuvo un punto artístico, pero se quedaba tapado y no llegaba a explotarlo. Ver cómo lo hacía años después, verle dibujar en directo en esas playas… a mí me emocionaba mucho, la verdad. Me pareció brutal. Profesionalmente ha sido una gran experiencia y ha hecho que me plantee hacer más documentales en el futuro. Me llama la atención la libertad, la ligereza, la capacidad de improvisación. Los rodajes de ficción me encantan, pero pueden ser muy rígidos. Y a nivel vital yo soy más de montaña que de playa, pero ‘Entre mareas’ me ha servido para conectar con otro lado de mí. ¿Qué hacemos todo el día encerrados en la ciudad trabajando? Esta experiencia me ha reafirmado en mi propósito de intentar equilibrar la vida entre la necesidad de trabajar y conectar con la naturaleza de alguna forma. Para ellos es dibujar, para mí puede ser otra cosa. Es importante no perder esa parte de nosotros y olvidarnos de jugar y estar más presente .
¿Cómo surge la idea de hacer esas entrevistas con Quirze y Ale con la arterapeuta?
Desde el principio me quedó claro que había algunos temas complicados de tocar en la playa, pero que tenían que salir el documental, sobre todo en lo relativo a la enfermedad y el cáncer. Las playas no invitaban a eso. En el guion ya había una idea de que en cada viaje se introdujera un tema nuevo que vertebrara el documental. A partir de eso me gustaba este recurso para ir presentando nuevas ideas, por eso estaban filmadas en otro contexto y en blanco y negro. La figura de la arterapeauta también era interesante porque además de terapeuta era amiga de Ale. Pensé que más que una entrevista, funcionaría mejor una charla en la que hubiera un clima de confianza que permitiera llegar a sitios que probablemente en una entrevista más formal no se habría llegado.
Cuando haces un documental no sabes exactamente a dónde vas a llegar. En la película se habla de la enfermedad de Ale, que tenía un diagnóstico incierto. ¿Estabais preparados para los diferentes escenarios en los que podía acabar ella?
No estábamos preparados para nada en particular, pero sí estábamos abiertos a lo que pudiera pasar al estar haciendo un documental. Siempre estaba la posibilidad de que pasara eso. Cuando empezamos hubo un momento en que el pronóstico era muy desfavorable y no teníamos claro hasta dónde podría llegar o no Ale, pero nos lanzamos a rodar. No había nada preparado, pero la idea era ser totalmente fieles a lo que pasara en cada momento. Pero es verdad que sí que hubo un tiempo complicado en el que no estaba claro cómo acabaría la historia. Para eso sí que me sirvió un consejo que nos dieron hace muchos años en la escuela de cine. Tienes que estar abierto a lo que pase.

¿Hay algún aprendizaje de ‘Entre mareas’ que te hayas llevado a tu nueva película, ‘Una pistola, una bala y un oso panda’?
Son proyectos muy diferentes. ‘Entre mareas’ la hicimos con siete y ocho personas en la playa. Ahora somos más de 50. Pero sí me ha convencido de llegar al rodaje sin una idea tan cerrada de lo que va a pasar. Me ha hecho ser más flexible. Muchas veces he sido más neurótico con el guion, el 'storyboard'… Ahora estoy más abierto a la idea de improvisar en el set. He seguido más o menos lo que tenía en mente, pero sin cerrarme a un plan totalmente preestablecido.
¿Qué es exactamente ‘Una pistola, una bala y un oso panda’?
Es una comedia negra sobre un director de cine en crisis porque a sus 45 años aún no ha conseguido hacer ninguna película, a pesar de haber hecho cortos y otras cosas. El personaje, al que interpreta Alain Hernández, empieza la película deprimido hasta que de repente aparece por sorpresa una pistola en la puerta de casa. A partir de ahí se desencadenan una serie de cosas que le llevan a dar por fin el paso y lanzarse al cine. Es una comedia muy urbana, con elementos de metacine y que habla del momento actual de mi generación, esos Peter Pan a los que le vendieron la idea de seguir su sueño. ¿Qué pasa cuando pasa el tiempo y ese sueño no se hace realidad? Esa película habla de esa crisis. Se termina de rodar en julio, nos quedan aún cuatro semanas, y se estrenará en 2026.
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