Entrevista
Ted Hope: “Lo que ha pasado en el cine independiente en EEUU son cuarenta años de abandono”
El célebre productor ha pasado por la ECAM Forum para impartir una clase magistral. Hablamos con él sobre el auge y caída del cine 'indie' en los 90 y la IA
Parece otra vida cuando Ted Hope y James Schamus fundaron en 1990 Good Machine, una productora cinematográfica independiente que ayudó a lanzar las carreras de directores como Ang Lee, Todd Solondz, Nicole Holfcener, Hal Harley o Todd Field, nombres clave en la escena ‘indie’ durante la época más importante de su historia: los infames años 90 que tan bien retrató (salvo las lagunas en el historial de abusos de Harvey Weinstein) Peter Biskind en el imprescindible y hoy descatalogado ‘Sexo, mentiras y Hollywood: Miramax, Sundance y el cine independiente’.
Sus más de 70 películas como productor o productor ejecutivo acumulan 25 nominaciones a los Oscar, de los que ganó seis. Desde 2015 a 2020, el neoyorquino fue el primer líder de la división de cine de Amazon Studios. Ahora Hope ha vuelto a la producción - aunque siguió colaborando con la plataforma de streaming en ‘Cassandro’ y ‘El bar de las grandes esperanzas - y viaja por todo el mundo como conferenciante hablando de su experiencia como, en sus propias palabras, “trabajador cinematográfico’ (‘filmworker’ en inglés). Así ha llegado a Madrid, donde ha participado estos días en la primera edición del ECAM Forum 2024 dando una clase magistral con un descriptivo título, ”El momento transformador es ahora”, que esconde una reveladora y profunda charla de siete horas en las que Hope comparte sus reflexiones y experiencias tras casi cuatro décadas de experiencia en Hollywood.
“Todo nuestro ecosistema cinematográfico está amenazado por el auge de las máquinas. Nuestros líderes fomentan la eficiencia y buscan resultados garantizados. Los sueños de éxito se basan en descubrir la fórmula perfecta. Nuestros gustos se han rendido ante el algoritmo. Sin embargo, hay más esperanzas para el cine de las que la mayoría quiere confesar. Amenazado con ser colocado al lado del jazz y la danza como otra forma de arte cultural enrarecida, el cine todavía tiene mucho poder para cambiar nuestros corazones, nuestras mentes e incluso nuestra realidad”, reza el texto presentación de una charla que ha despertado el interés de alumnos, productores y guionistas (DAMA ha hecho posible junto a ECAM la visita del estadounidense). Durante su ponencia, Hope “profundiza para examinar no sólo el potencial cinematográfico oculto en la mayoría de los trabajos, sino también sobre un proceso creativo para elevarlo de manera consistente y cómo sería una estructura empresarial si la dejáramos florecer de una manera verdaderamente sostenible”.
El autor de una newsletter en la que vuelca todos sus conocimientos sobre Hollywood (‘Hope for film’, nombre también del libro que ha escrito a partir de su larga experiencia como productor de películas influyentes en el cine independiente de Estados Unidos como ‘Happiness’, ‘La tormenta de hielo’ y ‘American Splendor’, entre muchas otras) tiene fama de dar largas respuestas en sus entrevistas. Una reputación a la que, sin duda, hace justicia. En los 18 minutos que compartió con Kinótico antes de empezar su maratoniana jornada en la ECAM Forum, respondió a dos preguntas sobre el auge y caída del indie norteamericano en los años 90 (y su relación con lo que está pasando hoy en día en Hollywood) y su visión sobre los avances de la inteligencia artificial. Sus reflexiones, a medio camino de lo humanista y lo pragmático, no tienen desperdicio.
Formaste parte de una época única en la historia de Hollywood: el auge y la posterior caída del cine independiente estadounidense. ¿Cómo lo viviste por dentro?
Es interesante, porque en los últimos dos años siempre que viajo la gente quiere hablar conmigo sobre el cine de los años 90. Hay muchas cosas curiosas e interesantes sobre esa época, aunque no sé todavía si considerarla como una era dorada del cine independiente o no. Lo que no podemos negar es que fue la primera vez que los cineastas se pudieron centrar en hacer otro tipo de cine de autor con el beneplácito del sistema. Eso resultó refrescante para el público y eso favoreció que ese tipo de cine floreciera. También fue muy importante que ese enfoque más creativo y artístico llevara a este tipo de películas a tener un papel protagonista en la temporada de premios. Los premios atrajeron el prestigio y el interés del mercado, y a veces del público.
La realidad es que la respuesta del público rara vez era masiva. Ganar mucho dinero con este tipo de películas era la excepción, no la norma. Desde fuera se tenía una percepción equivocada, porque de las excepciones se hizo el ejemplo. Se dio por supuesto que las cosas iban a ser siempre así. Conseguir multiplicar por diez el presupuesto de una película independiente se convirtió en un exigencia estándar para aquellos que se habían ganado una imagen de buenos lectores e intérpretes del mercado. Cuando nosotros teníamos un éxito importante en mi primera compañía, Good Machine, eso atraía mucha atención e inversión por parte del sector. Los artistas y los inversores pensaron que ese éxito se iba a convertir en un patrón, y creo que eso es lo que acabó haciendo daño al cine independiente. Se pensaba que el sistema estaba funcionando a pleno pulmón porque un productor se había hecho rico o alguien había ganado un Oscar.
