‘The Mandalorian’ (T3), un comienzo prometedor, una escena final evocadora y poca sustancia entre medias

***Este texto contiene spoilers de la tercera temporada de ‘The Mandalorian’ (Disney+)

Cuando el pasado 1 de marzo se estrenaba el primer episodio de la tercera temporada de ‘The Mandalorian’ todo eran esperanzas de entretenimiento a la vista. No solo porque Mando y su inseparable –y mira que lo intentaron– Grogu volvían a la aventura juntos y más encariñados el uno con el otro, si no porque esa propuesta de búsqueda de redención que se planteaba resultaba de lo más interesante argumentalmente. El personaje al que interpreta Pedro Pascal había mostrado sus más y sus menos con el credo mandaloriano con anterioridad. Sin embargo, a la hora de la verdad, quedó patente que no estaba preparado para renunciar a ser lo que es y de ahí que se afanase en volver al redil.

Tras un primer capítulo entretenido y resultón, llegó el segundo y este tema quedó resuelto por completo. ¿De manera satisfactoria? Sí, por supuesto. ‘La minas de Mandalore’ ha sido uno de los mejores episodios de esta tercera e irregular temporada, pero el haber finiquitado tan pronto el conflicto dejó un tanto a la deriva el guion (y al personaje). Entonces llegó el siguiente, ‘El converso’, y, durante casi una hora, ‘The Mandalorian’ pareció imbuido por el espíritu de ‘Andor’ insuflando nuevas esperanzas que, después, se vieron otra vez anuladas al seguir la serie por unos derroteros de idas y venidas de mandalorianos repitiéndose una y otra vez a sí mismos, pasando cosas con poco o nulo sentido e, incluso, absurdas.