Justine Bauer rodó 'Smell of burnt milk' con la esperanza de que "la gente de la ciudad tuviera mejor conexión con el campo"

Justine Bauer se crió en una granja de avestruces en Alemania, estudió cine y su proyecto de graduación ha sido ‘Smell of burnt milk’, una ópera prima que destila naturalidad, respira realismo y da una visión de la vida en el campo sin idealización ni prejuicios. Una película que se proyectó en la primera jornada del German Film Fest Madrid, que cerró la programación de su edición 27 este domingo, y que tiene distribución en España para el próximo año, según ha contado la directora a Kinótico durante una charla al resguardo de los calores capitalinos en una de las salas de los Cines Embajadores, sede del festival.

En ‘Smell of burnt milk’ Bauer retrata a tres generaciones de mujeres de campo en su día a día, con sus costumbres, sus anhelos, sus dobleces y sus frustraciones dotando al metraje de cierto aire de documental en las texturas. Pero, sobre todo, con un conocimiento de ese universo que solo puede dar la vivencia. En un panorama audiovisual donde predominan las visones urbanitas sobre la vida rural, Bauer enfrenta a los espectadores a la realidad de un mundo explorado prolíficamente en los últimos tiempos. “La gente del campo siente la película de verdad, está contenta con ella y a menudo se alegra mucho de que algo así se vea en pantalla”, pero no siempre pasa así con la gente de ciudad. Especialmente con escenas concretas como la de los gatos, por ejemplo, de la que no conviene dar más detalles.

Viendo la película se aprecia el marcado interés de su directora por reivindicar una visión más auténtica y más realista de ese mundo, su mundo. Algo que confirma: “En la ciudad existen todos esos prejuicios y la gente habla del campo como si en su mayoría fuesen [quienes allí viven] estúpidos y de derechas o donde todo es aburrido y no hay autobuses… Así que lo que quería era que se sintiera real, pero no como en Alemania, donde tenemos todo este rollo del cine rural que realmente hace que la vida en el campo sea realmente hermosa y cursi o realmente horrible”. Su propósito era, añade: “Mostrar la vida en la que crecí. Quizás, esperando que la gente de la ciudad tuviera una mejor conexión con el campo más adelante, lo que a veces funciona, a veces no”.

Para contribuir a esa percepción, decidió rodar en dialecto y con actores no profesionales. Una serie de decisiones que dotan de realismo al resultado, pero de muchas complicaciones al rodaje. Porque trabajar con actores son profesionales no siempre es sencillo, sobre todo si se incluye a menores y porque, además, ella sumó a la ecuación un buen número de animales y máquinas agrícolas. Amén de rodar prácticamente todo en exteriores. “A veces era difícil”, reconoce, pero también contó mucho con la ayuda de su familia para sacar adelante un proyecto que no gozó de un presupuesto holgado.

No fueron esta las únicas piedras en el camino de Bauer. Además, tuvo que encargarse de la edición después de que la editora con la que trabajaba se cayese del proyecto. “No teníamos mucho dinero, así que el proceso de edición me llevó como dos años. Trabajé con una editora antes, pero no funcionó porque no le gustaban algunas cosas que a mí sí me gustaban. Al final, aprendí el programa por mi cuenta y luego edité con mi productor, lo cual fue muy bueno, pero me llevó mucho tiempo”, recuerda. De ahí que haya sido “sorprendente” el camino que está tiendo la película, que pasó por el Festival de Múnich, el de Sevilla y ahora ha recalado en el German Film Fest Madrid. “Cuando la película se terminó, todo fue rapidísimo y fuimos al primer festival, y desde entonces sobre todo viajo. No fue algo enorme, pero sí lo fue para mí. Y me sorprendió que acabara en España, porque al principio pensé que era una película más bien fría”, explica.

Ahora mismo, en el tiempo que puede arañar al tiempo que acompaña a los viajes acompañado a ‘Smell of burnt milk’, está escribiendo su siguiente película, para la que aún no tiene financiación. Lo que sí tiene claro es que para la siguiente le gustaría disponer de más tiempo para hacer el casting, poder “pagar a otras personas” (en su ópera prima tuvo que tirar de familia y amigos) y no tener que ocuparse de editar ni correr. En cuanto a lo que ha aprendido con este primer largo, está trabajando en “dejar ir”, a “soltar”. En cuanto a su carrera, hacia dónde le gustaría enfocarla: “Creo que siempre serán mujeres y, con suerte, siempre del campo. No estoy segura de si volverá a ser en dialecto. Ahora estoy escribiendo uno para el norte de Suecia, pero que sigue siendo una historia alemana allí”.