Al final pasó lo que sucede en todos los ecosistemas cerrados. El cine no es una industria especial en ese sentido. Cuando el poder dominante cree que el sistema es lo suficientemente bueno, dejas de centrarte en mejorar el producto o el proceso. Lo que ha pasado en el cine independiente en EE.UU. son cuarenta años de abandono. El escritor Kurt Vonnegut decía en uno de sus libros que todo el mundo quiere ser un constructor, pero nadie quiere hacer el mantenimiento. Y eso es una parte fundamental de cualquier sector. Eso no pasó aquí. El cine independiente creció de tal forma que cada vez era más dependiente. Fue su propio éxito lo que hizo que ese tipo de cine desapareciera.
Los problemas de ese cine independiente acabaron saltando de alguna forma a las ‘majors’. Los estudios pensaron que tenían el control de la distribución global, pero la realidad es que ignoraban lo que pasaría cuando entraran en escena empresas tecnológicas gigantes como Facebook, Amazon, Apple, Netflix o Google. Estas compañías no solo tenían mucho más capital que los estudios, sino más intuición a la hora de mejorar el proceso de distribución en el mundo digital. A pesar de ser nuevos en el sector, acabaron dominando a los grandes estudios. Las empresas tecnológicas tenían además una relación mucho más directa con los clientes que no tenía, por ejemplo, la televisión por cable. De todas formas, es fundamental que tanto los creadores como los espectadores pongan límites o tengan acceso a la información que tienen las plataformas de streaming, por ejemplo. O que los creadores reciban los frutos de los éxitos que generan.
Los negocios siempre quieren un resultado garantizado, pero los humanos no son tan predecibles porque siempre operamos a muchos niveles. Eso es algo que debemos entender y promover. Hay que apostar por cosas nuevas y dejarse llevar por el instinto. Es importante pensar fuera de la caja. Recuerdo perfectamente cómo la gente se reía del cine de superhéroes. El Batman de Tim Burton en los 80 mostró el potencial que podían tener. Después Christopher Nolan recordó a la industria y al público que también podían tener una vertiente artística. El problema es que, de nuevo, acabaron saturando el mercado, incluso cuando en teoría seguían haciendo variaciones de esa fórmula.
Como profesional que ha trabajado en la escena independiente, pero también en un gigante como Amazon, ¿cómo ve todo el debate que ha surgido alrededor de la inteligencia artificial. Fue uno de los conflictos principales en la huelga de actores y guionistas, y la semana pasada Sony anunciaba que quería recurrir a ella para recortar en costes.
Los negocios siempre se han obsesionado con la idea de la eficiencia, el crecimiento y la cuota de mercado. Siempre hay espacio y estrategias para ser más eficientes, pero hay que intentar que eso no haga que otras cosas se pierdan por el camino. Cuando empecé a trabajar en el cine todo era totalmente analógico. Los presupuestos se escribían en una máquina de escribir o a boli. Los guiones se escribían con una máquina de escribir y no podíamos pasar fácilmente de una escena a otra o hacer un seguimiento de todo el guion. El ordenador fue una revolución. En nuestra empresa fuimos de los primeros en usar hojas de cálculo para hacer presupuestos. No parece una innovación tan grande, pero era una forma de hacer las cosas más fáciles. Soy muy escéptico con la idea de que la inteligencia artificial vaya a crear obras de arte, pero sí puede llevar a una mayor eficiencia a la hora de reunir la información, procesar la información y analizarla correctamente.
Vengo de una familia en la que tengo una hermana que enseña inglés en el instituto. Le encanta leer a Shakespeare y se lo enseña a niños que son inmigrantes que acaban de llegar a Estados Unidos. La otra es una científica y CEO de una empresa. En su trabajo hace muchísima escritura técnica. Nuestra madre falleció el pasado julio, así que decidimos escribir juntos el obituario. La científica quería algo más aséptico y la profesora algo más personal. Yo me encontraba a medio camino de las dos opciones. Me preocupa que el auge de la inteligencia artificial nos acerque demasiado a una mirada científica de la vida.
Yo cometo muchos errores en mi vida. Algunos son divertidos, me dan alegría y otros me dan algunos problemas, pero siempre intento aprender de todos ellos. Los humanos son capaces de encontrar la belleza en los errores y encontrar la forma de que esas experiencia nos ayuden a entender o cambiar las cosas. Creo que las máquinas pueden ayudar también, pero tenemos que redefinir lo que realmente significa estar vivo en este momento. A su manera, la narrativa es una tecnología que reúne a las personas. Muchos definen el arte como algo misterioso que nos ayuda a entender nuestro potencial como personas, a formar parte de algo más grande que nosotros mismos. No podemos pretender que la tecnología no forme parte de la vida, pero sí tenemos que reconquistarla. La tecnología siempre ha estando en nuestras vidas, de una forma u otra, pero no hay que fetichizarla. Las personas siempre son más importantes.
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