Entrevista
Clara Bilbao: "Nadie tiene dudas cuando un actor o un director de fotografía quiere dirigir"
La ganadora de tres Goya al Mejor Vestuario se ha estrenado como directora gracias a ‘Tratamos demasiado bien a las mujeres’, una mirada única a la posguerra
A Clara Bilbao no le importa que apenas haya precedentes de diseñadoras de vestuario que se hayan pasado a la dirección. La ganadora de tres Premios Goya gracias a películas tan diferentes como ‘Blackthorn. Sin destino’, ‘Nadie quiere la noche’ y ‘La sombra de la ley’ siempre ha sentido que había una directora dentro de ella. Sin embargo, han hecho falta ocho años, la confianza incondicional de un guionista (Miguel Barros) y el apoyo de una productora (Mamen Quintas) para que ‘Tratamos demasiado bien a las mujeres’ se hiciera realidad. Tras su paso por los cines en primavera, los espectadores o votantes que quieran recuperarla de cara a la temporada de premios pueden hacerlo en Prime Video.
La industria poco a poco va cambiando y ya no es tan raro que una mujer se estrene en la dirección pasados los 50. El éxito de Arantxa Echevarría con ‘Carmen y Lola’, ganadora del Goya y seleccionada en Cannes, fue el gesto simbólico y la advertencia de que algo está cambiando la industria. Nombres como Elena Manrique, Isabel Herguera o la propia figurinista subrayan la importancia de seguir rompiendo nuevos techos de cristal, tengan la forma que tengan. Con su ópera prima, reconocida en el Festival de Málaga con el premio ASECAN a la Mejor Ópera Prima, Bilbao reinventa la posguerra española con una comedia muy negra o un drama muy irónico de la mano de Remedios Buendía, una mujer dispuesta a defender su patria hasta la última de sus consecuencias. Un fatídico día del otoño de 1945, un grupo de maquis a la fuga tiene la mala idea de tomar la estafeta donde Remedios se prueba su vestido de novia. Ha llegado la oportunidad de demostrar hasta dónde está dispuesta a llegar defendiendo sus valores. Cueste lo que cueste.
Durante un descanso del rodaje de la nueva película de Dani de la Torre (‘Zeta’), la directora se sentó a hablar con Kinótico sobre el largo viaje de su ópera prima, la reacción de la industria al deseo de una diseñadora de vestuario de estrenarse en la dirección, el valor real de los premios o el mito de que se hacen demasiadas películas sobre la Guerra Civil o la posguerra en España.
¿En qué momento te diste cuenta de que, además de figurinista, había una directora dentro de ti?
Creo que los diseñadores de vestuario llevamos un director dentro. No sé si todos, pero creo que la parte narrativa de un director de vestuario no tiene precio. Nosotros hacemos y construimos personajes constantemente. Cuando leo un guion ya estoy viendo por dónde entran los personajes. Sé si los veo de lejos o de cerca, si se juntan más o si se aproximan a nosotros, si se le debería seguir por detrás o por delante. Es algo que no puedo evitar. Me hago una película en imágenes. Igual que visualizo el vestuario, visualizo la historia. El guion que escribió Miguel Barros era brillante. Es una adaptación de una novela de Raymond Queneau [‘Siempre somos demasiado buenos con las mujeres’, Austral]. Era una historia que contaba la guerra desde otro punto de vista. Hablaba de los perdedores y de los ganadores, el feminismo en esa época, la sinrazón… Era una España pasada que en realidad se parecía mucho a la de hoy. El tono en el que estaba escrito era un reto y pensé que tenía que ver con mi forma de verlas cosas. A mí me gusta un humor que no es de carcajada, sino de sonrisa. Miguel fue el que insistió en que yo podía dirigir la película. Después llegó Mamen Quintas. Y les creí. Creo que hay un director dentro de un diseñador de vestuario.
¿Cómo responde la industria cuando una diseñadora de vestuario dice que quiere hacer una película?
