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Crítica

Marvel se pone seria abordando la depresión en 'Thunderbolts'... y le sale su mejor película en años

Florence Pugh, a través del personaje de Yelena, se erige como la protagonista de una película coral que se toma en serio y, sorprendentemente, lo hace con tino

Madrid·Actualizado: 02.05.2025 - 05:30
Wyatt Russell, David Harbour y Florence Pugh en un fotograma de 'Thunderbolts'
Wyatt Russell, David Harbour y Florence Pugh en un fotograma de 'Thunderbolts' · Fotografía: Marvel

Si de algo han servido los últimos pinchazos de Marvel en el cine (la división seriéfila dejó el listón en buena posición hace solo dos semanas con el cierre de temporada de ‘Daredevil: Born again’), es para enfrentarse a una nueva película del MCU con las expectativas relativamente bajas. Algo que no sirvió para salvar los muebles a ‘Capitán América: Brave new world’, pero que le ha jugado a favor a ‘Thunderbolts’. Una circunstancia -la de las bajas expectativas– que, paradójicamente, tiene mucho que ver con la propia premisa del guion firmado por Eric Pearson y Joanna Calo y rodado por Jake Shreier: un grupo de (anti)héroes de saldo de los que nadie, ni siquiera ellos mismos, espera nada. Y, así, sin esperarlo, ‘Thunderbolts’ ha resultado ser una de las mejores películas de Marvel en años. Y, más curioso aún, una visión lúcida, visualmente convincente y certera sobre la depresión.

Sí, sí, la depresión. No es la primera vez que los guionistas marvelitas se atreven con un tema a priori poco esperable dentro del MCU –ha habido personajes que han lidiado en pantalla con problemas de salud mental, la depresión o el estrés postraumático, por ejemplo–, pero esta vez no solo dan en el centro de la diana, sino que colocan el tema en primera línea argumental. Y lo hacen, sin dar excesivos detalles para no entrar en terrenos que arruinen el viaje que propone la película, con una nueva incorporación a la familia. Bob (Lewis Pullman), un tipo apocado y hasta anodino con el que también experimentaron, se presenta como alguien que no se sabe muy bien qué pinta en medio de un intento de la villana de turno (¡y qué villana!) de borrar del mapa cualquier prueba en su contra, incluso si esas pruebas son seres humanos.

Julia Louis-Dreyfus vuelve a meterse en la piel y el pelo canoso de Valentina Allegra de Fontaine, una mujer de ideas contundentes y métodos cuestionables afanada en conseguir un superhombre aún más poderoso que el mismísimo Capitán América y que, al frente de su organismo gubernamental, no deja de lado la faceta empresarial. Y es ahí, entre las dos aguas entre las que navega, en las que cuenta con una serie de activos –asesinos a sueldo– que le hacen el trabajo sucio. Hasta que ya no le sirven, claro. Algo tiene que ver el hecho de que se encuentre en medio de lo que los americanos llaman un ‘impeachment’. No será ese el mayor de sus problemas. El verdadero dolor de cabeza se lo dará esa panda de ‘outsiders’ e individualistas cuando sus otrora asalariados deciden unir fuerzas para salvarse a sí mismos. Quién sabe si también al mundo o, como mínimo, a una ciudad en peligro.

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