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Crítica | Seminci

Marqués-Marcet sale triunfante de su danza con la muerte en la extraordinaria 'Polvo serán'

Carlos Marqués-Marcet dirige a Ángela Molina y Alfredo Castro en una película musical, atrevida y desinhibida sobre la muerte digna y los traumas familiares

Valladolid·Actualizado: 18.10.2024 - 10:30
Fotograma de 'Polvo serán', dirigida por Carlos Marqués-Marcet y protagonizada por Ángela Molina y Alfredo Castro
Fotograma de 'Polvo serán', dirigida por Carlos Marqués-Marcet y protagonizada por Ángela Molina y Alfredo Castro · Fotografía: LASTOR MEDIA

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Tiene que ser por una cuestión medioambiental, con un planeta agonizante y la desidia aceleracionista ganando la batalla ética y política, pero al cine le ha dado por reflexionar sobre la mortalidad. No sobre el fin de la vida, que es una cosa bien distinta, ni sobre la finitud de nuestra existencia, imposible de acogotar sin perderse en lo abstracto. No, sobre morirse. Adiós. Caput. Lo hace, de manera sosegada el maestro Costa-Gavras en 'El último suspiro', lo hace, desde lo moral, Pedro Almodóvar en 'La habitación de al lado' y lo hace, desde lo espectacular de la sonoridad autoconsciente, el director Carlos Marqués-Marcet en 'Polvo serán', película inaugural de la 69 edición de la Seminci de Valladolid.

De la mano de dos versos libres de las tablas, autores acaso de la interpretación como Ángela Molina y Alfredo Castro, el nuevo proyecto del responsable de '10.000 km' y 'Los días que vendrán' nos traslada hasta el seno de una familia de artistas. Ella, madre joven y dama vetusta de la danza, está lidiando con un tumor cerebral y las consecuencias del deterioro de su salud están sobrepasando todo límite de dignidad. Él, otrora autor de éxito ya contemplando el retiro absoluto para cuidar de su esposa, abandonó a su primera mujer y a su hijo, para formar una ecléctica familia hispano-chilena en la que la enfermedad de la matriarca lo empaña todo. Es ahí donde Marqués-Marcet, quizá el director español que mejor ha reflexionado en este siglo sobre la cotidianeidad sin caer en el costumbrismo, nos presenta a la hija que sí tienen en común, una Mónica Almirall que es, a la vez, protagonista y reflejo del espectador, Flegias por la desarmante decisión de sus padres: irse juntos a recibir la eutanasia a Suiza.

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