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Series | Crítica

'Rapa' se despide con una última temporada cargada de emoción, sensibilidad y buen thriller

Movistar Plus+ estrena los dos primeros episodios del adiós de la serie creada por Pepe Coira y Fran Araújo con unos sobresalientes Javier Cámara y Mónica López

Madrid·Actualizado: 12.09.2024 - 04:07
Fotograma de la tercera temporada de ‘Rapa’, con Mónica López, Javier Cámara y Darío Loureiro
Fotograma de la tercera temporada de ‘Rapa’, con Mónica López, Javier Cámara y Darío Loureiro · Fotografía: Jaime Olmedo / Movistar Plus+

“Yo lo que quiero es morir bien”. Esta frase, dicha por Tomás (Javier Cámara) en la tercera y última temporada de ‘Rapa’, recoge, con solo siete palabras, todo el sentimiento y sensibilidad que abarca la producción creada por Pepe Coira y Fran Araújo, una serie que desborda humanidad, cariño, cuidado y que, además, es un thriller criminal sobresaliente. Durante tres temporadas el guion ha seguido de cerca la relación de una pareja cimentada en la admiración y el respeto -la que conforman Tomás y Maite– colocándola ante casos por resolver en lo profesional y ante la evolución de la enfermedad de él (con un único final posible) en lo personal. En ‘Rapa’ la muerte siempre ha estado ahí, de muchas formas, nunca se ha ido. Y ahora, en su final, sigue igualmente presente de distintas maneras.

Durante los seis episodios que componen el adiós de ‘Rapa’ hay tres ideas que lo sobrevuelan sin descanso: dignidad, respeto y emoción. Dignidad, porque es lo que pide el personaje de Tomás. Quiere que “todo termine”, dice, “antes de que no pueda comer o respirar por mí mismo”. Quiere irse antes de que la enfermedad lo deje postrado en una cama atrapado en un cuerpo que no responde. Quiere, en definitiva, “morir bien”. Dignidad también la de la serie como tal, porque no cae en el melodrama y su nivel nunca decae. Respeto a sus personajes, por los que será recordada y a los que ha cuidado y hecho crecer hasta el último fotograma. También al espectador, al que ha retado temporada tras temporada desde que en la primera rompiera los esquemas del thriller desvelando al culpable casi en los primeros compases. El juego de ‘Rapa’ no ha sido saber quién era el asesino, sino más bien conocer sus porqués: qué lleva a alguien a matar a otro ser humano y, en el caso de está última entrega, qué lleva a alguien a organizar un secuestro. Por último, emoción. La de de dejar escapar la lagrimilla y la que implica tensión, ritmo y acción.

En esta temporada final, en la que Jorge Coira regresa a la dirección y Javier Cámara vuelve a ponerse tras la cámara como ya hiciera en ‘Vamos Juan’y ‘Venga Juan’, la trama arranca con el secuestro de la componente más joven de una rica familia de la zona. Cuando ocurre, la enfermedad ya ha postrado a Tomás en una silla y él, como siempre, busca estímulos externos en un caso por resolver en paralelo a la investigación de Maite. En esta ocasión se trata de la aparición de un cuerpo en el puerto y cuenta con la ayuda de Tacho (Darío Loureiro), un personaje que gana peso, presencia y profundidad convirtiéndose en una suerte de 'sidekick' para Tomás. También en una pieza más de ese puzzle de personajes que es ‘Rapa’ y en un engranaje más de ese sentido del humor que nunca pierde la historia, por muy oscura o desesperanzadora que se vuelva. A veces no deja de ser sorprendente cómo una serie con un tema tan duro como el que se trae entre manos goza de una luminosidad tan especial.

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