El departamento de vestuario siempre ha estado denostado. Nunca se ha puesto en valor nuestro trabajo y tenemos el estigma de que está percibido como algo femenino. Vestir es algo que han hecho las madres toda la vida con sus hijos, así que parece fácil. Parece que no es una profesión artística y técnica, cuando realmente lo es. Es algo que requiere una preparación y un desarrollo. Es un departamento que está tratado como algo menor hasta en Hollywood. Eso era una mal punto de partida para querer hacer una película. Yo pertenezco a un grupo llamado “las chicas de vestuario”. No soy el director de fotografía ni el director de arte.
Hace ocho años este guion encantó a muchísimos productores, pero todos veían que era una película más adecuada para, por ejemplo, Alex de la Iglesia. Si no se hizo en ese momento es porque Miguel solamente quería que la hiciera. Eso ya te demuestra el momento en que estaba la industria. Mamen Quintas sí creyó que yo podía contar esta historia, pero es que ahora las mujeres tenemos un espacio más grande. Gracias a Dios yo no soy una desconocida en esta industria. Llevo 30 años trabajando, he ganado premios y tengo amigos. Es posible que todo eso haya ayudado a que no me vean solo como una diseñadora de vestuario. Es raro, porque nadie duda si un actor o un director de fotografía quiere hacer una película como director.
En los últimos años estamos viendo cómo cada vez son más las directoras que hacen su primera película pasados los cincuenta.
Yo ahora mismo tengo 53 años y la verdad es que no he querido ser directora hasta hace ocho años. Después de esas primeras negativas no insistí mucho porque he estado muy ocupada con mi trabajo como diseñadora de vestuario. No me he dejado la piel para levantar esta película hasta que ha surgido la oportunidad. Son buenas noticias que eso esté pasando. Yo tengo una hija de ocho años. No he querido ser madre con 35, sino con 45. Es cuando me creía verdaderamente preparada y tenía mi vida organizada y estable. Con la dirección pasó lo mismo. Con 35 años yo no habría sabido por dónde empezar a dirigir una película.
Durante una entrevista en el pasado Festival de Málaga nos decías que en el rodaje de ‘Tratamos demasiado bien a las mujeres’ nunca tuviste síndrome del impostor. Básicamente, porque no tenías tiempo.
Así es. Es una película que se ha rodado en cinco semanas y cuatro días. Tiene muchísimo mérito. Era una planificación de locos. Fue un intensivo brutal cada día, pero salió adelante un trabajo de preparación muy intenso. Estuve durante meses poniéndome las pilas con las cosas que no controlaba. Yo suelo ser segura de mí misma y en este caso, como tenía tan visualizada la película y la tenía tan clara, salió adelante. Estaba muy bien acompañada de mis actores y mi equipo técnico y para mi el guion era como la Biblia. Me sentía muy segura y siempre pienso que todos nos merecemos las oportunidades de hacer las cosas. El síndrome del impostor me pasa en otras situaciones, pero en mi trabajo no.
¿Pensaste en algún momento en hacer tú también el diseño de vestuario?
Ni siquiera me lo planteé. El vestuario de una película es un trabajo durísimo. Requiere mucha concentración y mucho esfuerzo. Es casi un trabajo incompatible con la vida, imagínate con la dirección. En España tenemos unos diseñadores de vestuario extraordinarios. Conmigo han trabajado como ayudante muchos de ellos. Maite Tarilonte tenía todo para hacer esta película. Me gustaba que no tuviera tanto ‘background’ de lo que es la posguerra española. No tiene clavada esa imagen en sepia y en blanco y negro, y esto era muy importante.
El falso mito de que se hace demasiado cine de la Guerra Civil está ahí. ¿Cómo se combate con eso?
