Entrevista
Enrique Buleo y la Mancha esotérica de 'Bodegón con fantasmas': "Unos niños jugaban al fútbol y otros a la ouija"
El director debuta en el largometraje con 'Bodegón con fantasmas', un retablo episódico sobre lo paranormal -y lo hilarante- entre estampas de la España vaciada
Una noche, la paz anodina de un pueblo de La Mancha se rompe. "Que sea una violación o un asesinato, pero que pase algo", anhela una de las vecinas a la que seguimos en la oscuridad rota por las luces de emergencia. Hasta casa, medio desvanecido, llega su padre recientemente muerto. Resulta, en un medido juego de descolocación hilarante, que no pude descansar hasta que cumpla con su última voluntad: ser recordado en la lápida como la mujer que siempre se sintió. Decir que es un resumen perfecto del humor de 'Bodegón con fantasmas', debut en el largometraje del director Enrique Buleo, sería acertado; atrevernos a afirmar que es lo más gracioso que ocurre en su filme, episódico y esotérico sobre cómo lo paranormal puede volverse mágico entre estampas de pueblo, nos estaríamos quedando cortos.
"El camino está siendo bastante ilusionante, porque antes de los festivales no teníamos ninguna pista de cómo podía ser recibida la peli. Habíamos oído de todo en el desarrollo, en los laboratorios y en los WIP. ¿La gente va a conectar o no? Y parece que sí. Parece que han entrado en la tragicomedia, parece ser que la respuesta es buena", confiesa contento Buleo, que estos días pasa con su película por el 62 Festival de Gijón y que ya la estrenó en el último Festival de Sitges. En el radar del cortometraje español desde 'El infierno y tal' (2019) y la demostración de saber hacer en la divertidísima 'Las visitantes' (2022), Buleo debuta ahora en el largo con una película que salió de la pandemia: "Durante el confinamiento, nos quedamos sin rodar 'Las visitantes' cuando iba a ser, y me vi con que tenía una necesidad bastante grande de escribir cosas sobre la muerte. Con la intención un poco de transgredirla. Así desarrollé varias historias, que tenían que ver con la muerte, con lo fantasmal, y que compartían atmósfera. Fue ahí cuando me dije, como fan de las películas episódicas, ¿por qué no hago yo una película episódica?", recuerda el director.
Dividida en cinco historias que se ven, huelen y saben a pueblo, Buleo levanta en 'Bodegón con fantasmas' un retablo móvil de inquietudes propias y paranormales que es mucho más fácil de disfrutar que de explicar: "Mira que hay cosas en la película, pero al ir a venderla o a buscar financiación, el prejuicio más grande que nos encontrábamos era que fuera episódica. Ahora, que la gente se ve tres o cuatro capítulos seguidos de series de veinte minutos, parece que no se puede hacer esto en el cine. Y era extraño, porque de algún modo entendían que minaba la calidad de la película. La película será buena o no, pero no creo que tenga que ver con los episodios", se queja el realizador. Y sigue, sobre un desafío mucho más real, el de mezclar a actores con solera como Jordi Aguilar o José Carabias con intérpretes naturales: "Fue un trabajo más de cásting que de otra cosa. Queríamos trabajar mucho esa parte para luego no exigirles una interpretación perfecta ya en rodaje. No creo que hiciéramos más de tres o cuatro tomas con nadie porque estaba ya todo trabajado", apunta.
Graciosa sin aspavientos y original sin, realmente, inventar demasiadas cosas. 'Bodegón con fantasmas' apuesta su riesgo a su atmósfera, construida por y para la Mancha, y envolviéndose en un manierismo que es tan propio como identificable con las tesis de vigilancia absoluta, gregarismo y siesta propios del ideario del pueblo costumbrista español. "Yo hice Bellas Artes, y luego me dediqué muchísimos años a la pintura. Por eso, yo creo que en mi cabeza ya estaba claro desde hace años la impronta estética que iba a tener la película. Esto ya estaba en los cortos, claro, pero aquí se vuelve importante el papel de la directora de foto, Gina Ferrer. Con ella trabajé una luz muy propia, buscando lo que nos interesaba. Ahí entra Lucía de Lope, que es la directora de arte, que fue clave. Entre mi interés por la estética de pueblo, y el trabajo con ellas dos, dimos con el aspecto final", reconoce loable Buleo, sobre un filme que cruza con estilo por la insolencia de Chema García Ibarra, el obrerismo estético de Kaurismäki o Seidl y el aprovechamiento de la instalación en el acerbo colectivo de los resortes más "chanantes" de la comedia por empuje.
Sabia de un modo extraño, respetuosa de ese más allá con el que juega al escondite todo el rato, la película trasciende la broma para que lo paranormal sea un personaje más: "Para mí, todo lo esotérico me sale bastante natural. Crecí en un pueblo de Cuenca, que se llama Villanueva de la Jara, y en mi zona, todo lo paranormal, el contacto con los muertos, cuando yo era niño era algo bastante normal y natural. De pequeños, mientras unos se iban a jugar al fútbol, otros nos íbamos a hacer la ouija. Y no lo percibíamos como algo raro o algo extraño, era lo que nos gustaba hacer sin ningún tipo de parafernalia. No era tampoco algo oculto, era una actividad más. A la hora de hacer esta peli, quería atrapar ese espíritu de referencias con el que crecí", añade el director.
Antes de despedirse, y de citarse con los espectadores en las salas de cine a partir del próximo 24 de enero de 2025 de la mano de Sideral, Buleo reflexiona también sobre la temporada de premios: "Me hace ilusión, por supuesto, todo este camino de festivales y lo de poder llegar a unos hipotéticos premios. Sobre todo la posibilidad de entrar en los Premios Feroz, que yo creo que son el sitio para esta película. Los Goya... los veo un poco más lejos, porque premian otras cosas, pero sería increíble. No ya por mí, sino porque esta película está hecha entre mucha gente maravillosa y lo merecerían. Sobre todo pensando en los departamentos de foto o de arte", aclara Buleo, acaso firmante de uno de ese puñado de trabajos genuinamente originales que entrega el cine español cada año.
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