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Crítica

Sorrentino encuentra 'La grazia' en un precioso y comprometido ejercicio de contención de Toni Servillo como estadista

El director de 'La gran belleza' se vuelve a aliar con su actor fetiche para contar los últimos seis meses en el cargo de un Presidente de la República lleno de dudas

Venecia·
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Toni Servillo en un fotograma promocional de 'La grazia', de Paolo Sorrentino
Toni Servillo en un fotograma promocional de 'La grazia', de Paolo Sorrentino · Fotografía: MUBI

Fue en la primavera de 2008. Ocurrió antes de la caída de Lehman Brothers, antes de la furibunda crisis económica que nos sobrevino y justo antes de que el mismo prisma con el que el cine político brota de nuestras películas, nuestros guiones y nuestros protagonistas se llenara de cinismo y rabia. Un entonces recién llegado a las grandes ligas como Paolo Sorrentino -había debutado en competición con la sobresaliente 'Las consecuencias del amor' (2004) unos años antes- presentaba 'Il divo' en el Festival de Cannes. La ominosa figura de Giulio Andreotti, presidente del Consejo de Ministros italiano que sobrevivió a siete gobiernos con una rienda en la mafia y otra en la cámara baja, le servía al director de 'La gran belleza' (2013) para buscarle las cosquillas a la débil democracia de su país y evidenciar su fragilidad. Casi dos décadas después, como en díptico de la experiencia aprehendida, Sorrentino vuelve a la política con 'La grazia', en la que de nuevo se inspira en la plasticidad de Toni Servillo como musa para retratar los últimos seis meses en el cargo de un Presidente de la República senil, quebrado de duelo y lleno de dudas.

La película inaugura la competición de la 82 edición del Festival de Venecia y, en cierto modo, es una enmienda directa de Sorrentino a sus propias pasiones. 'La grazia', ejercicio de contención frugal del director napolitano tras bailar con el nihilismo en 'Parthenope' (2024), es una respuesta a su último trabajo a modo de diálogo: donde su joven protagonista femenina buscaba el sentido de la vida mientras la estética la hacía consumirse sobre sí misma, el Servillo de su trabajo presentado en el Lido está hecho de pura ética, de sentido del deber, como si fuera una materialización humana de la burocracia y lo taimado. El título del filme, inteligente y polivalente, hace referencia a la polisemia en italiano -y en español, si remamos con ganas- de la 'grazia' (gracia) como virtud (política), pero también como perdón (cristiano), puesto que conocemos al Presidente en mitad de una bifurcación moral: mientras decide si firma o no una ley de eutanasia y muerte digna, se enfrenta a dos peticiones de indulto que sí o sí marcarán su legado como estadista.

Toni Servillo en un fotograma promocional de 'La grazia', de Paolo Sorrentino
Toni Servillo en un fotograma promocional de 'La grazia', de Paolo Sorrentino · Fotografía: MUBI

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