Ninguna película es “una película de la Guerra Civil o de la posguerra”. Las películas son historias, da igual donde estén contadas o donde las enmarques. El guion de Miguel Barros parte de una novela ambientada en Irlanda. Toda la gente que ve la película me dice lo mismo. “No es una película de Guerra Civil”. “No se parece a otras”. Pero es que yo me si pongo a revisar las otras, primero, no hay tantas, y segundo, no se parecen las unas a las otras. De verdad. Quedan muchas historias contar de la guerra y de la posguerra, miradas desde muchísimos puntos de vista y sobre todo con una gran variedad de temas. Para eso hay que ver las películas. He oído mucho decir: “Oye, otra película de la Guerra Civil española”. Les contesto pidiéndoles que me digan tres. Y no se acuerdan o no las conocen.
Mientras hacías la promoción de ‘Tratamos demasiado bien a las mujeres’, estabas haciendo el vestuario de ‘Soy Nevenka’. ¿Qué ha hecho dentro de ti haber dirigido una película?
Hacer ‘Tratamos demasiado bien a las mujeres’ me ha amplificado la visión del trabajo de un director y la responsabilidad que tienen. Yo he hablado mucho con Icíar de mi película y de la suya, pero desde una perspectiva de compañeras que cuentan una historia. También he aprendido a valorar aún más el trabajo y el valor de cada departamento. También he descubierto otra perspectiva de los actores. He visto algo más allá que me ha encantado. Pienso que la vida de los actores es un infierno. Es muy dura. Lo pasé mal con el casting. Sentía que eran personas que estaban en tela de juicio. Su trabajo consiste en eso. Me ha hecho verlos de otra forma. De todas formas, siempre he sentido que tenía esa directora dentro de mí.
A partir de ahora, lo que quiero es seguir siendo muy feliz en mi trabajo. Quiero afrontar retos que me pongan a prueba, ya sea haciendo vestuario o dirigiendo. No pretendo ser la directora más importante de España, pero es verdad que hay productores que me han preguntado si tengo alguna idea. Y la respuesta es que sí. Se las voy contando a Miguel Barros. No puedo evitarlo. Si surge esa oportunidad, si me apoyan estos productores con los que he estado hablando, genial. Si me salen películas de vestuario, también. Lo que no quiero es vivir remando. Ahora estoy terminando una película de Dani de la Torre, que es muy grande y muy bonita, y voy a empezar con una serie ambientada en los años 40. Y mientras tanto, estoy escribiendo.
¿Te hace ilusión la idea de poder estar en los Goya como directora novel después de haber ganado tres veces por tu vestuario?
Sería una gran alegría y una gran sorpresa. Creo que es muy difícil. Este año hay un montón de debuts muy potentes. Sería genial, pero la competencia es enorme. Me haría más ilusión que estuvieran nominados el guion adaptado de Miguel, el vestuario de Maite, el maquillaje, la dirección de fotografía, la música o los efectos especiales, por ejemplo. Y los actores que tenemos, que son increíbles. Si alguno de ellos estuviera nominado sería suficiente, pero claro que me gustaría estar nominada. Siempre hacemos como que no nos importan estas cosas, pero luego te llevas unas alegrías muy grandes. Es muy emocionante.
Tenía 40 años cuando gané mi primer Goya con ‘Blackthorn’. Antes había hecho muchas películas, pero me seguía sintiendo como un ‘work in progress’ total. Tenías que pelear mucho todo lo que necesitabas. A partir de ahí no sé si tuve mucho más trabajo, pero es verdad que alcanzas cierto estatus que les hace pensar que sabes de qué estás hablando cuando pides algo. El valor que le doy a los premios es que es emocionante formar parte de la familia del cine de España. Un premio no hace que me sienta la mejor, pero es verdad que los Goya sirven para validarte dentro de la industria. Si de pronto estuviera como directora, sería un ‘check’ muy importante. No es tanto llevarse el Goya como estar nominada. Eres la misma persona antes y después de los premios, pero pueden ser muy útiles. Es una paradoja.
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