Entrevista
'Erreplika', la virgen de Zikuñaga y la memoria cultural colectiva: "Ha sido una película sanadora"
Pello Gutiérrez dirige 'Erreplika', un trabajo de no ficción que parte del robo de una imagen mariana para indagar en el propio proceso de duelo del realizador

Hay algo, en la reconstrucción arquitectónica de los hechos históricos, que encandila la mirada. Quizá tenga que ver con encontrar orden y certeza, una cuestión de entropía, en una circunstancia poco racional; o quizá pueda tener que ver con una cosa más sentimental, un cierre a aquello que no tiene por qué tenerlo de manera natural. Entre ambas almas deambula, con elegancia y elocuencia, un trabajo de no ficción tan importante como 'Erreplika'. El director Pello Gutiérrez, como parte del colectivo Zazpi T’erdi (que forma junto a David Aguilar Iñigo e Iñaki Sagastume), abre el proceso de duelo por el fallecimiento de su padre para preguntarse qué es la memoria y, sobre todo, para intentar entender cómo la construimos desde el acerbo cultural. El filme, que ganó la Mención Especial del Premio Irizar al cine vasco en el último Festival de San Sebastián, se agarra a la desaparición de la virgen de Zikuñaga, hecho traumático para todos sus vecinos, a fin de intentar reflexionar sobre cómo las imágenes -o más bien su ausencia- llegan a convertirse en iconos. En Kinótico hablamos con Gutiérrez justo en el fin de semana en el que el filme llega a las carteleras españolas.
¿Cómo y cuándo nace el proyecto?
Al principio, esto ni siquiera iba a ser un proyecto. Forma parte de una serie de casualidades que se fueron dando a mi alrededor. Serendipias, a lo mejor, que me llevaron a pensar que podía haber una historia. Después de la muerte de mi padre, fui encontrando pequeñas piezas del rompecabezas. Primero, encontré una película de mi padre que no conocía y que tiene un hueco en su interior, porque se va a negro y se explica que no hay imágenes porque la Guardia Civil las confiscó. Indagando sobre eso descubrí el robo de la virgen de Zikuñaga, y vi que todo tenía relación entre sí. En todo había huecos y todo se relacionaba conmigo a través de mi familia. Ahí fue cuando nos pusimos a trabajar.
¿Cómo ha funcionado el proceso de conexión entre ambos sucesos? ¿Cómo se da forma arquitectónica a una película como 'Erreplika'?
Soy muy lento trabajando y trabajo de manera bastante analógico. Tengo un montón de libretas repartidas por la casa y voy como tomando notas, haciendo pequeños dibujos. En este caso, fue algo diferente. Todo lo encontré en una noche de insomnio. Tuve un problema muy serio de pancreatitis y al principio tuve muchos dolores. Una noche, por no poder dormir del dolor, encontré estas dos piezas. El empujón inicial fue muy directo por esto mismo. Sí que es verdad, también, que todo el desarrollo del proyecto duró dos años antes de empezar a producir de verdad. Es una película puzle y lo más complicado fue el orden. Pero claro, al ser un documental, la armamos tres veces, en guion, en rodaje y en montaje. Y hablo en plural porque en Zazpi T’erdi trabajamos a seis manos. Todas las decisiones son siempre colectivas.

¿Cómo de loco hay que estar para lanzarse al cine colectivo? Sobre todo cuando estamos tan acostumbrados a la figura totémica del director...
Creamos Zazpi T’erdi hace casi veinte años. El objetivo principal siempre fue contar nuestras historias personales, las que nos tocaran directamente y pudiéramos desarrollar historias muy íntimas a partir de ellas. Creemos que desde esa cercanía es desde donde podemos llegar al espectador. Tenemos como dos vías principales de trabajo, nuestras propias películas como autores e, industrialmente, como montadores o directores de fotografías. El dinero te lo dan producciones más comerciales, pero el sistema a veces permite que películas como 'Erreplika' puedan estrenarse en cines. Si eso ocurre, y la película se autofinancia y cubre sus necesidades, ya nos vale, hemos cumplido. También es cierto que hemos tenido problemas, incluso, vendiendo la película. Estamos acostumbrados a lo personalista y lo concreto de la figura del director, por lo que parece que la autoría se diluyese en grupo. Pero no sabemos trabajar de otra manera. Siempre desde el consenso, siempre los tres. Se alargan mucho más los procesos, pero eso es lo que enriquece la película.
En la película hay una reflexión sobre la imagen. Me interesaba preguntarte por el acerbo cultural y la ausencia del mismo. ¿Es 'Erreplika' una película sobre la construcción de esa memoria colectiva, del mito y la leyenda?
Yo creo que sí. En un momento de la película se llega a decir que la propia virgen es conocida hoy en día, en buena medida, porque fue robada. Y, si no la hubieran robado, probablemente, no hubiéramos hecho la película. Sería una virgen cubierta de polvo y nadie se acordaría de ella. Estaba emplazada en un barrio de Hernani que está aparte del núcleo urbano y rodeada de fábricas. Ellos tienen una identidad muy ligada al barrio que necesita de símbolos para reforzar la cohesión. Desde hace 45 años están peleando para recuperar la virgen, volver a reconstruir la ermita. Incluso la gente que es atea o poco creyente. Les interesa el símbolo como identidad y ese es el ejemplo más claro de lo que hablamos en el documental.
Y luego está el duelo, la exposición. ¿Ha sido para ti un proceso terapéutico el de 'Erreplika'?
Desde el principio, lo supe. Ha sido una película sanadora. Es casi parte de un ritual para poner fin al proceso y al duelo por la muerte de mi padre. Al ser una cosa tan personal, mi voz y mi presencias tenían que estar claras. No es algo que me guste especialmente, y estoy mucho más cómodo detrás de la cámara. Pero estaba claro que esto tenía que ser así. Y esto no solo me implicaba a mí, implicaba a toda la familia. Es exposición, es desnudarse. Y lo mío lo puedo asumir, pero tuve que tener una conversación, sobre todo con mi madre, que aparece bastante en la película. Pienso también en las tomas del cementerio, donde entras en un terreno increíblemente íntimo en lo familiar.
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