TRIBUNA
No es el precio de las entradas... sino el aprecio por la experiencia
El presidente del Gobierno ha anunciado en plena campaña una rebaja en las entradas de cine (los martes) para los mayores de 65 años... sin distincion de rentas
Ayer domingo se me ocurrió tuitear. Este podría ser el arranque de una novela iberoamericana del realismo mágico, pero la historia que tenemos entre manos, de mágica... tiene poco. Estaba yo tranquilamente en casa, preparando la maleta para cubrir el Festival de Cannes [vuelo en apenas unas horas]... cuando las agencias de noticias informaron de que el presidente del Gobierno, de gira por España con su campaña de cara a las elecciones municipales y autonómicas, había anunciado que subvencionará las entradas de cine de los martes para que a los mayores de 65 años les salgan por 2 euros. Y a mí, en pleno domingo y víspera de festivo en Madrid -¡feliz San Isidro, por cierto!- se me ocurrió tuitear. Primero para decir que la medida no me gustaba. Y después... "el tuit".
Tuiteaba yo minutos después de haber criticado el anuncio de Pedro Sánchez -del que hablaremos después- que no creía que el precio de las entradas de cine fuese el problema que está mermando la asistencia a las salas. Que no había escuchado yo que nadie hubiera dejado de ir a un parque de atracciones o a una discoteca por el precio. Y a pesar de la cierta vehemencia del tuit -fruto, quizá, de la falsa sensación de seguridad y soledad que ofrece la red y de esos efluvios de los domingos que lo impregnan todo-, la mayor parte de la avalancha de respuestas que recibí, y sigo recibiendo, son de tono positivo. Otras no, pero qué vamos a contar aquí sobre la naturaleza de Twitter que no sepamos. Quedémonos con las constructivas.
En general predominan tres corrientes: hay quien apoya netamente el argumento de que el cine no es caro, hay quien dice que sí es parte del problema... y hay quien de forma rotunda -quizá es la mayoría- cree que el cine sí es muy caro [y señala de paso mi insensibilidad con las familias para las que 50 euros es un mundo a la hora de llegar a fin de mes]. Lo primero que hay que decir es que la propia naturaleza del formato de Twitter lleva a simplificar y, por tanto, a dejarse por el camino los matices. Claro que 50 euros son muchos euros en la España de la inflación y la precariedad, pero no era exactamente eso de lo que yo quería hablar: no del precio neto, sino del aprecio por la experiencia.
El precio se ha convertido en un mantra
¡Claro que la asistencia a un parque de atracciones era -hasta hace un puñado de años- una actividad mucho menos frecuente que la asistencia al cine! Pero su precio nunca se ha convertido en mantra. Hay una queja recurrente sobre el precio del cine que no se produce ni con los parques temáticos, ni con las discotecas, ni con los restaurantes, ni con el importe de una copa o el de la entrada de un musical. Una familia puede realizar o dejar de realizar estas actividades por su situación económica, y puede acudir más frecuentemente a unas o a otras... pero lo cierto es que la única en la que la excusa más frecuente es el precio... es el cine. Y se esgrime con seguridad, como un hecho cierto. Como la razón de que las salas estén vacías.
A mi juicio se ha establecido la idea de que el cine es caro por dos razones: porque ha sido una actividad muy practicada y muy querida por la población hasta hace poco -se concibe casi como un derecho básico el acceso al audiovisual, vemos más películas y series que nunca- y porque hoy contamos con una alternativa casera mucho más accesible. Apuntaban algunas respuestas al tuit como una prueba obvia de que yo no llevaba razón... a la Fiesta del Cine. ¿Cómo no va a ser el precio el problema si la Fiesta del Cine se llena de gente cada seis meses? Vamos a matizar que esta iniciativa -loable por su intención de reenamorar al público de las salas- ya no goza del mismo éxito que en sus primeras ediciones... y que buena parte de su público sigue siendo asiduo a las salas.
Y hablemos de la alternativa casera. ¿Que podamos acceder a un catálogo de películas gigantesco por 15 euros al mes -escogiendo uno de los precios caros de las plataformas- convierte una entrada de cine de, digamos, 11 euros -escogiendo también un precio alto de una ciudad- en algo caro en esencia? Depende. ¿Es más caro que hace unos años? Un poco. ¿Caro como para plantearse el streaming como alternativa? Puede ser. ¿Caro comparado con la experiencia que se obtiene de ver una película en comunidad? Dependiendo de la calidad de la proyección y la sala, no. Y ahí está la clave. La pandemia, el acceso fácil a la conexión a Internet y sus ofertas legales de contenidos audiovisuales nos han reeducado.
No es tanto que, si analizamos la actividad concreta de ir al cine, con toda la cadena de valor que implica... sea una actividad cara. No. Es que mucha gente no está dispuesta a pagar por ella porque considera que la experiencia en casa es suficiente o, incluso, superior a la de la sala. Y luego viene el precio. Esto nos lleva a plantearnos si el mantra que repite la industria -y los medios de comunicación- de lo edificante que es ver el cine en comunidad fue alguna vez asumido por esa comunidad... o si los cinéfilos y cinéfilas lo que hacían era acudir a la única experiencia disponible. ¿Vamos a ver 'Super Mario' o la última de Marvel al cine por lo guay que es el plan... o porque consideramos que aún, para ciertas películas, la tele del salón se nos queda corta?
Lo que está en juego aquí, me temo, no es el precio del cine con o sin palomitas. Las familias que pueden permitirse el ocio -vuelvo a repetir el matiz para que no haya equívocos- pagan gustosamente por las actividades que les compensan y merecen la pena, y el cine se ha caído de esa lista en la mayor parte de ocasiones. No comparto en absoluto algunas de las respuestas del hilo sobre la escasa variedad o calidad de los títulos que se estrenan. No, se estrena el cine más variado y de mejor calidad que se recuerda. Rotundamente y de forma incomparable. Pero muchas de las películas que ahora no se ven en las salas se acaban viendo en el sofá de casa, meses después, "porque esta peli no es para cine, es para casa". Se ha alterado nuestro aprecio por la experiencia.
Al ofrecer como solución para revitalizar la asistencia a las salas una rebaja en el precio para los mayores de 65 años -además sin distinción de rentas, algo muy poco progresivo y progresista- Sánchez sitúa el foco del problema en el lugar incorrecto. Si queremos mantener un parque de salas porque consideramos que ver películas en comunidad es una actividad que debe protegerse... hagámoslo de verdad. Que el Estado abrace a la exhibición con todas las de la ley. No existirían grandes museos sin el Estado. Jugar con el precio es meterse en una rueda muy peligrosa. ¿Dónde está el límite? ¿Qué importe le podemos ofrecer a una sociedad que, de un tiempo a esta parte, considera que una subida de precio en una cuenta compartida de una plataforma es razón para darse de baja?
No soy un romántico. Me gusta que el cine en sala exista y creo que es una forma óptima de ver las películas -en una buena butaca y con un buen proyector- pero entiendo que los tiempos cambian. Y que en los próximos años veremos qué queda de todo esto. Pero sería deseable que las autoridades considerasen este síntoma de las salas como parte de una crisis global de nuestro modelo de convivencia [de lo social hacia lo individual]... y no como algo anecdótico que se puede contrarrestrar con una subvención puntual. Así no se protegen los cines.
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