TRIBUNA | CINE Y POLÍTICA

Eternamente, Yolanda

Joanna Hogg, objeto de la retrospectiva del D'A Festival Cine Barcelona 2023, parece haber dirigido 'La hija eterna' pensando en la izquierda española

Barcelona·Actualizado: 02.04.2023 - 06:12
Fotograma de la película 'La hija eterna', de Joanna Hogg, con la actriz Tilda Swinton en primer plano
Fotograma de la película 'La hija eterna', de Joanna Hogg, con la actriz Tilda Swinton en primer plano · Fotografía: ELÁSTICA FILMS

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Cuando vi 'La hija eterna' por primera vez en el pasado Festival de Venecia -o quizá debería decir "la primera vez que 'La hija eterna' me fascinó"-, no establecí la fortísima relación mental que me ha asaltado durante el segundo visionado. Joanna Hogg, la directora de la película, es el objeto de una retrospectiva en el D'A Festival Cinema Barcelona. Y por eso han proyectado aquí no solo su última cinta... sino también sus dos 'The Souvenir' o 'Archipelago'. Pero la suerte ha querido que 'La hija eterna' se programe a solo unas horas de la presentación de la candidatura de Yolanda Díaz a la presidencia del Gobierno con Sumar -hoy mismo- y los paralelismos son demasiado evidentes como para no dedicarles unas líneas. ¿Quizá todo este solo en mi cabeza? Puede que sí. Pero de eso va, justamente, la cosa.

La película comienza con un vetusto taxi atravesando la campiña inglesa, envuelto en la oscuridad y la niebla. En el vehículo viajan dos Tilda Swinton, la que interpreta a una hija y la que interpreta a su madre. Ambos personajes han reservado un hotel rural -quizá un antiguo palacio de la nobleza- para retirarse a celebrar el cumpleaños de la madre. Esos días potencialmente placenteros se acaban convirtiendo en un revoltijo de nervios para la Tilda hija, que cree no contentar nunca a su progenitora, que se empeña en luchar contra la burocracia del propio hotel, que no consigue sentarse a escribir tranquila un guión -es su propósito- lleno de ruidos, crujidos y costumbres inamovibles. Esos pasillos enmoquetados, que bien podrían ser monclovitas, acaban devorando a sus inquilinas hasta dejarlas en los huesos (emocionales).


La actriz Tilda Swinton en una imagen promocional de la película 'La hija eterna', de Joanna Hogg

Yolanda Díaz, como la Tilda Swinton de la película, está llamada a organizar una fiesta de cumpleaños con todo en contra: desde los invitados hasta las tuberías que suenan por la noche. Las elecciones generales están a la vuelta de la esquina -de las autonómicas y municipales ni hablamos-, y la vicepresidenta se ha visto en medio de un fuego cruzado que amenaza con dinamitar las posibilidades de la izquierda. Hacia la mitad del metraje de 'La hija eterna', la Swinton hija encuentra en los pasillos del hotel, en mitad de una excursión nocturna para pasear al perro, a otro personaje con el que consigue desahogarse. Este hombre le pregunta por su trabajo, ella le cuenta lo del guión, y Tilda responde que no sabe por dónde empezar: "No sé si tengo el derecho a escribirlo, me siento como una intrusa".

No vamos a revelar el final de la película de Tilda -la podréis ver en cines en mayo, y tampoco es que conozcamos el final de la película de Yolanda-, pero sí podemos enumerar algunas de sus conclusiones. Por ejemplo que todo pasa. Tras el sufrimiento de esa estancia oscura en el hotel rural de la campiña, un taxi emprende el camino de vuelta a la civilización. Por ejemplo, que Tilda supera su bloqueo creativo, deja de sentirse como una "intrusa" y comienza a teclear el guión sobre su madre. O por ejemplo que el edificio que parecía oscuro y ruinoso acaba resultando un lugar amable lleno de gente dispuesta a colaborar. Todo esto pensaba yo viendo 'La hija eterna' por segunda vez y recordando que hoy presenta su candidatura Yolanda Díaz. Pero quizá, reitero, todo esté solo en mi cabeza.

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