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Crítica | Festival de Málaga

Mario Casas conmueve en 'Muy lejos', contundente y sutil 'coming of age' gay y gran carta de presentación para Gerard Oms

El ‘acting coach’ debuta como director en un excelente y contenido viaje de descubrimiento en la treintena basada en las experiencias del propio cineasta

Málaga·Actualizado: 18.03.2025 - 06:30
Mario Casas, en un fotograma de 'Muy lejos', la ópera prima de Gerard Oms
Mario Casas, en un fotograma de 'Muy lejos', la ópera prima de Gerard Oms · Fotografía: Zabriskie Films

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Érase una vez un niño que debía tener unos 7 años (mes arriba, mes abajo) el 17 de mayo de 1990, el día que la Asamblea General de la Organización Mundial de la Salud (OMS) anunció la eliminación de la homosexualidad de la lista de enfermedades mentales (la comunidad trans aún tendría que esperar hasta 2018). Es posible que entonces no entendiera la noticia si la vio por televisión, que ni siquiera supiera todavía lo que significaba aquella palabra (es un triste lugar común que los homosexuales escuchen cómo se les llama “maricón” antes de que ellos mismos se reconozcan como tal) o que apartara la mirada de la televisión por temor a que en su casa relacionaran ese interés con una posible conversación que ninguna de las dos partes estaría dispuesta a tener durante demasiados años.

Ese devastador cóctel de confusión, miedo, prejuicios y vergüenza formaba parte del ADN de una España que en la que el colectivo LGTBIQ+ solo existía en los telediarios para hablar de la crisis del SIDA, en el alocado mundo de las películas de Almodóvar o en los delirios de ‘Esta noche cruzamos el Mississippi’ (donde tan pronto se fetichizaba la figura de La Veneno como se mofaban, con mejor o peor intención, de los homosexuales afeminados a través del Crispín Klander de Florentino Fernández). Ese es, también, el caldo de cultivo sobre el que están construidos los reconocibles fantasmas de ‘Muy lejos’, el preciso y hermoso viaje de descubrimiento y aceptación de un treintañero tan reprimido y bloqueado que tuvo que poner tierra de por medio para poder encontrarse a sí mismo en la fría y distante Holanda durante la peor crisis económica del siglo XXI.

Spoiler: la historia tiene final feliz, a pesar de que la propia película sea mucho más sutil y abierta en sus conclusiones. Quince años después, ese niño se ha convertido en un hombre llamado Gerard Oms que acaba de pasar por el Festival de Málaga para presentar su estupendo debut de la mano del actor que él mismo, ‘acting coach’ antes que director, había ayudado a redefinir cuando una de las estrellas más populares del cine español decidió reinventarse en lugar de dedicarse a vivir de las rentas. El resultado es la mejor interpretación en la carrera de Mario Casas, un trabajo desarmante que descansa más en el gesto y la postura que en lo verbal. Sergio, un hombre que en un arrebato decide huir después de sufrir un ataque de pánico ante la idea de volver a casa y seguir encerrado en la cárcel de los prejuicios propios y las expectativas ajenas, expresa más en cómo mira, cómo se presenta al mundo y cómo rehuye el contacto que en cualquiera de sus diálogos.

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