Entrevista
Andrea Segre: "'La gran ambición' puede ayudar a entender qué le ha pasado a la izquierda"
El director de 'El orden de las cosas' regresa al cine político narrando la vida y obra de Enrico Berlinguer, el último gran líder comunista de la república italiana
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La mera prostitución de la palabra ha hecho que pierda su valor ontológico, pero lo 'decisivo', al menos en cuanto a la política de cada país, suele tener nombre y apellidos. Si nos miráramos al ombligo, hay quien se acordaría del "con Rivera no" -los más jóvenes-; y los que peinen ya en plata quizá piensen en cómo pudo hacer fluctuar el voto un "váyase, señor González". En Italia, con un cariz mucho más serio y patético, los apellidos van en pareja y están ligados a la tragedia: Moro (Aldo), líder de la derecha secuestrado y asesinado por las Brigadas Rojas, y Berlinguer (Enrico), líder de la izquierda y defenestrado por un pacto presidencial que hubiera refundado la mismísima república. Sobre la figura del segundo, pero en diálogo directo con 'Exterior noche', la obra maestra de Marco Bellocchio sobre la muerte del primero, Filmin estrena esta semana en cines 'La gran ambición', película dirigida por Andrea Segre y protagonizada por Elio Germano como el carismático político comunista.
Rica y desmedida en su ambientación, a finales de los setenta, la nueva y sesuda película del director de 'La pequeña Venecia' y 'El orden las cosas' capitula los momentos trascendentales de la vida de Berlinguer, que llegó al liderazgo del PCI ("el picí", que diría Nanni Moretti) en 1972, hasta su caída en desgracia a mediados de la década siguiente. "Tuve la idea de hacer una película sobre él [Berlinguer] en 2020, pero la pandemia lo paralizó todo. Todo parte de dos ideas, y que creo que ni a Berlinguer ni al Partido Comunista Italiano se les ha dado el espacio que merecen en el cine italiano. Y jugaron un papel clave en la historia política y cultural de nuestro país. Y, además, creía que esta historia podía dialogar con la crisis actual de los políticos italianos con la sociedad", explica Segre por teléfono a Kinótico, antes de ahondar en esa lectura contemporánea en un país gobernado por la extrema derecha: "Hay similitudes contextuales, pero no creo que la situación de Italia sea distinta o especial respecto a la de otros países europeos. Es un reflejo de lo que está pasando en el mundo, de ese neoliberalismo rampante que nos gobierna. El económico sigue siendo el poder más importante", apunta el realizador, siempre político en sus acercamientos a la realidad.

Pero, si lo de Italia no es un caso aparte... ¿cuándo se empezó a torcer todo? "Yo diría que fue en los ochenta, con la llegada al poder de Bettino Craxi. Y luego, claro, con Silvio Berlusconi. Pero una cosa vino de la otra, de la radicalización de la derecha y de su asociación con el liberalismo más peligroso. También se mezcla con la sensación, generación a generación, de que la izquierda se ha separado de sus raíces populares y se ha entregado a lo intelectual. Cosa que es mentira, pero que sí ha dejado abierta la puerta a la derecha para que se radicalice", completa Segre, cuyo retrato de Berlinguer coquetea con lo idealista pero es plenamente consciente de que se trata de una película de 2025, en la que lo iconoclasta es tendencia. "[Mi película] Puede ayudar a entender qué le ha pasado a la izquierda alrededor del mundo", añade convencido sobre un filme que estuvo nominado a 13 Premios David di Donatello y que acabó llevándose dos: para su protagonista y para el responsable de montaje, Jacopo Quadri.
Preguntado acerca de la cada vez mayor distancia contemporánea del público con el cine más estrictamente político, ese que aleja a los taquillazos con afán contestatario, Segre lo tiene claro: "Es un desafío. La relación entre el público cinematográfico y la política está un poco rota. O al menos está en crisis. 'La gran ambición', y ya es un misterio, ha funcionado muy bien con el público. Sobre todo con el más joven. Nadie esperaba que pudiéramos vender más de 700.000 entradas en el cine. Empezando por mí. Y nadie podía esperar, encima, que un tercio de ellos estuvieran rondando los veintitantos años. Pero no creo que sea mérito mío o de la película, sino de celebrar la memoria y el legado de Berlinguer", explica el italiano, que aquí vuelve a trabajar quirúrgicamente -la película baila con las líneas temporales de una manera clara, pero ventajista en el mejor sentido posible- con Marco Pettenello en el guion, con el que ya ha desfilado por plazas de tanta relevancia como el Festival de Venecia o el de Annecy.
"Siempre intentamos no caer en la parodia o en la comparación más obvia. Lo que nos importaba era dejar clara su línea de pensamiento, su tesis más que sus propias palabras. También porque era un hombre que siempre se estaba cuestionando a sí mismo. No era un líder acaparador, alguien que quisiera comandar a la gente a la revolución, sino una persona capaz de escuchar y de dudar", se despide Segre, sobre la creación y recreación de Germano del político protagonista. "Sí, lo sé, parece anacrónico", bromea Segre, sobre lo de ver la decencia hecha verbo en un político italiano.

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