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Objetivo Goya 2026. La dolorosa redención de Leiva en 'Hasta que me quede sin voz', desde dentro
Mario Forniés y Lucas Nolla dirigen esta mirada íntima, sincera y crepuscular a la vida y obra del célebre cantante madrileño, afectado por una enfermedad de la voz

Desde hace un tiempo, a medio camino entre los proyectos henchidos de vanidad y las exposiciones más sinceras, se ha abierto paso un nuevo tipo de documental: el de acceso a las estrellas como campeones modernos. Desde la gesticulación extrema de formatos impostados (pensemos en ‘Las Kardashian’), hasta auténticos fenómenos de masas (en Kinótico ya hablamos de ‘Aitana: Metamorfósis’), la cámara que sigue al ídolo se está imponiendo en popularidad, incluso, al ‘true crime’. Por ello, cuando se anunció que el cantante Leiva no solo sería objeto de un acercamiento de este tipo, sino que además el mismo abordaría sus problemas de salud relativos a sus cuerdas vocales, fueron muchos los que se alzaron en pose suspicaz. Para cuando los 90 minutos de ‘Hasta que me quede sin voz’, dirigida por Mario Forniés y Lucas Nolla, dejaron paso a los créditos en todo un Festival de San Sebastián para más señas, no había dudas: “Es muy Leiva porque tenía que ser muy Leiva, nunca lo concebimos de otro modo”, explican los realizadores, protagonistas de un nuevo Objetivo Goya como candidatos a la nominación en la categoría de Mejor película documental.
“Hemos hecho una peli entre colegas, tratando de que respire verdad y acercándole una figura pública a la gente desde el punto de vista de sus amigos. Queríamos retratar a la persona de la manera más real posible, huyendo de glorificaciones y huyendo de promos. Me cuesta pedir el voto, pero sí pediría a los académicos que la vean”, explica Forniés, con una pizarra de su estudio de fondo, en la que a buen seguro se dibujó el documental. “Estar en esta carrera con gente como Isaki [Lacuesta], Albert [Serra] o María [Valverde], es increíble, es un privilegio”, añade, sobre un filme que, apoyándose en el carisma del ex Pereza va a buscarle al barro de su barrio, a los guitarreos adolescentes de un hijo de obreros pero también a sus dejes divescos cuando se trata de atender a la prensa o a sus horas más oscuras, bailando con la afonía completa y un tour con fechas de más.”Nos gustaría mucho que accediera a él gente que no conozca a Leiva, o que no le guste su música, para acompañarnos en el viaje que es realmente la película”, apunta Nolla al otro lado de la videollamada.

Del noreste de Madrid a México, y de vuelta, ‘Hasta que me quede sin voz’ es también una especie de tratado sobre la estrella del rock moderna, aparentemente solitaria pero realmente gregaria para con su banda y su equipo, acaso su familia postiza en la carretera. “Siempre apostamos por una narrativa cinematográfica, no apoyada en testimonios de terceras personas. Cada documental es un mundo y, en este caso, hemos tenido muchísimo acceso a Leiva por la confianza. Sabíamos que íbamos a estar muy cerca de él. Y así, en rodaje, encontramos el problema de la voz. Eso nos ayudó a darle a ritmo y a escribir el guion como si fuera una película de ficción”, explica Forniés, justo antes de que complete Nolla. “Leiva, sabiendo que la mirada se hacía desde la amistad, se sintió mucho más cómodo. No íbamos a buscar el morbo o lo sensacionalista. Eso junto a lo mínimo del equipo, porque a veces solo estaba Sepia grabando, ha hecho que podamos hacer un retrato de intimidad”, añade el codirector, sobre el trabajo del también músico Sepia (íntimo de Leiva) como guionista y como Caronte por los ríos de dudas del cantante.
Y es que más allá de los méritos artísticos -desde el equipo ponen en valor la canción original que ha compuesto el protagonista específicamente para el filme-, ‘Hasta que me quede sin voz’ es también una estatua al cine horizontal, con dos directores, dos guionistas y, en firme, casi un quinteto baloncestístico de voces creativas para sacar la idea original adelante. “Ha habido mucho debate y mucha discusión, pero así lo quisimos siempre. Es un proceso de ensayo, error y escucha”, apunta Nolla. “Aquí nunca hubo un director como tal, siempre hubo un equipo. Y, ojo, si hubiera habido un solo director, solo una persona, quizá la película sería distinta y, seguro, tendría más personalidad, más subjetividad. Lo que sí es verdad es que siempre estuvimos de acuerdo en la forma y el ritmo. Después, a debatir. Hemos tenido discusiones, por supuesto, pero eso es lo que acaba enriqueciendo todo, porque sabemos de qué pie cojea cada uno”, remata Forniés sincero, que también agradece a Fran Araújo y Domingo Corral (por parte de Movistar Plus+) y a Fernando León de Aranoa, los distintos inputs que les fueron regalando durante el largo proceso de montaje..
El filme, que bien podría inscribirse en la tradición académica que premió la gala pasada a ‘La guitarra flamenca de Yerai Cortés’ y que, en la última década, también ha bebido los vientos por ‘Ara Malikian: una vida entre las cuerdas’ (2020) o ‘Paco de Lucía: La búsqueda’ (2015), hace también méritos por su ingente uso de material de archivo: recuerdos de un Madrid que ya no existe cerca de Alameda de Osuna y que, cosas del destino, han emanado… del cariño. “Hemos tenido un equipo de documentalistas extraordinario, si no, nos hubiéramos vuelto locos. Pero también viene mucho de llamar a nuestros colegas y a los padres de nuestros colegas. Es un trabajo muy curioso, porque los documentalistas sabían tirar del hilo sabiendo que a Leiva, en el barrio, todo el mundo le quiere un montón. No era una época en la que se grabae mucho, pero lo que hay es increíble”, recuerda emotivo antes de despedirse Forniés, quien sabe si encaminado o no junto a Nolla a entrar en las nominaciones de la 40 edición de los premios más importantes del cine español. Cerradas las urnas el próximo 8 de enero, solo quedará esperar la respuesta de los académicos.
***Este artículo es posible gracias a la película 'Hasta que me quede sin voz', documental dirigido por Mario Forniés y Lucas Nolla, producido por Blur y Movistar Plus+ y distribuido por Sideral.
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