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Crítica

Luis Ortega hipnotiza con las imágenes potentes y las palabras sustanciosas de 'El Jockey'

Protagonizada por Nahuel Pérez Biscayart, Úrsula Corberó y Daniel Giménez Cacho, es uno de los dos títulos latinoamericanos en competición por el León de Oro

Venecia·Actualizado: 30.08.2024 - 05:16
Fotograma promocional de 'El jockey', de Luis Ortega, con Úrsula Corberó y Nahuel Pérez como protagonistas
Fotograma promocional de 'El jockey', de Luis Ortega, con Úrsula Corberó y Nahuel Pérez como protagonistas · Fotografía: Festival de Venecia

Desde que Luis Ortega saltara al ruedo internacional con ‘El Ángel’ (2018) en el Festival de Cannes, no hubo dudas en que era un director al que había que seguirle muy de cerca. Tuvo que transcurrir cierto tiempo desde aquel filme que recogía la historia real del carismático y sangriento asesino Carlos Robledo Puch (Lorenzo Ferro), para que el realizador argentino, secuestrado por otros proyectos por la pantalla chica (‘Narcos’) retornara a la pantalla grande, y lo hace con ‘El Jockey’.

Que ‘El Jockey’ figure como uno de los dos únicos títulos latinos que optan al León de Oro en la edición 81 de la Mostra de Venecia, le da un gran voto de confianza y lo coloca bajo los focos internacionales. Ortega no defrauda, como que ha merecido la pena no ponérselo fácil con esta historia que se enmarca y explora inframundos, con personajes que representan y habitan los márgenes, algunos rayan en lo grotesco, otros en lo misterioso, eso sí huyendo de la caricatura.

El punto de partida es Remo Manfredini (sobresaliente y enigmático Nahuel Pérez Biscayart), un jinete otrora exitoso, ahora tocando fondo, adicto a sustancias varias, que está bajo el control de un mafioso de las carreras de caballo y apuestas ilegales, Sirena (un notable y atípico ‘malvado’ Daniel Giménez Cacho). Quien por ahora está ganando para Sirena es la briosa jocketa Abril (gran riesgo y acierto de Úrsula Corberó), que además está embarazada de Remo, por lo que considera "desembarazarse". Presionado a ganar la próxima contienda a lomos de un equino costosísimo, Remo sufre un aparatoso accidente. Aunque su estado es de pronóstico reservado, despierta y sale del hospital. En su huida, atravesando la ciudad que muestra otro inframundo -el de los sin techo y cartoneros-, Remo inicia una mutación, una transición hacia una identidad perdida.

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