Entrevista
Valentina Maurel: "La violencia en el cine no es exclusiva de Latinoamérica, es universal"
La directora costarricense estrena en España 'Tengo sueños eléctricos', su debut en el largometraje, tras un recorrido exitoso por un gran número de festivales
Después de haber ganado el premio a Mejor dirección, Actriz y Actor en el Festival de Locarno, el Premio Horizontes Latinos en la pasada edición del Festival de cine de San Sebastián y el premio FIPRESCI a la Mejor película de la sección latinoamericana en Mar de Plata, Valentina Maurel llega a España para promocionar su ópera prima, 'Tengo sueños eléctricos', que se estrena este viernes, 3 de febrero.
Nos recibe en la Casa de América de Madrid, en una soleada habitación palaciega que contrasta con la sobriedad y dureza de la película que presenta. 'Tengo sueños eléctricos' es una reflexión sobre el despertar sexual, la madurez, los abusos y los odios heredados; contada desde la perspectiva de una adolescente, Eva, y la tormentosa relación con su padre.
'Tengo sueños eléctricos' es tu debut en el largometraje después de haber estrenado con éxito dos cortometrajes en el Festival de Cannes. ¿Cómo ha sido para ti adaptar tu lenguaje cinematográfico a un largo?
Para mí, extrañamente, fue más agradable escribir un largo. Porque me gusta el cine de personajes y, claro, en los cortos siempre estaba muy frustrada por no poder contar más cosas. Mis cortos tenían el defecto de no ser muy eficientes a nivel de estructura. Siempre quedaba el final un poco abierto y creo que era una mala cortometrajista. Me sentí más cómoda con el largo. Lo único, que a nivel de financiamiento tomó más tiempo, pero no estoy apurada.
En España y a nivel internacional hemos visto en los últimos años un cambio de contexto importantísimo en torno a la representación de mujeres directoras. Habéis copado los grandes festivales internacionales, como es tu caso en Locarno. ¿Tienes esta misma sensación?
Yo tengo una situación un poquito especial porque vengo de Costa Rica. Allí, por motivos que me son misteriosos, hay más cineastas mujeres y siempre ha sido así. El cine costarricense es reciente y empezó ya con una buena cantera de mujeres. Este cambio que comentas también se traslada allá, pero en menor medida. Nosotras siempre hemos tenido una ventaja: tenemos un cine nuevo, incipiente, no estamos aplastadas por el peso del cine europeo, que tiene toda esta historia y en el que quizás los caminos ya estaban muy trazados, ¿verdad? Allá, como que nos dimos la libertad de nada más ser cineastas mujeres y hacer cine. Quizás, también, porque el cine no era un trabajo tan valorado en una sociedad un poco machista.
Creo que en Europa el feminismo ha permitido que se valoren más películas que antes eran consideradas como de temas menores. Por ejemplo, el cine íntimo era considerado como un cine necesariamente poco ambicioso o solo independiente. Pero de pronto esa visión es como arcaica. También lo bueno es que ahora ya no estamos hablando tanto de cine de mujeres, sino que las mujeres nada más estamos queriendo hacer cine sin pensarlo desde esa perspectiva.
Tú estás afincada en Europa, la película se ambienta en Costa Rica… ¿Ha cambiado tu percepción, como creadora, sobre tu país natal?
Lo bueno de irme de Costa Rica es que tengo una relación muy, muy ambivalente con mi país. Es decir, es un país pequeño y un poco especial en la región. Los costarricenses tendemos a estar muy orgullosos de ser esta, digamos, resistencia. En cambio, yo me fui porque estaba cansada de vivir allá. Y solo yéndome pude tener deseos de volver y, sobre todo, deseos de volver como cineasta. No para vivir allá, sino para mirar el lugar del que vengo. Quizás el hecho de haberme ido me ayudó a ser una cineasta que no tiene el peso, la responsabilidad, de tener que representar a Costa Rica, sino que puedo permitirme tener esa relación crítica.
Aunque la trama se sitúa en Costa Rica, y siempre queda algo de ella, la historia es mucho más universal. Trata sobre el despertar sexual, sobre la violencia machista… ¿Era algo buscado que el contexto de Costa Rica no determinara la historia de tus personajes?
Cuando llegué a Europa vi que los cineastas europeos se autorizaban a contar cualquier tipo de historia. Esa es la dificultad cuando uno viene de un país pequeño. De pronto, no te vas a autorizar a contar una historia porque tienes que representar algo ante el mundo. Para mí fue un gran acto de libertad decidir contar una historia, entre comillas, banal y universal. Esto para otros habría sido una irresponsabilidad, desperdiciar la oportunidad de mostrar un país que nadie conoce. Me parece que tenemos que romper con esos esquemas de caer en la autoridad exótica. El límite está en intentar no hacer un cine exótico y, tampoco, intentar copiar esquemas del cine europeo. Quiero encontrar esa delgada línea en la que puedo contar lo que es específico de Costa Rica y, a la vez, lo que nos une a todos. La violencia que se ve mucho en el cine latinoamericano, pues no es una exclusividad latinoamericana, sino que es universal y también ocurre en familias de clase media, educada, culta...
¿Es molesta, en cierta medida, esa etiqueta de cine latinoamericano?
Pesa. Y a la vez no. Estoy muy agradecida con los festivales que le dan una vitrina a Latinoamérica. Pero es verdad que es muy extraño descubrir con mi primera película, siendo yo francesa y costarricense, que de pronto soy una cineasta latinoamericana. Esperan cosas específicas de mí, se esperan un tipo de historia. Y esto mismo me pasa siendo una cineasta mujer. Me han criticado que falta un poco de realismo mágico, que me falta poesía. Me han dicho incluso que le falta ligereza a mis obras. No encajo bien en el estereotipo.
La protagonista de tu película es una adolescente de nombre Eva, absolutamente fuerte y contradictoria, que toma decisiones muchas veces erróneas... ¿Cómo construiste este personaje?
Se habla mucho de mujeres fuertes, de personajes femeninos fuertes. Es casi una moda que, a veces, me irrita un poco. Porque siento que solo hay dos esquemas de personajes femeninos posibles: el personaje fuerte o el personaje mártir. Y siento que yo no quisiera ser ni el héroe ni el mártir de nadie. Yo quería un personaje que tuviera esa dualidad o ambivalencia. Que las contradicciones que tenemos todos se vieran reflejadas en una jovencita. Quería representar a una adolescente que es fuerte, pero que se equivoca; que desea cosas que no le van a hacer bien; que prefiera al padre, cuando el padre es un hombre brutal, que a la madre, lo cual es totalmente injusto. Pero la vida es injusta. Yo quiero que nos podamos identificar con personajes que son así, humanos, y que huelen mal, y que también tienen un cuerpo. Porque en el cine no hay tanto cuerpo.
En la película hay una sensación constante de amenaza o peligro. ¿Eras consciente cuando te la imaginabas?
Pues no. Pero hay cosas que uno no controla como cineasta, la verdad. No pensé que ese sentimiento de peligro iba a ser tan latente. Pero yo creo que es porque el cuerpo no existe tanto en el cine o existe de forma muy codificada. Es tan extraño ver a personajes que se relacionan con el mundo, con su cuerpo, que se huelen, en los cuales el deseo está ahí de forma muy fuerte.
En relación con esos cuerpos… En la película hay momentos de una intimidad abrumadora. ¿Cómo fue plantearle estas escenas a Daniela Marín, la protagonista?
El proceso de casting al principio fue difícil porque tenía miedo de pedirle a una actriz exponerse tanto. Pero en realidad tuve mucha suerte, porque Daniela fue la tercera persona en venir al casting. Cuando digo que fue difícil es porque fue difícil para mí a nivel ético cómo afrontar el hecho de tener que pedirle a una jovencita que interpretara estas secuencias. Yo no quería sacrificar a una jovencita para hacer una película. Sin embargo, ella es mucho más valiente de lo que yo podría haber sido jamás a su edad y además tiene una relación muy libre con la sexualidad. No le da tanto miedo asumir que una jovencita tiene deseo. Realmente esto habla mucho de lo que está pasando con las nuevas generaciones. Son mucho más libres y tienen una confianza en poder hablar de ciertos temas que nosotros no teníamos. Aprendí mucho de ella y también creo que ella se autorizó a no juzgar el personaje.
Eva, el personaje principal, toma decisiones complicadas respecto a sus relaciones (con su madre, con su padre, con el amigo de este…) ¿Cómo abordaste los diferentes dilemas morales a los que se enfrenta?
El dilema ético venía sobre todo por las relaciones sexuales. ¿Por qué autorizarme a contar una historia de relaciones sexuales con un hombre mayor sin mostrar que es de forma muy evidente un abuso? Debía tener la valentía de contarlo desde la dificultad del personaje. Hay que tomar en serio a los adolescentes, hay que dejar de pensarlos como idiotas, como seres frágiles e ignorantes. Tienen mucha más capacidad de lo que uno imagina, incluso más que nosotros, para cuestionar la realidad.
Yo quería encontrar la manera de contar cómo algo te puede suceder sin que parezca algo grave, sin que parezca que él obviamente es un personaje abusivo. Sino que la forma en la que pasan estas cosas es en un consentimiento aparente, en contraposición al consentimiento real.
El personaje de Eva, lleno de rabia, tiene muchas cargas que no son suyas. ¿Crees que parte de esas cargas son las que la llevan a tomar las decisiones que toma?
Yo creo que Eva lo que acaba haciendo con esa rabia es descubrir que no le pertenece. Entonces se deshace de ella y la rompe. Creo que la necesidad de esta adolescente de querer a su padre la lleva, quizá, a repetir su rabia, repetir su violencia. Porque cuando uno repite o imita a otro ser en cierta medida legítima y perdona. Hay una cosa como de ponerse en los zapatos del padre. El trabajo de ella es romper con esa fascinación. La rabia es esta cosa que ella hereda, pero también es un motor y, paradójicamente, es el motor que le da la fuerza de romper con esta transmisión. Es una cosa muy nefasta que le genera mucho sufrimiento y, a la vez, es un lugar de complicidad entre Eva y su padre.
¿Hablas de la clase media costarricense para alejarte del tópico de la violencia asociada a las clases más pobres?
Sí, tenía ganas de hablar de cosas que conozco, de la clase media en la que crecí. Porque creo que uno se siente más legítimo cuando habla de estas cosas. Existe una falsa impresión de progreso cuando uno crece en un lugar en el que todo el mundo es culto. La motivación primera fue poder hablar de lo que conozco para poder ser crítica y, a la vez, no ser condescendiente.
Próximo proyecto: 'Siempre seré tu animal materno'
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